Semana Santa - C

miércoles, 28 de marzo de 2007
1 Abril 2007

Descargar Evangelio de Semana Santa - C.

Juan García Muñoz.

1 comentarios:

Anónimo at: 03 abril, 2007 07:33 dijo...

EL LAVATORIO DE LOS PIES

Jn 13,3-17

Siempre corremos el riesgo de pretender comulgar con Jesucristo sin preocuparnos de comulgar con el hermano. La Eucaristía podría convertirnos en el tranquilizante que otorga la satisfacción del cumplimiento religioso, olvidando exigencias de amor y de justicia.
Los evangelios presentan a Jesús como el Servidor: "Se pondrá él mismo a la mesa a servir la comida a los criados" (Lc 12,37), "Yo estoy entre vosotros como el que sirve" (Lc 22,27), y Juan describe como expresión fiel de este servicio el lavar los pies a sus discípulos.
Porque antes de la Cena hacía falta -costumbre judía- un rito de purificación y Jesús mismo va a verificarlo: va a limpiar -purificar- a sus discípulos (v. 4-5). Los Apóstoles estaban en gracia de Dios porque su Palabra, recibida con fe, les había purificado (Jn 15,3), pero necesitaban una preparación antes de participar en el banquete, y Jesús pide a sus discípulos que se dejen lavar los pies. Trabajo propio del esclavo, del inferior, que explica la reacción apasionada de Pedro (v. 6-9), ante el acto de rebajamiento de su maestro.
Y este gesto va a causar en los apóstoles la limpieza total. "El que se ha bañado no necesita lavarse pues ya está limpio" (v.10), ya que explica simbólicamente cómo debe ser la adhesión de los discípulos a Jesús, humillado y entregado a la muerte en la cruz y el propósito de compartirlo para no ser excluido de la salvación.
El gesto ha adquirido una relevancia extraordinaria: significa la participación del discípulo en la humillación -lavatorio- y entrega -muerte en la cruz-; cruz que será el lugar de su exaltación y glorificación.
Y nos dice hasta donde llega el oficio de servidor. Incomprensiblemente hemos reducido muchas veces el lavatorio de los pies a un rito que se celebra el Jueves Santo en el cual el celebrante suele lavar los pies a niños o ancianos aislados que antes se los lavaron en casa. ¡Qué lejos de las primeras comunidades en las que las viudas tenían como título de honor "haber lavado los pies de los consagrados" (1Tim 5,10)
Porque El nos ha dicho: "Lo que yo he hecho hacedlo vosotros" (v.15). Aceptar humildemente, como lo aceptó Jesús, este servicio de inferior y de último, expresa hasta donde llega el amor al hermano. El gesto de Jesús es ejemplar: los discípulos habrán de purificar a los que se acerquen a la Mesa -como El lo hizo- y darán un sentido de servicio humilde a su vida, -como El lo dio-.
El lavatorio de los pies debe ser siempre memoria inquieta de como presentarnos ante la Mesa del Señor y también memoria de esperanza de que termine de cumplirse el servicio: "¡Felices si lo ponéis en práctica!" (v.17)

Manolo Martín de Vargas