5 JUNIO 2016
DOM-10C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
2 comentarios:
La alabanza del salmista, exaltada y gozosa, resuena también en los labios de otros muertos que han vuelto a la vida: el hijo de la viuda que acoge a Elías, el muchacho de Naín. Y prende también en los corazones de quienes son testigos de las obras del Dios de la vida y aman tanto a los que perdieron para volver a recuperarlos después de instantes de angustia y desesperación: el profeta, el cortejo fúnebre, las dos madres viudas.
También Pablo es despertado a la vida nueva después de vivir en sombras de muerte, persiguiendo y asolando comunidades cristianas.
El dolor, la soledad y el llanto de una madre conmueven a Jesús. Se dirige a ella para pedir: no llores; y al muchacho: levántate. Y el gentío que los acompaña es testigo de que Dios visita a su pueblo, porque acaba con las lágrimas y la muerte, y devuelve la vida y la esperanza.
Nosotros, los que seguimos a Jesús, conocemos al Dios que cambia nuestro luto en danzas y nos hace revivir cuando ya bajábamos a la fosa. Y ese Dios anunciamos a tantos que viven al borde del abismo: al Señor y amigo de la vida con entrañas de compasión y misericordia.
Si examinamos el texto del Evangelio de este Domingo, podemos ver en él tres partes:
Un primera que nos dice a donde iba Jesús y sus discípulos y cuantos le seguía, una segunda, la realización del signo del milagro, de devolverle la vida al joven fallecido y la tercera la alegría de aquella gente que cambia el llanto por la alegría y el agradecimiento a Dios.
De las tres partes no podemos dejar ninguna, aunque resaltemos la segunda.
No dejamos ninguna porque en la primera nos muestra a Jesús itinerante, activo, va en busca de la gente para difundir el Reino de Dios, razón de su estancia entre nosotros hasta llegar a la entrega total y que todo ello nos puede hacer recapacitar esas palabras del Papa que tanto repetimos y no sé si llevamos a cabo, salir a buscar a todos esas personas deseosas de Dios, aunque no lo sepan, y están esperando una palabra, un gesto, una coherencia de nuestra vida que le haga saltar la chispa de la fe y la esperanza, pues el amor llegará con ello.
La segunda es la realización del signo, del milagro de devolver a su madre el joven vivo, pero con un preludio, “sintió compasión” y esta compasión le movió a consolar a la madre “no llores” y por último la entrega del hijo vivo; pero tenemos que reparar en ese sentimiento de compasión que Jesús tuvo en ese momento del dolor extremo, de la angustia total, de la desolación para esa madre que lo perdía todo, pues ya no tenía nadie más en su familia.
En nuestro convivir, nos encontramos con muchas ocasiones de dar ese consuelo, de llevar una alegría, de tener un sentimiento de compasión, de estar con los que lloran, los que sufren, los que nada tienen y lo que tienen le es arrebatado por los avatares de la vida, y para ello tenemos que dejar de mirarnos el ombligo y alzar la cabeza para ver, reflexionar y actuar, y lo demás “cuantas veces no lo hicisteis con uno de estos pequeños, ….”, como decía la semana pasada, las bienaventuranzas, el juicio de las naciones y el amor desde el que decimos a Dios, Padre nuestro…….
En la tercera parte, el pueblo agradece a Dios el milagro, dando gloria a Dios por cuanto habían visto y oído, “Dios ha visitado a su pueblo”.
En nuestro examen de cada día vemos las gracias que hemos recibido, los dones que se nos ha dado, las maravillas que se nos ha derramado?, damos gloria a Dios por todo ello?, pues ni lo merecemos ni nada hemos hecho para merecerlo.
Meditemos la Misericordia de Dios con nosotros, aún en el dolor y el sufrimiento.
Hoy es la festividad del Sagrado Corazón de Jesús, día del amor de Jesús por la humanidad, démosle gracias y pidamos que nuestros sentimientos sean sus sentimientos como nos decía S. Pablo, (Flp. 2,5)
Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN
Publicar un comentario