Pentecostés - C

domingo, 16 de mayo de 2010
23 Mayo 2010

Hechos: Al llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en el mismo lugar...
1 Corintios: En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común.
Juan: ntró Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros... Recibid el Espíritu Santo.


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Juan García Muñoz.

3 comentarios:

{ Paco Echevarría } at: 16 mayo, 2010 20:32 dijo...

UNIR LO DIFERENTE (Jn 20,19-23)


Asistimos hoy en el mundo a un fenómeno que, sin ser nuevo en la historia, siempre provoca convulsiones e inquietudes. Me refiero al fenómeno de la emigración que hoy va desde los países del tercer mundo hacia los del primer mundo. Los hombres dejan su casa –su cultura, su lengua, su ambiente...– y se aventuran en una casa extraña buscando una vida mejor. Vienen a nuestro mundo y, en muchos casos, suscitan no poca desconfianza y miedo.

Y, sin embargo, el intercambio que necesariamente conlleva el movimiento de los pueblos es una oportunidad de enriquecimiento mutuo que a todos nos puede beneficiar. Para los creyentes, la fiesta de Pentecostés es una oportunidad de reflexión y clarificación de esta experiencia cada día más cercana.

Dice la Biblia que la desunión de los hombres y la falta de entendimiento entre ellos tiene su origen en el orgullo. Babel es el símbolo de la ridícula y absurda pretensión de escalar el mundo de los dieses para ser uno de ellos. Hay en ello un rechazo de la propia condición y –ya se sabe–, cuando el ser humano rechaza lo que es, termina rechazando a los que no son como él quiere ser. El pretexto puede ser múltiple: la propia cultura, el propio idioma, la propia visión política, la propia religión, la propia raza... Cuando se absolutiza un elemento, aparece la discriminación, el racismo, la intolerancia, la división, las luchas y las rivalidades.

Frente a Babel, Pentecostés representa la convergencia de lo diferente en un respeto profundo a la identidad de cada uno. No dice el texto sagrado que todos hablaran una sola lengua –sería uniformidad y masificación, la tentación de todos los absolutismos–, sino que cada uno oía el mensaje en su propia lengua. Conservan las propias características, pero poseen un ideal común. El Espíritu es el que hace posible el milagro. El Espíritu reúne lo que la soberbia separa.

Viene todo esto a decirnos que no hay que temer las diferencias o la diversidad ni ver con recelo el pluralismo en cualquiera de los sectores de la vida y de la sociedad.

La unidad no puede hacerse sobre la base de sacrificar las diferencias porque eso significa destruir identidades. La unidad tiene que se juntar lo diferente para construir una grandeza que beneficie a todos.

En el orden político y en el orden eclesial será el Espíritu el que haga posible el prodigio de la unidad.

Pienso ahora en nacionalistas y antinacionalistas, en progresistas y en tradicionalistas, en derechas e izquierdas... Sólo se construirá un mundo nuevo cuando unos y otros comprendan que se necesitan mutuamente y que el verdadero enemigo es el odio y la ira porque son ellos los que nos destruyen. Quien piensa distinto, siente distinto o vide distinto no es mi enemigo, sino mi complemento. En el coro de la vida podemos interpretar distintas voces, pero una misma canción. En ello está la belleza de la música y de la vida.


PACO ECHEVARRIA.

Maite at: 17 mayo, 2010 23:24 dijo...

Ven, Espíritu Santo, que nunca y en ningún lugar te dejas enjaular ni amaestrar, invádenos con tu fuerza y empújanos a profetizar y a soñar.

Ven, y llévanos a nuestra tierra para acabar con el exilio de nosotros mismos en que el pecado nos encierra.

Renueva Tú nuestra esperanza y enciende en nuestro pecho, con tu llama de amor viva, la más plena confianza.

Ven y canta en nuestro corazón, por encima de toda nuestra miseria y dolor, las maravillas de Dios.

Tú, que desde tiempo inmemorial eres el gran desconocido, desciende sobre todos y muéstrate cual eres, dulce, tierno y buen amigo.

Nunca fuerzas nuestra entrada, no golpeas ni avasallas, sólo llamas, y muy suave, sólo pides una entrega confiada.

Agua viva que penetras lo más profundo del alma, hasta hacer brotar un surtidor en nuestro interior en calma.

Haznos pobres y pequeños, transparentes y sencillos, ya que sólo te enamoran los que se hacen como niños.

Danos tu sabiduría que trasciende toda ciencia, y derriba las murallas que levanta la soberbia; ven, derrámate en nosotros, Espíritu de clemencia.

Suave aliento, dulce brisa, ven, despierta y acaricia nuestro corazón desierto, que lo llene tu presencia con su gracia y su sonrisa.

Tomás at: 18 mayo, 2010 22:07 dijo...

Quizás hayamos hecho alguna vez la gozosa experiencia de poder "entendernos" con alguien aunque no hablara nuestro mismo idioma. Pero seguro que sí hemos hecho muchas veces la experiencia de no poder entendernos con otros ¡aún hablando el mismo idioma!. También tenemos dificultades para aceptar la diversidad sin sentirnos muy amenazados o sin ver peligrar la unidad siempre tan frágil.

Solamente el Espíritu puede hacer esa doble tarea que sobrepasa nuestras humanas capacidades:
-Darnos a conocer a Dios, tal cual es, pues el Espíritu lo sondea todo, "incluso lo profundo de Dios". Ayudarnos a interpretar las palabras de Jesús para nuestro tiempo...
- Y hacer que podamos entendernos, aún hablando lenguajes diferentes, aún teniendo caracteres tan distintos, mentalidades diversas, esquemas eclesiales, proyectos...

"Veni, creator Spiritus"
La nueva obra que estás realizando no es menor que la que puso en marcha este universo gigantesco y enigmático que apenas conocemos.
No sabemos por dónde nos conduces, no sabemos hacia dónde conduces a tu Iglesia, ignoramos qué futuro espera a la humanidad...
Algo dentro de nosotros suspira y gime: ¡Ven! ¡VEN!... Y eres tú mismo con tus sonidos inarticulados el murmullo silencioso que se eleva de nuestros corazones y del corazón de todas las cosas.
Tú sigues llevándonos por caminos extraños, imprevisibles. Tú sigues gestándonos, secreta, subterránea, oscuramente... para la nueva creación que ya ha comenzado.