12º Domingo Ordinario - A

viernes, 13 de junio de 2008
22 Junio 2008

Jeremias: Libró la vida del pobre de manos de los impíos.
Romanos: No hay proporción entre la culpa y el don.
Mateo: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo.


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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Anónimo at: 13 junio, 2008 00:58 dijo...

EL MIEDO (Mt 10,26-33)

Hasta tres veces invita Jesús en este pasaje a no tener miedo. Acaba de hablar de la persecución que habrán de sufrir debido a su condición de discípulos y les ha advertido que tengan cuidado, que sean prudentes. Ahora completa sus consejos para tiempos difíciles diciéndoles que no teman. La resistencia en la tribulación es el complemento natural de la prudencia y lo que evita que ésta derive hacia el miedo. Son las dos actitudes con las que el cristiano ha de afrontar las dificultades. Es la primera forma del miedo: silenciar la verdad por miedo al rechazo o la incomprensión. Los creyentes han de gritar a plena luz y abiertamente lo que han oído en la intimidad porque sólo la verdad hace libres. Silenciarla por temor sería como vivir con la boca cosida.

Luego añade: “No temáis a los que matan el cuerpo”. El poder humano puede llegar a eliminar física o moralmente a los discípulos, anular su presencia en el mundo. La segunda forma del miedo es silenciar la verdad por las consecuencias materiales que conlleve su anuncio. La fe anula este miedo porque nadie puede destruir el alma, nadie puede acabar con la vida y la esperanza. El fundamento de la fortaleza es la confianza en Dios, en cuyas manos descansa la vida. Él interviene en los más pequeños acontecimientos para bien de aquellos que gozan de su amor. La fe en la vida eterna no es, por tanto, una invitación a la inconsciencia ni al desentendimiento de los asuntos de este mundo, sino un motivo para luchar y trabajar sin miedo, a pesar de la dificultad.

Las últimas palabras se refieren a la misión. El mundo es como un tribunal en el que los discípulos de Jesús han de dar testimonio con audacia y valentía. La muerte consiste en silenciar la verdad por conformismo o comodidad. Ocurre cuando el creyente pierde la esperanza y piensa que no merece la pena seguir anunciando una verdad que los hombres no aprecian. A partir de ese momento empieza a ver y analiza las cosas con los ojos del mundo: ha dejado que la oscuridad penetre en su interior. Es la apostasía inconsciente que se oculta bajo la desesperanza y el desaliento.

Tal vez sea ésta -y no las anteriores- la forma del miedo que amenaza hoy a los creyentes. Porque antes era fácil creer en el marco de una sociedad mayoritariamente creyente. Pero hoy empieza a verse como algo extraño. Y, sin embargo, hoy más que nunca es necesaria la fe para que el mundo recupere la esperanza y el amor se abra paso hasta el corazón a través del vacío que a muchos asfixia. La luz es más necesaria en medio de la noche y hoy vivimos tiempos de confusión y tinieblas. El peligro es que los creyentes sientan miedo y acomoden el anuncio a las modas y costumbres de nuestro tiempo por temor a no ser populares.

Anónimo at: 18 junio, 2008 09:48 dijo...

Me alegra que el Señor se refiera a los pajarillos es esta palabra.
Los que deseamos vivir en la buena noticia intentamos vencer el miedo.
No lo tenemos fácil. Ahora, en estos tiempos, nos amenaza una crisis, con paro, subida de precios e incertidumbre incluida. Claro está, en una sociedad o sistema que pone sus bases en la economía, guidada por la filosofía del economicismo, cuando este "dios" se rompe, estamos todos desconcertados.
Ya lo advierte nuestro Señor. Que no pongamos nuestra confianza en las riquezas de este mundo.
Este diosillo del falso progreso económico nos tiene cogidos por el don del bienestar.
Ayer un conocido periodista decía que es un drama la regresión para quien ha conseguido cierto nivel de consumo. Además, doble drama porque este diosillo no cuenta con un sistema de protección fraterna y solidaria en la que puedan apoyarse los naugragados de la economía. Sí tiene un sistema de servicios sociales, que, en fin para el que le sirva...
Muchos hermanos vendrán a la Iglesia y serán bien recibidos, porque la Verdad siempre estará a favor del hombre y la mujer.
No debemos tener miedo sabiendo que contamos con Jesús y su Iglesia, garantías de que el ser humano aspira a una esperanza cierta.
Saludos