PENTECOSTES-C

domingo, 12 de mayo de 2013

19 MAYO 2013
PENTECOSTÉS

JUAN  20,19-23. Entró Jesús se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros... Recibid el Espíritu Santo

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 12 mayo, 2013 13:02 dijo...

UNIR LO DIFERENTE (Jn 20,19-23)

Asistimos hoy en el mundo a un fenómeno que, sin ser nuevo en la historia, siempre provoca convulsiones e inquietudes. Me refiero al fenómeno de la emigración que hoy va desde los países del tercer mundo hacia los del primer mundo. Los hombres dejan su casa –su cultura, su lengua, su ambiente...– y se aventuran en una casa extraña buscando una vida mejor. Vienen a nuestro mundo y, en muchos casos, suscitan no poca desconfianza y miedo. Y, sin embargo, el intercambio que necesariamente conlleva el movimiento de los pueblos es una oportunidad de enriquecimiento mutuo que a todos nos puede beneficiar. Para los creyentes, la fiesta de Pentecostés es una oportunidad de reflexión y clarificación de esta experiencia cada día más cercana.

Dice la Biblia que la desunión de los hombres y la falta de entendimiento entre ellos tiene su origen en el orgullo. Babel es el símbolo de la ridícula y absurda pretensión de escalar el mundo de los dieses para ser uno de ellos. Hay en ello un rechazo de la propia condición y –ya se sabe–, cuando el ser humano rechaza lo que es, termina rechazando a los que no son como él quiere ser. El pretexto puede ser múltiple: la propia cultura, el propio idioma, la propia visión política, la propia religión, la propia raza... Cuando se absolutiza un elemento, aparece la discriminación, el racismo, la intolerancia, la división, las luchas y las rivalidades.

Frente a Babel, Pentecostés representa la convergencia de lo diferente en un respeto profundo a la identidad de cada uno. No dice el texto sagrado que todos hablaran una sola lengua –sería uniformidad y masificación, la tentación de todos los absolutismos–, sino que cada uno oía el mensaje en su propia lengua. Conservan las propias características, pero poseen un ideal común. El Espíritu es el que hace posible el milagro. El Espíritu reúne lo que la soberbia separa.

Viene todo esto a decirnos que no hay que temer las diferencias o la diversidad ni ver con recelo el pluralismo en cualquiera de los sectores de la vida y de la sociedad. La unidad no puede hacerse sobre la base de sacrificar las diferencias porque eso significa destruir identidades. La unidad tiene que se juntar lo diferente para construir una grandeza que beneficie a todos.

En el orden político y en el orden eclesial será el Espíritu el que haga posible el prodigio de la unidad. Pienso ahora en nacionalistas y antinacionalistas, en progresistas y en tradicionalistas, en derechas e izquierdas... Sólo se construirá un mundo nuevo cuando unos y otros comprendan que se necesitan mutuamente y que el verdadero enemigo es el odio y la ira porque son ellos los que nos destruyen. Quien piensa distinto, siente distinto o vide distinto no es mi enemigo, sino mi complemento. En el coro de la vida podemos interpretar distintas voces, pero una misma canción. En ello está la belleza de la música y de la vida.

PACO ECHEVARRIA.

Maite at: 13 mayo, 2013 21:21 dijo...

Invocamos hoy al Espíritu de forma especial, y con motivo de su fiesta nos hacemos más conscientes de su presencia y acción entre nosotros y en cada uno. Lo invocamos y llamamos, lo pedimos con verdadero anhelo, como clama la tierra agostada y reseca por el agua que necesita para germinar y dar fruto, para alumbrar lo que pugna en sus entrañas por salir a la luz.

En el evangelio de Juan, Jesús Resucitado exhala su aliento sobre los discípulos para que reciban el Espíritu, aliento que recrea el hombre y la mujer nuevos, los hijos de Dios. En los Hechos de los apóstoles este Espíritu aparece con un ruido del cielo, como de un viento recio, en forma de lenguas como llamaradas que se reparten posándose sobre cada uno, llenando a todos. El Espíritu se manifiesta en lenguas diversas que son comprendidas por todas las culturas y razas conocidas y todos entienden, en su propia lengua, qué hablan los que son movidos por el Él: las maravillas de Dios.

San Pablo dice que nosotros poseemos las primicias del Espíritu y que Él viene en ayuda de nuestra debilidad, pues sabe qué nos conviene e intercede por nosotros según Dios. ¿Podríamos tener mejor abogado defensor, apoyo y consuelo? Nos dice también que el amor de Dios se derrama en nuestros corazones por el Espíritu Santo que habita en nosotros. Que hay un solo Espíritu, siempre el mismo, un solo Señor y un Dios, pero diversidad de dones, de servicios, de funciones, aunque es Dios quien obra todo en todos.

Pablo nos recuerda que Cristo es como el cuerpo con muchos miembros, formado entre todos ellos pero uno solo. Podemos ser judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres; de edades, razas, culturas y mentalidades distintas, pero bautizados todos en un mismo Espíritu para formar un solo cuerpo. La razón de la acción y manifestación del Espíritu en todos y cada uno, en la diversidad, es una sola: el bien común.

El Espíritu es más interior a nosotros que nosotros mismos, y sin embargo nos supera y sobrepasa por entero. Presente en todo credo y en toda la creación no se impone jamás, y se siente llamado con fuerza por la pobreza, la fragilidad. Solo mueve a quien se abre a Él y es dócil a su soplo, a quien le anhela y espera como un ciego la luz, un preso la libertad y un muerto la vida.

Ven, luz, consuelo, huésped, descanso, brisa, gozo. Ven, y riega, sana, lava, doma y guía. Ven, Espíritu Santo y enséñanos a descubrirte en la diversidad, a hacer en ella la unidad, y a amar la riqueza que la pluralidad encierra. Ven, Señor y Dador de Vida, y sé la argamasa que une los distintos materiales que aportamos entre todos para la edificación del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.

Juan Antonio at: 19 mayo, 2013 18:46 dijo...

La Palabra de hoy y la de la Víspera o Vigilia, es tan rica en vida que no sabe uno qué decir, como empezar y como hacer esta reflexión.
Después de la Ascensión de Jesús al Padre, los Apóstoles volvieron a Jerusalén y quedaron constituidos Iglesia, bajo la presidencia de Pedro y en unión de las mujeres que acompañaban a Jesús, “además de María, la madre de Jesús y sus parientes".
Se cumplen los cincuenta días, llega la fiesta de Pentecostés y llega la plenitud prometida por Jesús, todos quedaron llenos de Dios por el Espíritu Santo y empieza el “envío”, el andar de la Iglesia, se pierden los miedos, se sueltan las lenguas, se animan los cuerpos y se fortalecen los ánimos y dan a conocer la gloria de Dios, manifestada por Jesús y hecha vida por el Espíritu y empieza el primer sermón del cristianismo, el de Pedro y luego vendrían otros y, como no, las persecuciones, los azotes, los encarcelamientos y sufrimientos por anunciar la salvación en nombre de Jesús: la Iglesia echa a andar hasta hoy.
En el día de hoy deberíamos celebrar el aniversario de la Iglesia, del Pueblo de Dios, pero a nadie se le ha ocurrido esta celebración y ¡mira que tenemos días dedicados mil cosas!
Los siglos nos trajeron errores y aciertos, gloria y sufrimientos, pecados y arrepentimientos y hoy en día estamos, y esperamos, que la Iglesia, este Pueblo de Dios en marcha, se quite el polvo del camino, todas las adherencias extrañas y mire a los orígenes, a las fuentes y viva la fuerza del Espíritu Santo y con ella haga vivo el Evangelio, que Jesús resumió en una palabra, amor.
Leamos y meditemos cada día un párrafo de las Invocaciones que nos propone José Antonio Pagola y Juan nos da como introducción de la Palabra de esta Fiesta.