20 SEPTIEMBRE 2015
DOMINGO 25-B
Mc 9,30-37. Quien quiera ser el primero, que sea el
servidor de todos.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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AL SERVICIO DE LOS DÉBILES (Mc 9,29-36)
Por segunda vez anuncia Jesús su destino: caer en manos de los hombres, morir y resucitar; y por segunda vez los discípulos prefieren no enterarse del asunto. No estaban allí para seguir a un fracasado, sino a un triunfador. Caminaban con él, pero, interiormente, estaban muy lejos de seguirle. Para ser discípulo, hay que seguir al maestro consciente y voluntariamente. Tal vez sea éste el problema de muchos cristianos de hoy día. Son los cristianos por inercia: están ahí porque alguien los colocó allí un día pero nunca se han preguntado lo que eso significa.
El tema de la conversación que mantenían durante el camino indica lo lejos que estaban de las intenciones de Jesús. Mientras él hablaba de sufrimiento, humillación y muerte, ellos discutían sobre el reparto del poder. Jesús aprovechó la ocasión para aclarar las cosas una vez más: en la comunidad cristiana el primer puesto -el más importante- lo ocupan quienes en la sociedad están menos considerados y el primer deber de la autoridad es servir a éstos. Ya lo había dicho María: Dios destrona a los poderosos y aupa a los humildes. Para ilustrar su pensamiento puso en el centro del grupo a un niño y lo abrazó con cariño. El signo adquiere un relieve especial si se tiene en cuenta que, en aquel tiempo, los niños pertenecían al grupo de los desfavorecidos.
Es cierto que él hablaba de cómo deben ser las cosas en la comunidad de sus discípulos, pero sería bueno que los poderosos y los grandes del mundo meditaran sobre estas palabras de Jesús y se pregunten sobre la legitimidad de su poder. En verdad ¿cuál es la razón de ser -la justificación- de la autoridad y del poder humano? Es decir: ¿qué razón hay para que unos hombres tengan poder sobre otros y puedan decidir sobre sus vidas, siendo así que todos somos iguales? No me sirve decir que han sido elegidos democráticamente. Eso sólo evita que no sean considerados unos usurpadores. Yo encuentro que la única justificación de la autoridad es defender y apoyar a los débiles para que no sufran el abuso de los fuertes, defender a quienes no pueden defenderse o no tienen quien les defienda. La autoridad tiene, por tanto, la misión de equilibrar. Así debe ser en la comunidad cristiana y ojalá que así fuera en la comunidad humana. Si éste fuera el caso, el mundo sería más justo y más cómodo y fácil el vivir, sobre todo para algunos que lo tienen muy difícil.
El dicho final de Jesús es una advertencia: sólo acogiendo a los despreciados se puede encontrar a Dios. Sus discípulos, en vez de buscar egoístamen¬te el provecho personal, deben olvidarse de sí mismos y ayudar a los desposeídos, a los desheredados, a los olvidados. Y esto no hay que hacerlo desde arriba -desde posiciones de poder-, sino abrazando, es decir, por amor y con amor.
Francisco Echevarría
En el libro de la Sabiduría el justo, con su conducta y sus palabras, da grima a quienes no son como él. Por eso se convierte en objeto de persecución y violencia.
En las primeras comunidades cristianas Santiago es testigo de envidias y peleas, luchas y conflictos, codicias y ambiciones.
Incluso los discípulos de Jesús, instruidos directamente por Él, no podían evitar caer en la tentación de averiguar quién era el más importante entre ellos, aunque acabaran de oír de labios de Jesús el anuncio de su pasión y muerte.
Hoy y siempre la envidia y los conflictos, el deseo de estar por encima de los demás, anidan en nuestro corazón. Ayer y hoy muchos pobres y pequeños, como el salmista, solo tienen a Dios como refugio y protector ante otros hombres violentos e insolentes.
Los que seguimos a Jesús y escuchamos sus palabras sabemos que el que quiere ser el primero está llamado a ocupar el último lugar y ser el servidor de todos, a acoger a los niños y a los que son como ellos: los más pobres, pequeños e indefensos.
Qué contrario es esto a nuestra naturaleza, pero es el único camino del discípulo. Es la única manera de identificarnos con Jesús y su Reino. Con Él, que vino a servir y no a ser servido, que se abajó hasta la muerte, y muerte de cruz, que acogió y valoró a los niños y a los últimos de la sociedad de su tiempo.
Cuánto cambiaría la nuestra si nos sirviéramos unos a otros en vez de buscar ser superiores a los demás. Busquemos, mejor, como hijos de Dios, la sabiduría que viene de arriba, amante de la paz, comprensiva, llena de misericordia y buenas obras. Si procuramos la paz, estaremos sembrando la paz, y su fruto es la justicia: un mundo nuevo y una tierra nueva.
Esta semana Jesús nos presenta una norma de conducta, una actitud de vida de quien se diga su seguidor, que puede que como en el discurso del Pan de Vida, haga que muchos se marchen, salgan de la comunidad, o estén en ella como el que ha venido a medrar, a sacar partido, cosa que los mismos doce discutían entre ellos, de ahí la pregunta de Jesús, "de qué hablabais por el camino".
Es como lo llama el Papa Francisco y como lo llaman muchos en nuestra comunidad cristiana, yo aquí he venido a hacer carrera, y cuantas veces hemos escuchado, “este como mínimo Obispo”.
Y vine Jesús y nos rompe todos los esquemas, el que quiera seguirme, sea el último y servidor de todos. No lo dijo una vez, más, por ejemplo cuando la madre de los Zebedeos le pide los primeros puestos, les habla de los jefes y tiranos, “pero entre vosotros no será así ......
Qué distinto de nuestros pensamientos que están puestos en sobresalir, en ostentar cargos y prebendas, en presidir, en ser mandamases de lo que sea, pero mandar, porque el que quiere mandar es porque no quiere hacer, yo mando pero no hago nada.
El último y servidor de todos, como decía S. Ignacio en sus normas (?), “en todo amar y servir”, qué bien recogió el pensamiento del Maestro.
Acudamos a nuestra Madre y Señora, María, que fue la que se hizo esclava, la que se humilló ante el misterio de Dios presente en su seno y proclamó las grandezas del Señor, y que como Madre de todos los hombres nos ayude a decir AMEN
Me parece que, en estos textos, cabe entresacar para nuestra vida actual, lo siguiente:
1.- Cuatro cuestiones básicas:
a) La sabiduría nos desvela que el amor a la verdad y el amor a la justicia no son aplaudidos por los poderosos y que quienes encarnan tales virtudes suelen ser perseguidos por cuanto subvierten el desorden de desigualdades establecido;
b) En el Salmo se subraya que la fe y la fortaleza se sustentan en la fuerza del espíritu divino que habita en nosotros;
c) Santiago, frente a las disputas internas de las comunidades y las injusticias externas por envidias, ambiciones, enfrentamientos y afán de poder, muestra que lo positivo de la sabiduría es evitar la guerra y construir la convivencia sobre la justicia y la paz;
d) Jesús, por Galilea, se muestra no como potentado sino como pedagogo. No tiene poder sino autoridad, docente y práctica. En consecuencia, invita a entender la vida como servicio –desde el reconocimiento de la propia pequeñez-.
2.- Aplicaciones para la vida cotidiana: a) mantenerse en las sendas de la verdad y la equidad, consigo mismo y con los demás; b) fortalecer la fe; c) promover la paz, la igualdad, la libertad, el diálogo, la justicia y la solidaridad en todo momento y en toda circunstancia; d) no ambicionar el poder sino ser amante de hacer el bien y de servir, pues es la praxis la que justifica nuestra fe y nos da autoridad verdadera.
3.- En estos momentos de movimientos migratorios forzados por las guerras, el hambre y demás necesidades básicas hay una clara invitación al compromiso efectivo y práctico.
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