Isaías: Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo, y no te cierres a tu propia carne.
1 Corintios: Para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Mateo: Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo.
1 Corintios: Para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.
Mateo: Vosotros sois la sal de la tierra; vosotros sois la luz del mundo.
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Juan García Muñoz.
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SAL Y LUZ (Mt 5,13-16)
Tras presentar los caminos de la dicha, Jesús aconseja a los suyos sobre su proceder en la vida. Lo que acaba de mostrarles no es asunto para ellos solos, sino quehacer en el mundo en beneficio de los hombres. Y pone dos ejemplos para explicar su pensamiento.
El primero es la sal. Decía Plinio el Viejo que nada era más útil que el sol y la sal. Y en el mundo religioso antiguo estaba muy extendido el simbolismo de la misma. Es imagen de lo que purifica y da sabor, de lo que conserva; también da valor y precio a lo que debe ser salado. Partir la sal era un modo de sellar una alianza. Jesús dice a sus discípulos que esa ha de ser su tarea en el mundo.
Pero hay un problema: ¿Cómo es que Jesús habla de sal insípida, si la sal no pierde su sabor? Puede que esté aludiendo a la sal de mala calidad que sacaban del Mar Muerto y que perdía su sabor al poco tiempo. Pero es más probable que la clave esté en su última frase: ellos han de ser sal por sus buenas obras. Si no viven de acuerdo con el ideal que les ha mostrado, serán como sal desvirtuada que no tiene ningún valor. La fe no ha de quedarse sólo en pensamientos, sino que ha de inspirar también comportamientos. Si no es así, es fe vana, como sal insípida.
El segundo símbolo es la luz. En el evangelio de Juan Jesús se presenta, él mismo, como la luz. En este pasaje lo son los discípulos. No dice que han de traer la luz al mundo, sino que ellos son esa luz. No habla, por tanto, del mensaje que han de anunciar, sino de la vida que han de vivir –de las buenas obras– para que los hombres, al verlos, glorifiquen a Dios.
En ambos casos –en la sal como en la luz– se insiste en el obrar como tarea de la vida en función del bien del mundo y de la gloria de Dios. Y es aquí –según yo veo– donde radica la fuerza de estas palabras. El discípulo de Jesús ha de identificarse de tal manera con la enseñanza del maestro que su presencia en el mundo –su ser y su existir, su estar y obrar– ha de ser beneficio para sus semejantes y motivo de gloria para Dios.
La luz no es para sí, sino para darse. Su utilidad no está en ser vista, sino en hacer que se vea aquello sobre lo que se proyecta. Es una vocación excelsa y gloriosa hacer que el mundo vea. Pero es también una vocación que puede malograrse, que puede debilitarse, escurrirse y perecer en la indiferencia, con lo que se inutiliza por completo.
Me hace pensar esto en la necesidad de ser auténtico viviendo de acuerdo con lo que uno cree. Porque, es un hecho que sufrimos una verdadera inundación de la palabra. Son muchos los que hablan y hablan mucho y de muchas cosas. Y de tanto hablar llegamos a creernos que no importan las cosas o la vida, sino lo que de ellas se dice. Jesús advierte a los cristianos que importa más la vida. Lo que me hace pensar que, en este tiempo, conviene hablar menos y hacer más.
Ánimo, tú eres una pizca de sal, y no puedes volverte sosa. Nadie te pide un esfuerzo sobrehumano o antinatural, tú ya eres una pizca de sal. Basta con que penetres en todas las salsas, te mezcles en todos los platos, y sin dejar de ser lo que eres te dejes disolver. Enriquecerás el sabor de las cosas buenas, darás gusto a lo insípido y soso, y tanto mejor lo harás cuanto más desaparezcas sin hacerte notar.
Ánimo, tú eres una chispa de luz, y no te puedes ocultar. Frágil y pequeña, pero en una densa oscuridad tu débil resplandor puede iluminar. No te escondas, ni te apagues, pues sin la luz que tú das una chispa faltaría y a lo mejor alguien podría tropezar. Cuando alumbras lo que brilla no eres tú, que no tiene luz propia la luna y refleja la del sol.
Así tú, pizca de sal, chispa de luz, que recibes del Maestro todo lo que Él te quiere dar. Bien asida de su mano, caminando sin parar, que resuene en todo el mundo la mejor noticia que se puede dar. Y reciba gloria el Padre que en el cielo está.
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