20º Domingo Ordinario - C

domingo, 5 de agosto de 2007
19 Agosto 2007

JEREMÍAS: Me engendraste hombre de pleitos para todo el país.
HEBREOS: Corramos en la carrera que nos toca, sin retirarnos.
LUCAS: No he venido a traer paz, sino división.


Descargar Evangelio del 20º Domingo Ordinario - C.

Juan García Muñoz.

1 comentarios:

Anónimo at: 09 agosto, 2007 09:10 dijo...

PALABRAS DIFÍCILES (Lc 12,49-53)

Hay palabras de Jesús que resultan difíciles de aceptar y otras que son más bien difíciles de entender. Las de este pasaje son de las segundas, porque choca escucharle decir que ha venido a la tierra a traer fuego y a sembrar la división. No obstante, si las leemos en el contexto de su doctrina, las cosas empiezan a aclararse.

Dice él que ha venido a traer fuego a la tierra y está deseando que prenda y que todo arda. Para empezar hay que decir que el fuego ha sido siempre –dentro y fuera de la Biblia– un símbolo de Dios que actúa en el mundo para juzgar –el fuego del juicio destruye todo lo perverso e impuro– o para salvar –el fuego de la vida transforma e ilumina–. El Bautista dice de Jesús que trae un bautismo de agua y fuego y Jesús se refiere a sí mismo como la luz del mundo. En el Nuevo Testamento el fuego es el signo inequívoco del Espíritu. En este contexto el sentido de sus palabras es evidente: ha venido al mundo con la misión de purificarlo, de iluminarlo, de transformarlo, es decir, ha venido para que el mundo sea transformado por el fuego del Espíritu. Está definiendo su misión: hacer que en el mundo prenda el amor. A los discípulos les ha dicho en otro lugar: “vosotros sois la luz del mundo”, para indicar así que han heredado su tarea.

Luego habla de un bautismo que le angustia. No es difícil comprender el sentido de estas palabras si tenemos en cuenta que el bautismo es un símbolo de la muerte. Así lo entendió Pablo y, por eso, explica que el bautizado se sumerge con Cristo en la muerte para resucitar con él a una vida nueva (Rm 6). Jesús ha venido al mundo a traer el fuego del amor, pero antes ha de pasar por la prueba que mostrará al mundo la fuerza de la entrega. Entregar la vida es darse uno mismo, es la renuncia total, sin reservas. No hay amor más grande. Con estas palabras está señalando a sus discípulos el camino que han de recorrer para que el fuego prenda en el mundo.

Finalmente habla de división. Utiliza una expresión que aparece en el profeta Miqueas, cuando habla de las discordias y el infortunio que precederían al tiempo de la salvación. El profeta, después de decir que la división afecta a la misma familia, termina con un acto de fe y confianza en Dios: “Yo esperaré en el Señor, esperaré en Dios mi salvador y mi Dios me oirá” (Miq 7,7). Jesús sabe que su doctrina no encontrará los corazones dispuestos y será motivo de enfrentamiento y división entre los hombres. Será el momento de la opción: “o conmigo o contra mí” había dicho. Y es que no caben terceras vías cuando se trata del Evangelio. Jesús está hablando de las consecuencias que tendrá la opción por él. Su presencia en el mundo es un juicio en el que se revela lo que hay en los corazones. No es que quiera sembrar la división. Es que los hombres, cuando optan, se dividen.