22 MAYO 2016
TRINIDAD
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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DIOS Y LO HUMANO (Jn 16,12-15)
El misterio de la Santísima Trinidad –Dios es uno en una triple manifestación– resulta a muchos un misterio poco útil y así es si tratamos de comprenderlo desde la lógica matemática, es decir, como si se tratase de un teorema que hubiese que explicar. Pero la revelación cristiana no es un ejercicio de clarificación de misterios ocultos con el objetivo de satisfacer la curiosidad humana, sino la manifestación de claves existencia¬les, es decir, de una verdad que ayuda al ser humano a descubrir su esencia y a vivir humanamente. No en vano dicen las Escrituras que el hombre está hecho a imagen de Dios. En definitiva, de lo que se trata no es de conocer el misterio del Dios, sino de conocer el misterio del hombre y de su existencia en el mundo. La verdadera pregunta no es cómo se entiende el misterio de la Sma. Trinidad, sino para qué se nos revela ese misterio.
Decimos que Dios es uno, no que sea un solitario, un ser ensimismado, encerrado en sí mismo, desconectado de todo lo que no sea él. Sería como divinizar el egoísmo. Dios es comunión, es decir, no es un yo sin un nosotros. Y ésta es la primera clave de nuestro ser y de nuestro existir. Sólo podemos ser nosotros mismos con los demás. Quien se encierra en sí mismo se hunde en el pozo profundo de la neurosis. Quien mira hacia el fondo se hunde cada día más. Sólo quien mira hacia lo alto y hacia afuera puede salir de esa enfermedad de la mente y del espíritu que es el ensimismamien¬to.
Decimos que es Padre-Madre, es decir, origen y fuente de la vida, amor que se da, que se entrega, que se comunica. Es donación. En el gesto fecundo de darse encuentra el ser humano lo mejor de su esencia. No hay gesto más humano ni más dichoso que el de dar la vida que uno es. Me pregunto si la cultura del sexo sin riesgos –es decir. sin la complicación de los hijos– es un camino hacia la felicidad o, por el contrario, un callejón sin salida. Decimos que Dios es Hijo, es decir, el amor pasivo, el amor que se acepta, que se recibe. Es la acogida. Se trata de reconocer la otra cara del amor, aquella que nos permite ser amados y gozar en ello. Puede decirse que el ser humano es alguien que abraza y es abrazado, porque sólo en el abrazo mutuo está el ser completo. Lejos de nosotros la autosuficiencia del que cree que se basta a sí mismo. También éste es un solitario. Y decimos que Dios es Espíritu, es decir, vida. Es el amor en sí mismo, la corriente vital que fluye entre aquellos que se abrazan, la conciencia de la unidad más allá del ser de cada uno.
Dios es Trinidad y lo es el ser creado a su imagen. Tal vez a alguno le parezca poesía, pero una poesía destinada a iluminar la tosca prosa de la realidad. Dios es donación, acogida y amor. El ser humano o es eso o no es nada.
Francisco Echevarria.
Nos miramos en la Trinidad como en un espejo y encontramos nuestra vocación más genuina: la de vivir en comunión de amor y de proyecto con los Tres, Padre, Hijo y Espíritu Santo, con los demás, en la Iglesia universal, en un mundo sin fronteras, y con todo lo creado.
Nos sumergimos en un misterio de alabanza y adoración, de éxtasis contemplativo que nos saca de nosotros mismos y nos penetra de la belleza y la grandeza de Dios, amado sobre todas las cosas.
Señor dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él? Tan pequeño, pero coronado de gloria y dignidad, administrador de todo lo creado, hijo tuyo, sujeto de tu amor y morada de tu Espíritu.
Santa Teresita contemplaba el misterio de la Trinidad, inmensa e insondable, eterna e inabarcable, y se dirigía a ella como una niña: Tú eres la prisionera de mi amor. Porque Dios uno y trino encuentra sus delicias entre nosotros y es el amor el que le hace descender hasta nosotros y a nosotros ascender hasta él.
Preguntas: ¿y de qué sirve el éxtasis gozoso, pararse a contemplar un misterio que nos desborda y nos supera? Cuando veas que tú formas parte de él, de esa corriente viva de amor que fluye sin cesar, te darás cuenta de que todos somos iguales, seres inmensamente amados, hermanos con un mismo Padre, y el amor te sacará de ti hasta consumirte en él, haciendo de tu vida un don para los demás, los de lejos y los de cerca, como Jesús. Y ésa es la obra del Espíritu en ti.
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