DEUTERONOMIO: Profesión de fe del pueblo escogido.
ROMANOS: Profesión de fe del que cree en Jesucristo.
LUCAS: El Espíritu lo iba llevando por el desierto y era tentado.
ROMANOS: Profesión de fe del que cree en Jesucristo.
LUCAS: El Espíritu lo iba llevando por el desierto y era tentado.
Descargar Evangelio del 1º Domingo Cuaresma - C.
Juan García Muñoz.
3 comentarios:
LA TENTACIÓN (Lc 4,1-13)
La tradición decía que Israel, en el desierto, había sufrido tres grandes tentaciones: el hambre, la idolatría y la desconfianza en Dios. En los tres casos sucumbió. El Mesías, en el desierto, sufre las mismas tentaciones, pero sale airoso de ellas. Así comienza el tiempo de Cuaresma. Se nos recuerda que la tentación es parte de la vida, que ningún nacido de mujer se libra de ella y que no es humillante la experiencia de sentir la propia debilidad, si bien es importante estar alerta para no dejarse engañar con buenos argumentos -el tentador utiliza incluso la Palabra de Dios para seducir-.
La primera tentación es la de convertir las piedras en pan. La dureza del camino, las necesidades legítimas, la conveniencia puede ser un buen argumento para olvidar que la Palabra de Dios es el primer alimento. Jesús es tentado de ignorar la Palabra -el mensaje que tenía que anunciar- y acomodarla a sus intereses y conveniencia. Sucumbe el hombre a esta tentación cuando sacrifica la verdad para satisfacer intereses personales. Es la tentación de quienes sacrifican la verdad en el altar de la riqueza.
La segunda tentación es un espejismo: se le promete todo el poder mundo. El tentador reconoce que ese poder le ha sido dado y miente cuando afirma que puede disponer de él a su antojo. Engañado y engañando reclama ser tratado como un Dios. Es el espejismo de los poderosos. Sucumbe a esta tentación todo el que gasta su vida en escalar el primer sitio -el que le sitúa por encima de todos los demás-. Es un espejismo estúpido y ya Daniel puso de relieve su inutilidad con la imagen del ídolo con pies de barro. Es la tentación de quienes lo sacrifican todo al dios-poder.
La tercera tentación tiene lugar en el templo. Jesús siente la necesidad de pedir una prueba del favor del Padre. Es la tentación que brota de la desconfianza, de la duda. Israel, en desierto, llegó a preguntarse: ¿Está o no está Dios con nosotros? Es la tentación más peligrosa y afecta de modo especial a los que sacrifican su vida por los demás. La sufren quienes dudan de la eficacia o utilidad de su entrega. Es la tentación de sacrificarlo todo en bien del éxito.
Las tres tentaciones reflejan tres situaciones genuinamente humanas y reflejan tres modos de entender la existencia: el de aquellos que ven en la riqueza el sentido de la vida y no dudan en sacrificar a ella todos los valores; el de quienes lo centran todo en el poder -del tipo que sea- y viven permanentemente en el espejismo de creerse dioses; y el de quienes no soportan la idea de haberse equivocado y viven en la ansiedad de alcanzar el reconocimiento y el éxito. Riqueza, poder y prestigio. El Mesías, guiado por el Espíritu, tenía que soportar la prueba para mostrar el error que supone sucumbir ante el ídolo del poder económico, político o social que, como Saturno, es un dios cruel que termina devorando a sus propios siervos.
MIRAD QUE SUBIMOS A JERUSALÉN
También nosotros, conducidos por el Espíritu, caminamos en la esperanza de superar las pruebas y dificultades que se presentan, con la fe de alcanzar la tierra prometida, la Pascua, término de la Cuaresma. Proceso de maduración querido por Dios "que quiere que todos los hombres se salven" y que el profeta Oseas lo expresa en términos de seducción: "La llevaré al desierto y allí le hablaré de amor" (2,16-17).
Y la respuesta a esta llamada para superar las pruebas que van a estar siempre en nuestro camino y que implican la ruptura con el pecado, y que se va a manifestar de una forma u otra, en hacer frente a estas tres tentaciones, tendencias o ansias:
- de tener: "esto es mío"; ese no es mi problema; tener más; la seducción de las compras; la búsqueda incesante de prosperidad y seguridad económica.
- de placer: "me gustó"; no me gusta; "me fastidia"; la búsqueda de una Providencia que traiga comodidad; el ahorro del esfuerzo.
- de poder: el deseo de mando; de ser jefe; "que se hagan las cosas a mi modo"; "se hace lo que yo digo"; la ostentación de la autoridad".
Y, después de la reflexión, dejarse iluminar por la Palabra de Dios.
...Y ALLÍ ME RESPONDERÁ
En la tradición bíblica, el desierto tiene un doble sentido teológico: lugar de elección, de vocación y de respuesta, y por otro lado, lugar de purificación. Ambos elementos son necesarios para entrar a vivir en el Reino, nuestra Tierra.
Hoy hacen falta estos lugares desérticos para poder escuchar la llamada de Dios y poder responderle en la intimidad. Son muchas las voces que en la actualiad distraen al hombre y a la mujer hacia otro lado, hacia otros intereses. La voz del Señor es sutil, no pavonea publicitariamente. Peroel Señor busca una respuesta consciente.
También hacen demasiada falta estos desiertos para poder purificarnos, en el sentido de encontrar nuestra verdadera identidad como seres humanos. ¿Dónde acudir para encontrarse hoy con lo humano? La verdad del encuentro con nosotros mismos y con los demás debe estar más allá de la superficialidad a la que tanto estamos acostumbrados.
En el desierto surge la intimidad, y en la intimidad aparece la tentación, como aquella presencia que nos intenta distanciar de nuestro propio ser. Un misterio que necesita la luz de la Palabra.
El evangelio de esta semana nos afirma en la esperanza, pues en el desierto, donde Israel sucumbió, Jesús triunfó y su triunfo fue la liberación nuestra. De aquí, que, para nosotros, la imagen del desierto, su simbolismo, toma en Cristo realidad. Superando él toda prueba, consumada en su muerte, nos ha abierto a nosotros las puertas de la verdadera Tierra Prometida, la Nueva Humanidad.
Publicar un comentario