9 OCTUBRE 2016
DOM-28C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SOBRE LA GRATITUD
Según cuentan los evangelios, lo de no ser agradecido es cosa antigua. De diez leprosos curados sólo uno vuelva a dar las gracias. Este hecho nos hace caer en la cuenta de que, como entonces, la gratitud es hoy un valor en baja –como otros muchos valores–. Y no es cosa buena para la felicidad de un pueblo que sus gentes olviden la sana costumbre de agradecer los favores recibidos. Buscando la razón de este desuso, encuentro posibles causas y ninguna de ellas me gusta.
Tal vez se deba a que, para algunos, la gratitud es un sentimiento de débiles porque indica una cierta inferioridad de quien recibe el favor. Se olvida en este caso que la autosuficiencia de quien pretende no necesitar a nadie es una forma de autoengaño. El ser humano es limitado y, por tanto, necesitado. La ayuda, el favor, es una forma de ser solidarios en la necesidad. Quien se cree un dios no pasa de ser un ridículo engreído.
Puede que la razón de la falta de gratitud sea que no valoramos debidamente los dones recibidos. El vacío, la insatisfacción, es el sentimiento de quienes están acostumbrados a tenerlo todo y a no valorar, por consiguiente, nada. El vacío existencial suele ser un sentimiento propio de las sociedades que tienen sobresatisfechas las necesidades de orden material.
Y puede que la razón sea más profunda. Hoy está en crisis el valor de la vida. Las campañas a favor del aborto –que limita la vida en sus comienzos– y de la eutanasia –que la limita en su final– dan como resultado una mentalidad en la cual la vida humana es un valor relativo (sé que este discurso no es hoy políticamente correcto, pero ¡me trae sin cuidao!). Y ¿qué puede tener valor cuando la vida no vale? De esa forma, perdido el aprecio de la vida, se pierde también el aprecio de aquello que la hace posible o feliz.
Aunque yo más bien me inclino a pensar que la crisis de la gratitud es consecuencia de la crisis del amor. El amor nos empuja a entregar a la persona amada todo lo que somos, podemos o tenemos, sin esperar nada a cambio, sólo por la dicha que conlleva la entrega. En esta dinámica, el amado o la amada saben valorar en su justa medida la grandeza del don y surge la gratitud como respuesta. Si esto es así, la falta de gratitud en un pueblo es signo de que falta el amor. Y sin amor ¿hacia dónde caminamos? ¿qué sentido tiene la vida?
Este sentimiento, que pierde brillo cuando se trata de seres humanos, se apaga completamente cuando se refiere a Dios. El término gracia es clave en el pensamiento cristiano. Para nosotros –en palabras de Pablo– todo es gracia y don, pues, fuera de Dios, nada es necesario. El mundo y lo que contiene podría no haber existido. La vida, por tanto, es un acto de gratuidad, un don inmerecido, una gracia, y el sentimiento cristiano más importante, después del amor, es sin duda la gratitud y la alabanza a Dios. Y, dado que la gratitud se manifiesta en la gratuidad, en la generosidad, tal vez esto explique el mucho egoísmo que nos sobra.
Naamán, el sirio, era un hombre agradecido, a pesar de lo mucho que le había costado seguir las instrucciones de Eliseo y bañarse siete veces en el Jordán, cuando las aguas de los ríos de su tierra eran infinitamente mejores para él.
También el salmista sabe de agradecimientos. Testigo de la misericordia y de la fidelidad de Dios con la casa de Israel, exhorta a todos a aclamar, gritar, vitorear y tocar para él.
Pero de los diez leprosos del Evangelio solo uno vuelve a dar las gracias, y recibe de Jesús la curación integral. Los otros no sabían que es de bien nacidos...
Pablo da a Timoteo un valioso consejo para vivir en clave de agradecimiento con Dios: Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Hacer memoria es repasar con mimo, evocar con cuidado las acciones de Dios en nuestra vida. En otro lugar el salmista, después de hacer este saludable ejercicio, exclama: Tus acciones, Señor, son mi alegría, y mi júbilo las obras de tus manos.
El agradecimiento nos llena de energía positiva, saca de nosotros lo mejor que tenemos, limpia nuestra mente y corazón y nos dispone a recibir la salvación integral, plena y total de Jesús. Porque nace de la conciencia de sabernos amados, favorecidos, amparados, cuidados.
Santa Teresa decía que era de condición tan agradecida que se le podía sobornar con una sardina, y que si no sabemos que recibimos, no despertamos a amar.
La Palabra de Dios esta semana nos trae el tema del agradecimiento y diremos, agradecimiento de que, porqué y es que somos tan soberbio que nos creemos autosuficiente en todo, como si nos hubiéramos dado la vida, la luz, el día, la noche, la creación entera.
Agradecimiento porque hemos sido creado con amor, agradecimiento porque vivimos por amor, agradecimiento porque todo se nos da para nuestra felicidad.
Parece que se desconfía del gesto hecho por pura gratuidad, en unos tiempos donde el voluntariado está a la orden del día, en creyentes y no creyentes, pero el agradecimiento, el dar las gracias, parece que ha pasado a la historia y hay que recuperar el agradecimiento, porque cada vez hay menos lugar para lo gratuito, hoy todo se mide, todo se pesa, todo tiene su precio y olvidamos que o nos damos o no damos nada.
Cuando damos la charla a los novios, siempre sale el don al final de la charla, el don de sí al otro, el don de sí a Dios en el otro y que nunca se diga una frase muy corriente en un acaloramiento “con todo lo que te he dado”, pues si has cargado al otro de obsequios y no te has dado, no has dado nada y cuando hacemos algo por algo, es un mero trueque, te doy para que me des. Lo gratuito es sin nada a cambio, solamente reconocer el don recibido.
Parece que no se sabe vivir de manera agradecida, y para ser agradecido primero tenemos que captar el lado positivo de la vida, no dejar de asombrarnos de cuanto se nos regala al despertar, la creación entera; tenemos que percibir que todo ese don viene de Dios, que no hemos hecho nada para merecerlo y de ahí salta nuestra alabanza a Dios y como consecuencia de todo ello vivir la alegría al percibirlo todo de Dios.
Tenemos que dejar los ojos abiertos para ver que abunda más lo bueno que lo malo, para dejar la indiferencia en todo, la monotonía y el aburrimiento y para vivir de forma agradecida nuestra vida, reconociendo la vida como buena, pues así nos lo enseña el Génesis, “ y vio Dios que todo era bueno”.
Nuestra oración por ello, hoy que celebramos la festividad de las Témporas de acción de gracias y petición, tiene que empezar siendo agradecidos y luego presentarle a Dios aquello que necesitamos por nuestra finitud y debilidad, las fuerzas para estar con Él y con los hermanos, aunque sea con una simple sonrisa, un simple acompañar y siempre, siempre, reemprender el camino.
María, Madre del Amor Hermoso y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
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