4 SEPTIEMBRE 2016
DOM-23C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
VALOR Y SENSATEZ (Lc 14,25-33)
Al contrario de lo que suele hacerse, Jesús no habla a quienes le siguen de las ventajas, sino de los inconvenientes del seguimiento. Es consciente de que muchos de sus acompañantes no saben realmente dónde se están metiendo. Sus palabras suenan a exageración y máxima exigencia: no puede ser discípulo suyo quien no pospone lo más querido de este mundo. Quien se vincula a Jesús no puede tener otras ataduras. Él tiene que ser lo primero. Es verdad que no dice que haya que abandonar a la familia. Pero deja claro que hay que estar dispuesto a hacerlo.
El mundo en el que vivimos es un mundo de arreglos, pactos y compromisos. Lo cual no tiene por qué ser malo, siempre que no exija renunciar a los propios principios. Irenismo se llama eso de transigir en aras de la tranquilidad. Significa paz falsa y, tarde o temprano, como todo lo falso, se quiebra. Pero tal vez, hoy día, el problema peor no sea que se dejen de lado los propios principios –lo cual supone que se tienen–, sino no tener principios. La cultura actual ha hecho de la utilidad uno de los valores fundamentales y no parece que entren en esa categoría los valores éticos y morales que son la fuente de la que brotan los principios que luego se concretan en normas de conducta. Hoy muchos van a lo que salga. Actúan en cada momento según se les antoja, según su conveniencia, beneficio o disfrute, sin importarle las consecuencias que de ello se deriven para sí o para los demás.
En este contexto, las palabras exigentes y radicales de Jesús suenan a exageración. Pero ¿no ocurre con harta frecuencia que reaccionamos de la misma manera cada vez que alguien hace una opción que compromete radicalmente su vida? Cada vez que alguien abraza la vida religiosa o contrae matrimonio o forma una familia numerosa aparece el chistoso de turno que expresa en voz alta lo que muchos piensan en voz baja: que es una barbaridad en estos tiempos asumir compromisos semejantes. Olvida la sociedad pragmática y utilitarista que los grandes hombres lo son gracias a sus grandes decisiones. La falta de compromiso y de decisión sólo crea espíritus mediocres.
Esto no quiere decir que una gran decisión no deba ser sopesada. Sería insensatez y grave error decidir sin medir las propias fuerzas. Por eso Jesús, después de exigir renuncia a todo, invita a pensar en la propia capacidad. Es una necedad empezar a construir una casa sin tener los medios necesarios o emprender una guerra sin conocer el poder del enemigo. Los lanzados terminan o haciendo el ridículo o derrotados. A quienes le siguen, Jesús pide renuncia y prudencia porque la recta conducta se edifica sobre la reflexión y el valor. No todos tienen capacidad para cargar con la cruz y subir con el Nazareno hasta el calvario. Muchos sólo pueden mirar y lamentarse. Quienes se sientan llamados y capaces pueden considerarse unos elegidos. Pero la elección, más que un honor, es una carga.
Francisco Echevarría
Jesús deja claro que no puede ser discípulo suyo quien tiene el corazón partido; hay que dar entero un corazón apasionado. También hace falta cargar con la cruz detrás de él. Y, como tan bien explica Juan en la hojilla, no se puede llamar cruz a lo que poco o nada tiene que ver con ella. La cruz está, precisamente, en las consecuencias del seguimiento. Por eso quien desea ser discípulo ha de sentarse a reflexionar qué le supone y calibrar si está dispuesto a renunciar a todos sus bienes.
Solo la sabiduría del Espíritu, la que hace comprender lo que Dios quiere y le agrada, puede enseñarnos que Jesús es el mayor de los bienes, que supera a todos los demás, y hace de la renuncia a ellos una afirmación gozosa y no una desnudez patética.
Es la sabiduría que hace reconocer al salmista que Dios es su refugio y que para él mil años son como un día pasado. Por eso pide un corazón sensato y que Dios haga propicias las obras de sus manos. Es la sabiduría que lleva a Pablo a ver en el pobre Onésimo un hijo, un hermano querido para su amo Filemón.
O la que llevaba a Francisco de Asís a exclamar: Dios mío y todos mis bienes.
Hoy llego tarde a la cita y es porque me he resistido, porque ante las exigencias del Evangelio podía decir que no soy cristiano, pues ni pospongo a nadie, ni cojo la cruz y le sigo y por supuesto sigo apegado a las riquezas, que no tienen porqué, pero lo son, solamente el dinero, las cosas materiales.
Es tan grande la interpelación del Evangelio que creo que lo leemos muy de prisa y lo reflexionamos con mucho maquillaje, esto es así, pero…….
No, las exigencias de Jesús o las asumimos o tiramos para otro lado.
En la primera exigencia leemos “pospone”, sobre todo Dios
En la segunda, asumir la hostilidad de la sociedad y tomar la cruz
En la última, despojarnos de todos, en puro ejercicio de la justicia para que todos seamos dignos hijos de Dios.
Cómo leemos el Evangelio, cómo lo meditamos, cómo lo hacemos vida?
Hoy, con el Papa Francisco, repetimos hasta la saciedad lo de “Iglesia pobre para los pobres”, pero yo, no otros, hablo por mí, la sigo viendo igual, rica, pues con todo lo que ha caído y lo que sigue cayendo, ¿de qué cosa superflua se ha desprendido la Iglesia como institución y los cristianos como miembros de ellas y yo el primero?
Y vuelvo a repetir, el desprendimiento fue anunciado por un santo en una encíclica (S.R.S) , no lo digo yo, Dios me libre, pero seguimos siendo igual de rico, y cada uno vea qué tenemos en nuestras Iglesias/ iglesias, de superfluo, de lo que no nos lleva al Reino de Dios para nada; es que es riqueza de siglos, pues es como el abuelo que ahorra y resulta que luego el hijo y el nieto lo necesitan y lo venden: pues aquí parece que ni hemos tenido hijos ni nietos que pasen necesidades, pese que a las puertas de los templos y demás centros eclesiales, siguen llenos de gentes que piden.
Si seguimos siendo ricos, si la Iglesia no puede desprenderse de nada, pienso que ni somos Iglesia ni somos cristianos.
Señor, perdona esta reflexión, que puede ser una arrogancia por mi parte, y si es así quiero que persona más cualificada me lo diga, mi correo es jagferia@gmail.com, pero así lo siento, así lo veo y así lo digo y el primero en entonar el mea culpa soy yo, con mi comportamiento, muchas veces, egoísta, soberbio y puede que arrogante, pero a pesar de ello, o somos pobres y lo demostramos –todo lo tenían en común- o cerramos el quiosco.
Virgen Santísima, Madre de Dios y Madre nuestra, danos un alma de pobre, AMEN
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