3º Domingo Pascua - C

miércoles, 11 de abril de 2007
22 Abril 2007

HECHOS: El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús.
APOCALIPSIS: Digno es el Cordero degollado de recibir el poder...
JUAN: La Pascua en la vida diaria de los discípulos.


Descargar Evangelio del 3º Domingo Pascua - C.

Juan García Muñoz.

1 comentarios:

Anónimo at: 11 abril, 2007 23:42 dijo...

PECES (Jn 21,1-19)

Jn 21 narra la tercera aparición del resucitado según la tradición recogida por este evangelista. Él sitúa la escena a la orilla del lago de Tiberíades y su relato nos recuerda lo que, en los sinópticos, se cuenta sobre la pesca prodigiosa. Es una pieza breve, pero perfectamente construida. Es como un auto sacramental en tres actos: el primero narra el esfuerzo inútil de los discípulos; el segundo se sitúa cerca de la orilla: siguiendo las indicaciones del extraño que les ve llegar, consiguen una pesca sorprendente; finalmente -como último acto- tiene lugar el desayuno a la orilla del lago. Pero -como es frecuente en los evangelios- más importante que el relato es la dinámica simbólica del mismo.

Los discípulos -la comunidad cristiana- hacen su tarea del mejor modo posible: hacen lo que bien les parece, pero bregan en la oscuridad -es de noche- y su esfuerzo resulta inútil. En la aparición anterior les había encomendado la misión de perdonar los pecados con la fuerza del Espíritu. Tienen que sacar a los hombres -peces- del dominio del pecado y de la muerte -mar-. Pero no vale cualquier modo, ni el resultado es cosa del ingenio humano.

El segundo intento tiene lugar por indicación de Jesús a plena luz. Sólo cuando siguen las indicaciones de Jesús -cuando son fieles a su enseñanza- logran resultados. La pesca es sorprendente: 153 peces grandes. 50 es el número de miembros de las comunidades de profetas. 3 es el número que designa lo divino. 153 designa a las comunidades cristianas primitivas multiplicadas por la fuerza del Espíritu y extendidas a todo el mundo. A pesar de lo cual la red no se rompe: la unidad de las Iglesias permanece a pesar de la multiplicidad.

Finalmente tiene lugar la comida que les ha preparado. Jesús ofrece un pez y les pide que traigan de los que ellos han pescado -da lo suyo, se da a sí mismo, y espera que ellos hagan otro tanto-. Es la culminación de la misión: el encuentro, la comunión. Evidentemente hay aquí una alusión a la eucaristía.

La vida cristiana se desarrolla siempre en el ámbito de una comunidad que, animada por el Espíritu, se afana por construir el Reino de Dios en el mundo. Pero es importante seguir las indicaciones del Maestro. Cuando ha olvidado su mensaje y han prevalecido otros intereses, el esfuerzo ha sido inútil y hasta contraproducente. El fruto de la misión depende de la docilidad a su palabra. Quien la ignora pesca en el lugar equivocado. Si, por el contrario, la Iglesia es dócil a esas enseñanzas, el resultado de su esfuerzo desborda todas las previsiones. Ser fiel a esto es su misión y no debe importarle los vientos contrarios de la historia. Jesús ya lo advirtió: “¡Ay de vosotros cuando el mundo os alabe! ¡Alegraos cuando os ataque y persiga porque eso es lo que han hecho conmigo!”.