22º Domingo Ordinario - A

domingo, 21 de agosto de 2011
28 Agosto 2011

Jeremías: La palabra del Señor se volvió oprobio para mí.
Romanos: Ofreceos vosotros mismos como hostia viva.
Mateo: El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo.

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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 agosto, 2011 23:13 dijo...

EL SEGUIMIENTO DE JESÚS (Mt 16,21-27)

Como buen pedagogo, Jesús no se mostró a sus discípulos de una vez, sino poco a poco, en la medida en que estaban preparados para conocer lo que se refería a su destino. Esperó a que tuvieran claro que era el mesías esperado para hablar de su pasión y muerte. Ya anteriormente les había advertido que iba a tener dificultades (Mt 10,24s), pero jamás se pudieron imaginar el tipo de problemas que le aguardaban. Cuando emprenden el camino hacia Jerusalén donde van a tener lugar hechos difíciles de entender y de aceptar, Jesús habla abiertamente de la muerte que le aguarda. No disimula la crudeza de las cosas para evitarles decepciones o desengaños, sino que habla crudamente.

La reacción de Pedro -“No permita Dios que te pase nada de eso”- indica que lo entendieron perfectamente. Pero la respuesta de Jesús no puede ser más clara: “Apártate de mi, Satanás. Piensas como los hombres, no como Dios”. El Satán era el ministro de la corte divina encargado de tentar a los hombres para comprobar su fidelidad -con el tiempo pasó a ser uno de los nombres del diablo-. Pedro está poniendo tropiezos a Jesús en el cumplimiento de su misión porque su entender se ajusta más a los criterios de los hombres que a los criterios de Dios. Y es que resulta muy difícil a la lógica humana entender la cruz y más aún que sea el camino hacia la vida. El escándalo de la cruz es uno de los argumentos que se utilizan para rechazar a Dios, porque -dicen- o Dios puede evitar el sufrimiento y no quiere hacerlo -lo que indica que no es bueno- o quiere evitarlo, pero no puede hacer -lo que indica que no es poderoso-. En ningún caso es Dios. La argumentación es ingeniosa, pero no resuelve nada: ni el problema del sufrimiento ni el interrogante sobre Dios.
En las palabras que siguen, Jesús expone su punto de vista siguiendo la lógica de Dios. Seguirle a él exige la renuncia a sí mismo, que no es resignación, sino elección. No se trata de aguantarse con el malestar de las cosas, sino de renunciar libre y alegremente a lo pasajero para alcanzar lo permanente. Hay un dicho popular que refleja este pensamiento: No se puede hacer una tortilla sin romper los huevos. El que no renuncia a algo, no puede conseguir algo; el que lo pretenda todo tiene que renunciar a todo. No es un trabalenguas ni un acertijo; es una ley de la vida. La segunda condición es cargar con la cruz. La cruz de la que aquí se habla se refiere a la del seguimiento de Jesús, es decir, a las dificultades que conlleva creer en él. La tercera condición es seguir sus pasos. No se trata de ganar el mundo -¿de qué sirve si se pierde la vida?-, sino de servir al reino de Dios, que no conlleva grandeza humana sino humilde servicio a los más pobres.
Éste era el estilo de Jesús: claro y radical. Disimular las exigencias para conseguir seguidores sólo es una manera de ahorrar para el fracaso.

Maite at: 24 agosto, 2011 22:43 dijo...

A nadie le gusta sufrir ni ver sufrir a los que ama. De hecho pedimos a Dios, Él mismo nos enseñó, que nos libre de todo mal. Y es que hay un tipo de sufrimiento que nosotros mismos causamos: con nuestras envidias y celos, con nuestra pereza y desidia, con nuestro egoísmo y soberbia, nuestra ambición y avaricia. Otros los provocan la enfermedad y las catástrofes naturales. De todos estos pedimos a Dios que nos libre.

Pero el que sigue a Jesús, caminando tras sus pasos, adoptando sus puntos de vista, mirando las cosas y a las personas como Él, dejando que el corazón se empape de sus sentimientos, ése deberá cargar con la cruz, porque ella es la consecuencia de elegir vivir con Jesús y como Él.

La cruz no se puede explicar, hay que llevarla. Supone entregar la vida a fondo perdido, del todo, sin reservarse nada para sí. No se trata de masoquismo, de otra forma se pierde por donde la pensamos ganar. Porque la vida no está en amontonar para nosotros, ni en guardarla como un tesoro, está en darla y gastarla, en dejar que se destile gota a gota o a jirones por ahí.

Solo se puede hacer cuando un amor más grande que ella estalla en nuestro corazón. Aunque solo sea por seguir a Jesús y estar con Él ya merece la pena.