17 NOVIEMBRE 2013
DOM-33C
LUCAS 21, 5-19: Cuidado con que nadie os engañe.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
DEL FUTURO DE LAS COSAS (Lc 21,5-19)
No sólo la pregunta sobre la muerte personal, sino también aquella que se refiere al fin del universo ha inquietado e inquieta al ser humano: ¿Qué será de este mundo? ¿Cuándo será el final? ¿Cómo será? Es la natural curiosidad del hombre lo que le lleva a hacerse estas preguntas, pero también es la necesidad de respuestas sólidas sobre el sentido de la existencia propia o del mundo. La astrofísica está dando pasos de gigante y cada día explica mejor el qué y el cómo del mismo. Pero escapa de las posibilidades de la ciencia explicar el por qué y el para qué, es decir, aclarar su sentido. Éste es espiritual y no depende de la constitución de la materia.
A Jesús también le plantearon el problema y él se limitó a responder con el lenguaje de su tiempo –el apocalíptico– de modo que se le pudiera entender. Es propio de este lenguaje mezclar los tiempos –los planos de la historia– y crear con ello confusión. Así en el diálogo de Jesús con los discípulos habla de la destrucción del templo de Jerusalén –que tuvo lugar el año 70– y del fin del mundo. La superposición de planos da la sensación de que ambas cosas son simultáneas. La razón de esto es que, para aquella mentalidad, el fin de algo es siempre signo del fin de todo y cualquier acabamiento es anticipo del acabamiento definitivo. Piensan así porque creen que lo importante es cómo se vive el tiempo intermedio, es decir, el tiempo presente.
Para este tiempo hace tres advertencias y da tres consejos. Les advierte que las grandezas del mundo acaban y, por ello, se engañan quienes viven como si fueran eternas; que es inevitable la aparición de embaucadores que, con mentiras y falsas doctrinas, arrastran tras de sí a las gentes; y que la tribulación acompaña siempre a la existencia. Aconseja no perder la calma en la confusión, perseverar en la persecución y confiar en la ayuda de lo alto cuando llegue la dificultad.
Son sabios consejos que pueden venir muy bien en el caminar de cada día. Porque no es malo preguntarse sobre el destino del mundo; pero es mejor preguntarse sobre el compromiso de cada día mientras estamos en él, pues, puede ocurrir que estemos tan preocupados con el futuro que dejemos de ocuparnos del presente y no es bueno eludir las responsabilidades de hoy con el pretexto de los sucesos de mañana. A veces se ha acusado a la religión de esto y no sin razón. Pero creo que no se puede formular esta acusación contra el Evangelio donde las cosas están de sobra claras.
Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios y decía que ya estaba aquí, no se refería a una utopía inalcanzable, sino a una meta hacia la que caminar. El Reino de Dios es el reinado de su voluntad en los corazones y esa voluntad es siempre el bien y lo mejor para la humanidad. Esto no es sólo asunto de futuro. Es exigencia del presente.
Nos gusta conocer el futuro; eso nos permite creer que está ya en nuestras manos y bajo control. Saber qué va a pasar, cómo y cuándo, nos da seguridad, tiempo para prepararnos y organizar y programar.
Jesús no responde a las preguntas sobre el futuro. En la Biblia generalmente la palabra "mañana" se refiere al cumplimiento de las promesas de Dios, pero para el cristiano, que quiere vivir como hijo, las palabras del camino de seguimiento de Jesús son "hoy" y "ahora", que es cuando se realizan la gracia, la misericordia y la salvación de Dios.
A Jesús le interesa el presente del discípulo, vivido, eso sí, en clave de esperanza activa que no ahorra trabajo y esfuerzo para que venga el Reino de Dios.
A Jesús no le gustan los pájaros de mal agüero y plumaje negro, profetas de calamidades, pues somos hijos del Dios amigo de la vida. Y nos previene contra los falsos mesías y mesianismos que ofrecen la salvación en ídolos y fetiches, donde no está, y que vacían de vida en vez de llenarnos de ella.
Tampoco vendrá el final de la mano de guerras y revoluciones, catástrofes y signos espantosos, por más que todo eso ha ocurrido y se sigue dando en el curso de la historia, cuya gestación avanza, como se explica en la hojilla, a través de dolores de parto.
Jesús nos advierte sobre la persecución de que es objeto el discípulo fiel y coherente con su fe, y su obligación de dar testimonio. Ninguno de sus seguidores somos más que el Maestro y estamos llamados a caminar tras sus pasos y vivir su pasión y muerte para llegar con Él a la gloria de la Resurrección.
No nos hace falta conocer el futuro al detalle para hacer camino al andar, pero sí estar preparados para dar testimonio de nuestra fe en territorio hostil y afrontar las consecuencias. Jesús nos asegura que ni un cabello de nuestras cabezas perecerá y nos exhorta, una vez más, a la perseverancia en la fe, la esperanza y el amor.
Llego tarde a la cita, pero lo de mejor tarde que nunca, es la justificación del perezoso o cuestión de prioridades.
Estamos al final de año y la Iglesia nos presenta este discurso escatológico de Jesús, sobre el fin de Jerusalén y del mundo.
No es cuestión de angustias ni ansiedades, éstas siempre las alientas los agoreros, pero el cristiano tiene que tener y vivir su día, en su estado normal de esperanza, de fe y de amor a Dios y a los hombres.
Esta es nuestra vida, en la que nuestra fe, esperanza y amor, la mantiene en constante alerta, en constante vigilancia, en constante lucha por el Reino de Dios, en el día a día, como nos dice Jesús “… cada día tiene su trabajo”.
Ahí está la respuesta de Jesús, no preocuparos de nada sino de dar testimonio, pues lo que tengáis que decir y aun en la desolación, yo estaré con vosotros “pues ni un solo cabello perecerá”.
Nuestro quehacer, nuestro vivir, es el vivir de Cristo, haciendo la voluntad del Padre, y el Padre que nos acompaña siempre, nos dirá en sus infinitos lenguajes cuál es su voluntad en cada momento, tarea que debemos discernir en la oración constante, en la atención a los demás, en el amor de esposo/a, padre/madre, hijo/hija, y así en toda la escala de relaciones, pero, sobre sobre todo en el amor, pues como decía San Pablo, “a nadie debáis nada, más que amor”, pues el amor impulsará toda nuestra vida.
“A los que honran mi nombre, los iluminará un sol de justicia”
Publicar un comentario