18º Domingo Ordinario - B

domingo, 26 de julio de 2009
2 Agosto 2009

Exodo: Yo haré llover pan del cielo.
Efesios: Vestíos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios.
Juan: El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.


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Juan García Muñoz.

1 comentarios:

{ Paco Echevarría } at: 26 julio, 2009 12:13 dijo...

EL AMOR COMO ALIMENTO (Jn 6, 24-35)

Seguimos leyendo -y seguiremos haciéndolo varios domingos más- el evangelio de san Juan. Ahora nos adentramos en el discurso de Cafarnaum. Jesús se había quitado de en medio al ver que la gente quería hacerlo rey -no había venido en busca de poderes terrenales-. Pero el pueblo insiste hasta que lo encuentra. Tiene lugar entonces un diálogo que -como todos los de Juan- nos desconcierta porque da la sensación de que van por un lado las preguntas y por otro las respuestas. Para entender en algo de qué va la cosa, hay que tener en cuenta algunas claves.

Hay en el ser humano un conjunto de necesidades materiales que miran a la supervivencia. Jesús lo sabe -por eso hizo el milagro de los panes y los peces-. Y hay necesidades profundas, del espíritu. El peligro es ignorar éstas o pensar que pueden ser satisfechas del mismo modo que las primeras. En el primer caso se cae en el materialismo; en el segundo, en el hedonismo. Jesús advierte: "¡Buscad lo que puede daros la vida verdadera!". En nuestro mundo y en nuestro tiempo resulta chocante hablar de estas cosas porque hemos creado una cultura y un sistema de vida centrado en la satisfacción de las necesidades materiales -la cultura del bienestar-. Pero ya va siendo hora de que revisemos el camino recorrido. ¿Realmente el progreso material nos ha hecho más felices? En otro lugar -hablando con la samaritana- Jesús viene a decirle: "Llevas la vida entera bebiendo en pozos sin calmar tu sed. ¿Por qué no buscas en tu interior?". Buscar la felicidad en las cosas materiales es como echar agua en un pozo: al poco tiempo se ha ido por las profundidades. Sólo el que descubre el manantial deja de buscar incansablemente y logra ser feliz él y los que le rodean.

Cuando se hace una propuesta de este tipo, surge la inquietud, la inseguridad -que es condición propia del ser humano-. Por eso la gente pregunta a Jesús: "¿Cómo sabremos que tienes razón?". Es la pregunta del miedo: ¿Y si renuncio al pozo y no encuentro la fuente? ¿Cómo puedo saber que seré realmente feliz de la manera que tú dices? La respuesta de Jesús es un reto: "¡Tendrás que creerme y arriesgar! De todas formas, mira hacia el pasado: Dios alimentó a tus padres en el desierto, pero aquello era nada en comparación con el alimento que yo te propongo". Luego hace abiertamente el anuncio: "¡Yo soy el pan que da la vida verdadera!". Está hablando de su entrega y hace -de esa forma- de la entrega el camino mejor para ser feliz. Una vez más el evangelio insiste: frente a la ambición, la generosidad; frente a la posesión, el amor. Hemos oído esto tantas veces que ya no nos dice nada. Pero es que -para el cuarto evangelista- Dios es amor y el hombre -hecho a su imagen- sólo encuentra su identidad y el sentido de su vida en el amor. Todo lo que no sea construir sobre él es error y produce vacío.

Francisco Echevarría