Bautismo del Señor - C

lunes, 4 de enero de 2010
10 Enero 2010

Isaias: Mirad a mi siervo, a quien prefiero.
Hechos: Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo.
Lucas: Jesús se bautizó. Mientras oraba se abrió el cielo.


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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

{ Manolo Martín de Vergas } at: 04 enero, 2010 18:00 dijo...

EL BAUTISMO DE CRISTO ()


Como el centinela que aguarda la aurora, Juan anuncia la llegada del Mesías.

Jesús desea un bautismo destinado a los pecadores. Mezclado con ellos sin serlo y orando con los que lo solicitan se mete en la cola de publicanos, fariseos, soldados y ramera, deseosos del perdón.

Anunciado por Juan como Siervo y como Cordero -que debe ser sacrificado- Jesús acepta un bautismo que anticipa el de su muerte sangrienta. Y este gesto de Jesús es una manifestación de su anonadamiento. Sujeto a las limitaciones y miseria humanas. Jesús se ha reducido a la nada.

Pablo lo expresa en el bello himno de Filipenses, (2,1-11). Ante las divisiones que encuentra en Filipo les recuerda la convivencia cristiana y les exhorta a que no hagan nada por soberbia o rivalidad, ofreciéndoles el ejemplo de Cristo que quiso identificarse con el más humilde, el más sufrido y el más despreciado, invitándoles "a tener los mismos sentimientos que Cristo Jesús".

Invitación que nos llega también a nosotros porque el deseo de identificarse con los más humildes y compartir sus vidas es el criterio de la vida cristiana que asumimos en nuestro bautismo.

En esta fiesta del Bautismo del Señor es bueno que reflexionemos sobre ello confrontando nuestras superaciones personales y ambiciones aparentemente buenas pero que se han desvalorizado por Jesucristo.

Ciertamente es algo fuerte esto del "anonadamiento" y mezclarse con "los pecadores". Pero es el camino para ser exaltado con El en la gloria.

{ Francisco Echevarría } at: 04 enero, 2010 18:02 dijo...

EL PREDILECTO (Lc 3,15-16.21-22)


La misión de Juan Bautista era preparar al pueblo para recibir al mesías. Pero eran tan grandes los deseos de la gente que muchos empezaron a creer que era él. Consciente de su papel, no dudó en afirmar que ni era el mesías ni se le parecía. “Yo bautizo con agua (limpio los pecados para prepararle un pueblo bien dispuesto); él os bautizará con Espíritu Santo y fuego” (os dará una nueva vida y os transformará radicalmente). ¡Qué lejos está del protagonismo, la gran tentación de los enviados! Ver la necesidad, poner remedio y desaparecer para dejar que la vida siga su curso. En eso está la verdadera grandeza de los elegidos. Su miseria es pretender eternizarse. Y también su necedad, porque es de necios sentirse indispensables. Sólo Dios es Dios y, cuando un hombre come de la fruta prohibida -cae en la tentación de creerse dios-, sólo logra verse desnudo frente a sí mismo y frente a los demás. Reconocer los propios límites no ha de ser motivo de tristeza y frustración, sino, al contrario, porque es signo de extraordinaria grandeza de ánimo.

Jesús va más allá. Él era el esperado, pero actúa como uno más: se bautiza en un bautismo general, confundido con la gente del pueblo -no hay vergüenza en ello, sino honor- y se retira a orar, como todo el que necesita el auxilio divino. Pero el cielo se abre, el Espíritu desciende sobre él y una voz misteriosa lo proclama Hijo Amado de Dios. El profeta lo había deseado -¡Ojalá rasgaras el cielo y bajaras! (Is 64,1)-. Y el deseo se había visto al fin cumplido. El signo -la paloma- y la palabra -mi Hijo predilecto- se unen para mostrar al mesías. Más tarde él explicará su misión al aplicarse otro texto de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Me ha enviado a rescatar a los cautivos, a devolver la vista a los ciegos, a liberar a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia, el perdón de los pecados”. En adelante toda su vida -sus obras y sus palabras- no será sino un exacto cumplimiento de esta tarea.

Piensan algunos que el Evangelio es agua pasada y que los tiempos piden otras doctrinas y otro mensaje. Yo me pregunto si es cosa del pasado que los pobres reciban la alegría, que los hombres sean liberados de sus esclavitudes, que los espíritus confundidos vean la luz y que los humillados por sus debilidades y errores se sientan perdonados. Seguimos necesitando al Mesías que nos despierte de nuestra somnolencia y nos devuelva la ilusión de un futuro mejor. Él ha cruzado el río delante de nosotros y, desde la otra orilla, nos invita a seguir sus pasos sin miedo a las turbulencias. Jesús no es cosa del pasado porque es la voz de la esperanza.

Terminadas las pasadas fiestas, nos queda por delante un año entero para vivir, día a día, con el espíritu y el mensaje que él anunció, conscientes de que ser sus discípulos no consiste tanto en repetir sus enseñanzas cuanto en vivir conforme a ellas.

Francisco Echevarría