31º Domingo Ordinario - C

sábado, 23 de octubre de 2010
31 Octubre 2010

Sabiduria: El Señor es compasivo.
2 Tesalonicenses: Estamos llamados a la unidad con Dios.
Lucas: La conversión de Zaqueo.


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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Flora León at: 23 octubre, 2010 21:02 dijo...

Señor Jesús:Si tú no abres nuestros ojos y nuestro corazón, lo nuestro es orar lo mismito que el fariseo...y nos parece además tener razón. Y nos creemos con derecho a la vida eterna como pago a nuestras obras...

Pero Tú Señor que eres Amor y Misericordia danos luz para ver la verdad ...para ver que andamos en mentira siempre que creyéndonos algo despreciamos a los demás.... Perdónanos porque somos unos pobres pecadores salvados por Tí por pura gracia.¡Aleluya!

Maite at: 25 octubre, 2010 17:46 dijo...

Tenemos que agradecer a Zaqueo que nos dé la oportunidad de contemplar cómo es el corazón de Dios.
Este hombre pequeño y audaz nos resulta hoy simpático y entrañable. No lo veían así sus contemporáneos que le consideraban traidor al pueblo y a la Ley de Dios. Y con razón, pues era uno de ellos aliado con los opresores para exprimir y vejar a los suyos.
Con su currículum, "jefe de publicanos y rico", sorprende su deseo de querer ver a Jesús. Algo esconde el corazón de Zaqueo que nunca conoceremos, una inquietud, un anhelo, ¿por qué?... Lo cierto es que eso le mueve a dejar aparcada su importante condición y se sube a un árbol, como un chiquillo curioso, dejando atrás respetos humanos y conveniencias, guiado sólo por la vorágine interior que le arrastra. ¿Nos suena algo eso de que "si no os hacéis como niños..."?
Y pasa Jesús, tenía que pasar, y levanta los ojos. Y uno se pone en la piel de Zaqueo -quién la pillara- y se da cuenta de que, durante unos segundos, el corazón de aquel hombre dejó de latir. O latía tanto que parecía un tambor. Jesús no sólo mira, también habla, y le dirige algunas de las palabras más hermosas que encontramos en los evangelios: "baja enseguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."
Gracias a Zaqueo también nosotros, cada uno, tenemos nuestro "hoy". Zaqueo nos invita a subir a un árbol, a romper moldes y esquemas y dejarnos llevar por el deseo de ver a Jesús más allá de todo lo establecido.
Jesús nos invita a bajar, de todos nuestros encumbramientos inútiles y fatuos, para poder invitarse, Él mismo, a nuestra casa. Para venir y hospedarse aquí. Conmigo. Y no hará falta que me pida renunciar a todos mis bienes adquiridos fraudulentamente. El gozo que llena mi corazón soltará las amarras de todo lo que me ata y me retiene cautiva, y el perdón y el rectificar serán para mí una fiesta, una liberación.
Hoy, Jesús, el Amor, me ama. Me busca, me mira, se invita a mi casa.