Jeremias: Maldito quien confía en el hombre; bendito quien confía en el Señor.
1 Corintios: Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido.
Lucas: Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!.
1 Corintios: Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido.
Lucas: Dichosos los pobres; ¡ay de vosotros, los ricos!.
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Juan García Muñoz.
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POBRES Y RICOS (Lc 6,17.20-26)
Dos lógicas se enfrentan en las bienaventuranzas en la presentación que hace san Lucas: la de Dios y la de los hombres. La lógica de lo humano afirma que la felicidad está en la posesión de la riqueza, en la satisfacción de las ambiciones personales, en el placer y la diversión y en el prestigio y la gloria. La pobreza, el hambre, el llanto y el desprecio son la expresión de la desdicha. La lógica de lo divino afirma, por el contrario, que todo esto es efímero porque es el final lo que cuenta y que de nada sirven riquezas, saciedad, risas y honores si, al final del camino, acecha la miseria, el ansia insatisfecha, las lágrimas amargas y el desprecio.
Hablar de la lógica de lo divino en un mundo como el nuestro resulta cuanto menos chocante y más de uno -creyente o no-, desde el pragmatismo que nos caracteriza, piensa que es una fantasía propia más de espíritus poco realistas que de hombres con los pies en la tierra. Creen éstos que debemos ocuparnos de la vida sin pensar en la muerte porque ésta -cuando llegue el momento- se ocupará de nosotros sin dar avisos ni pedir permisos. Más aún: afirman que sólo tenemos el presente ya que el pasado se nos ha ido de las manos y el futuro a nadie pertenece. Entienden el vivir como el arte de apurar la copa que la vida ofrece en cada instante sin dejar que los recuerdos o los proyectos nos la vuelquen.
El problema es saber si funciona este modo de entender la vida. Hay en el ser humano un deseo legítimo y universal -ser feliz- que es como el motor de la vida y que condiciona todas las decisiones que éste toma. El problema es acertar en la elección del camino que hay que recorrer para satisfacerlo. La pregunta a la que nos enfrentamos -y la opción que, según sea la respuesta, hemos de hacer- tiene que ver con las dos lógicas de las que hablamos: la lógica de lo inmediato y la lógica de lo último. Es el final lo que hace muestro si el camino recorrido ha es el acertado o no.
Jesús es afirma que el río de la riqueza y los honores y cosas semejantes, al final, desemboca en el mar de la desdicha y que, por tanto, es un camino equivocado. No pretende negar el derecho a poseer los bienes necesarios para vivir o a realizar los propios deseos y proyectos; tampoco presenta el sufrimiento como un ideal ni defiende la humillación. Sus palabras advierten del error no infrecuente que es perder de vista la meta en el viaje de la vida. Sólo quien conoce el destino elige el camino adecuado, sólo quien tiene en cuenta lo definitivo comprende el verdadero valor de las cosas. ¿Merece la pena gastar la vida en construir un castillo de arena pudiendo hacerlo de piedra? Ver las consecuencias últimas de lo que hacemos no nos priva del placer de vivir, sino que -por el contrario- nos permite discernir con acierto entre lo que nos hacer verdaderamente felices y lo que sólo sacia un instante.
Francisco Echevarría
Jesús baja hoy, ahora, del monte y se para en el llano. Levanta los ojos hacia sus discípulos, entre ellos me encuentro yo... Nos indica el camino de la felicidad y de la paz ya aquí, en la tierra.
Señor, si tú no me lo hubieras dicho nunca hubiera tomado yo este camino. Pero creo en Ti, en tu Palabra. Sé que es verdad que la dicha y la bienaventuranza están en la pobreza, y el hambre y el llanto. Me basta que Tú lo digas para creerte.
Por eso te pido que me hagas pobre, tan pobre como para tenerte sólo a Ti y poder agarrarme sólo a Ti, y apoyarme en Ti y en nada más. Y que me des hambre de Ti, de tu justicia y tu Reino, para que venga a nosotros. Y que sólo me sacies Tú... Y dame llorar por lo que vale la pena, y no por mis heridas y soberbias y amor propio. Y que pueda alegrarme de ser un pequeño profeta tuyo, de los que alzan su voz contra la extorsión de los últimos y la opresión de muchos por unos pocos, aunque eso me acarree el odio de los poderosos.
Te lo pido a Ti, Jesús, que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu. Amén
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