12 JULIO 2015
DOM 15-B
MARCOS 6,7-13. Los fue enviando.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
LA FUERZA DE LO DÉBIL (Mc 6,7-13)
Marcos cuenta la elección de los Doce de un modo sencillo y escueto -es el evangelista menos dado a adornar sus relatos-. Jesús elige a doce varones -tantos como fueron los patriarcas de Israel en la antigüedad- y los envía en parejas -estaba escrito en la Ley que no era válido el testimonio de un solo hombre-. Para realizar su misión les entrega el poder de expulsar los demonios -tienen que limpiar el campo para que el Reino de Dios crezca sin obstáculos-. Las instrucciones que les da son bien sencillas: no llevarán otro equipaje que la palabra y lo indispensable para caminar -un bastón y unas sandalias-, aceptarán humildemente la hospitalidad que les ofrezcan y dejarán en paz a quienes les rechacen.
La Iglesia -en los inicios del III milenio- se encuentra ante la tarea de la Nueva Evangelización y los evangelizadores -buscando la mayor eficacia del esfuerzo- corren el riesgo de olvidar las instrucciones del Maestro. Pablo -que sabía mucho de estas cosas- explica, hablando a los corintios, la razón de esa pobreza de medios cuando dice: "Llevamos este tesoro en vasos de barro para que quede claro que este poder extraordinario pertenece a Dios y no viene de nosotros". Dios hace grandes cosas con medios pobres. Si los grandes de este mundo -en cualquiera de los campos en que la grandeza humana es posible- recordaran continuamente que, por muy grande que sea, su poder siempre es efímero y por ello débil, tal vez asistiríamos a un modo de ejercer la autoridad más humano y justo. Pero, desgraciadamente, el riesgo de todo el que sube a la montaña del poder es creer que, por estar alto, pertenece al mundo de los dioses y es más grande que el resto de los mortales...
En cuanto a la hospitalidad que ha de aceptar el evangelizador ¿qué cabe decir en estos tiempos de puertas blindadas y porteros automáticos? En la antigüedad era un valor religioso acoger al forastero, ser solidario con el caminante y ofrecerle comida y cobijo. Hoy hemos optado por desconfiar de todo lo que es diferente y extraño. El evangelizador -aceptando la hospitalidad- propone a los hombres un mundo sin barreras, un estilo de vida con las manos tendidas y abiertas, con ojos que miran a los ojos, es decir, un modo de ser y de vivir construido sobre la fraternidad.
Y luego está el respeto al que no quiere aceptar el mensaje, que no es otra cosa que el reconocimiento de su libertad. En este tiempo de multiplicación de sectas y nuevos movimientos religiosos, conviene no confundir evangelización y proselitismo. La primera es una propuesta desde el respeto; el segundo es un ataque a la dignidad del otro y una amenaza para su libertad. El evangelio de Jesús es un regalo que se ofrece, no una mercancía a la que hay que dar salida. Son tres lecciones válidas para todos los tiempos y especialmente para el nuestro: la fuerza de lo débil, el valor de la acogida y el respeto incondicional al otro.
Francisco Echevarría
Tengo muchos amigos que añoran los tiempos en que la Iglesia tenía más influencia en la sociedad. Creen que todo sería mejor si las escuelas y universidades, la radio y la prensa, la televisión fueran católicas, apostólicas y romanas, y no digamos los partidos políticos. Yo no estoy tan segura...
Me parece que todo esto se aleja mucho del evangelio de este domingo. Los que seguimos a Jesús, tanto en la vida religiosa como en el laicado, tanto los sacerdotes como los obispos y cardenales, estamos llamados a ser evangelizadores. Y a serlo en precario, con austeridad de vida, sin seguridades, con la tarea concreta de predicar la conversión, echar demonios, ungir con aceite a los enfermos y curar. Jesús advierte, incluso, que no todos querrán recibirnos ni escuchar.
Es bueno volver los ojos al Evangelio. Contemplar nuestros orígenes, para ver qué no cuadra con la voluntad del Señor, en qué nos hemos desviado. Porque solo podemos evangelizar con el estilo de Jesús. Quien nos mire tiene que verle a Él. Por eso nuestras obras y palabras tienen que ser las suyas.
Nuestra riqueza y poder está en nuestro Padre, que nos ha bendecido en Cristo; en el Espíritu con que Cristo nos ha marcado y que es prenda de nuestra herencia.
Hasta que eso llegue, aquí nos toca ser llamados "videntes" y, despreciados como profetas, dar testimonio de que es el Señor quien nos envía y capacita para anunciar a todos su misericordia y su salvación.
El Domingo pasado, el sacerdote que celebraba la Eucaristía en la que participé, decía que escuchábamos la Palabra de Dios, no solo oírla, cuando dicha Palabra nos escocía, nos arañaba las entrañas y no nos dejaba igual y esta semana, como siempre, la Palabra de Dios que se proclama es altamente interpelante, escoce, araña nuestro corazón, pues es un impulso a ser misionero, a llevar el Reino de Dios, por nuestra vocación de hijos de Dios que se nos ha dado en el Bautismo y siguiendo las instrucciones de Jesús, el modo de Jesús.
Después de la decepción de Jesús con sus paisanos, por la falta de fe, Jesús envía a los apóstoles a predicar en el entorno donde estaban y les da unas instrucciones.
Como he dicho todo bautizado, tiene la llamada a la proclamación del Reino de Dios, a que sea conocido el amor y la presencia de Dios en el mundo y a llevar a todos la dignidad que las circunstancias de la vida y la propia debilidad de nuestra finitud, le hayan arrebatado.
Tenemos que ser, como nos dice el Papa en la E.G, evangelizadores que oran y trabajan, porque trabajar sin orar, u orar sin trabajar, no va, porque se esconde lo que ha de vivirse o se vive sin fondo alguno, pura superficialidad.
En nuestra acción misionera deberíamos hacer vida la última parte, el Capítulo V ( y toda ella claro está), de la Exhortación La Alegría del Evangelio, donde trata de Evangelizadores con Espíritu, y a ella me remito en la reflexión que pudiera hacerse, pues quien mejor que nuestro Padre y Pastor.
Lo que sí quisiera resaltar es la austeridad que Jesús impone a los Apóstoles, no llevéis, dinero, ni bastón, ni túnicas de repuesto, ni, ni....... y ahora ¿cómo llevábamos el Reino de Dios?
Cuantas cosas: grandes catedrales, ricas iglesias, ricas vestiduras, vasos sagrados de oro y piedras preciosas, fastuosas celebraciones, medios informáticos como páginas web de todas las Ordenes y Movimientos religiosos, a las que podemos acceder desde nuestros móviles.....,
Pero quiero recordar la respuesta de un maestro jubilado a quien preguntaban qué era lo más necesario para enseñar y decía que UNA BUENA PIZARRA Y LA TIZA y yo digo que para evangelizar hoy, como ayer y como siempre, una Biblia, pues con ella rezaremos, con ella haremos nuestra la vida de Dios que Jesús nos enseñó y viviremos la fuerza del Espíritu, desde los principios de los tiempos en el Génesis al Apocalipsis con la gran revelación de la salvación en el sacrificio del Cordero: volver y estar con las fuentes, que muchas veces olvidamos o simplemente oímos sin escuchar, sin asumir y hacer vida.
María, Reina de las Misiones, haznos enviados de tu Hijo para llevar al Padre con la fuerza del Espíritu, AMEN
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