34º Domingo Ordinario - B

sábado, 14 de noviembre de 2009
22 Noviembre 2009

Daniel: Su dominio es eterno y no pasa.
Apocalipsis: Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios.
Juan: Tú lo dices: soy rey.


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Juan García Muñoz.

1 comentarios:

{ Paco Echevarría } at: 14 noviembre, 2009 00:48 dijo...

UN REY CRUCIFICADO (Jn 18,33-37)

El Reino de Dios proclamado por Jesús ni es cosa de este mundo, ni se rige por sus leyes. Cuando Pilatos le pregunta si él es rey, no duda en contestar que sí, pero que no debe inquietarse porque no piensa disputarle el trono a ninguno de los reyes que él conoce. Y es que las cosas del mundo se ven distintas con los pies en el suelo o desde una cruz.

En el mundo, los pequeños sirven a los grandes y los grandes se sirven de los pequeños, los débiles se someten a los fuertes y los fuertes dominan a los débiles, el hombre de la calle acata la voluntad de los poderosos y los poderosos, con el voto que le da el ciudadano de a pié, impone a éste su voluntad. Este modo de hacer las cosas, con el tiempo, crea diferencias y éstas, también con el tiempo, se acrecientan de tal modo que terminan siendo muros de separación entre los hombres. Así surgen las clases sociales y las marginaciones. En el reino de Dios predicado por Jesús las cosas son de otro modo: los grandes sirven a los pequeños, los fuertes protegen a los débiles y los poderosos se ponen a disposición de pueblo. De esa manera se eliminan las vallas y se construye la unidad, la fraternidad, la comunión, la solidaridad...

El símbolo de esta contradicción es el trono desde el que gobierna el Rey de este reino: la cruz. Cuando el procurador romano puso sobre la cabeza del crucificado "Este es el Rey de los judíos" no sabía que estaba diciendo una gran verdad, porque el Rey de los Reyes gobierna no con poder sino con amor y la cruz es el momento de la plena manifestación del amor. Ya lo había dicho él: "Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por quienes ama".

La figura de Cristo como rey crucificado debe hacer pensar a quienes gobiernan, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. Es una tradición antigua en la Biblia que el rey no es mas que un hombre puesto al frente del pueblo para -en el nombre de Dios- administrar justicia y defender a los débiles -que los fuertes ya se defienden solos-. Este es fundamento de la autoridad y, por ello -en un sano sentido de la misma- no debería haber prepotencia, sino humildad; no debería haber sumisión, sino libertad; no debería haber fuerza, sino suavidad.

Cristo es el Rey y rey es cada ser humano ya que Dios todo lo ha sometido bajo sus pies. Cuando esto se olvida, quien detenta la autoridad llega a creerse dueño de la misma y pasa a convertirse en un dios, pero no en un dios de amor, sino en el dios de la guerra. Por eso los endiosados terminan sacrificando a sus pueblos en el altar de su propia ambición. Su error está en no ver que tienen los pies de barro y un día, por fortuna, un piedra insignificante los golpea y de derrumban. Así ha sido en el pasado, así es en el presente y -¡qué duda cabe!- así seguirá siendo en el futuro. En la pirámide del poder llegar arriba no es una suerte, sino una responsabilidad.


Francisco Echevarría