18 JUNIO 2017
CORPUS
CHRISTI
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL PAN DE LA VERDAD (Jn 6,51-58)
Son dos los días en que la Iglesia celebra de modo especial la Eucaristía: el Jueves Santo, que conmemora la institución de la misma, y la fiesta del Corpus, centrada en el misterio de la presencia de Jesús. Este año se nos lee un fragmento del discurso del pan de vida pronunciado por Jesús después de la multiplicación de los panes. La gente lo había visto resolver sus problemas y consideró que era el líder que necesitaban, así que decidieron elegirlo rey. Pero no eran esos los planes de Jesús. Por eso se quitó de en medio. Cuando dieron con él, les habló muy claro: “El pan que yo puedo daros -vino a decirles- es el pan del cielo, la vida para siempre. Para eso es necesario comer mi carne, compartir mi vida, asumir mis ideales. Pero no es eso lo que vosotros queréis”. La reacción de la gente fue abandonarlo. Sólo quedaron los Doce.
Fue un momento importante en el ministerio de Jesús. Hasta entonces la gente lo buscaba por su poder. Cuando empieza a plantear exigencias desde su mensaje, le dan la espalda. La pregunta que la Iglesia ha de hacerse en cada momento es: ¿De qué se trata: de tener a las masas con nosotros o de predicar el evangelio de Jesús, aunque eso signifique quedarse en cuadro? Viendo el modo de actuar de Jesús, la respuesta parece evidente. Y es que, a diferencia de quienes fundamentan su poder en los votos, la Iglesia tiene una misión que ha de cumplir a tiempo y a destiempo, con el viento a favor y en contra. Adaptar el mensaje a las conveniencias de cada tiempo y grupo con tal de que se queden es ser infiel a su Señor y al pueblo que pretende conservar. La demagogia queda para quienes buscan estar siempre en la cresta de la ola a costa de lo que sea, no para quienes tienen la misión de navegar por los mares del mundo.
El compromiso de la Iglesia y de cada creyente es con la verdad, porque sólo ella libera y salva. Su tentación es adorar los poderes de este mundo y sacrificar la verdad en el altar del éxito y la popularidad. No está en mundo para que la quieran, la valoren y la admiren, sino para que la oigan cuando anuncia el mensaje de Jesús. Ése es el verdadero servicio y bien que puede hacer a la humanidad. Puede que al principio muchos la abandonen, también dejaron a Jesús y ¡eso que hacía milagros!, pero ella no puede abandonar su misión.
Cuando la Eucaristía pasee por nuestras calles, tendremos que preguntarnos si el paso de Jesús-Eucaristía por la ciudad significa la acogida de su palabra en los corazones de quienes acuden a contemplarlo; si celebramos su presencia y la vigencia de su mensaje o, por el contrario, todo es ausencia. Sólo el pan de la vida da vida al mundo. Si la Iglesia lo olvida, pierde su razón de ser.
Celebramos este domingo la fiesta del Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Jesús. Alimento que supera al maná del libro del Éxodo; pan partido y cáliz de acción de gracias que nos une a todos en el Cuerpo de Cristo, pan vivo para dar vida. Verdadera comida y verdadera bebida.
El Papa Francisco ha recordado que el Cuerpo y la Sangre de Cristo no son un premio de buena conducta, sino fuerza para superar la tentación y sustento en el camino de la vida. Comulgar el Cuerpo y la Sangre de Cristo nos obliga también a discernir la sinceridad y el alcance de nuestra comunión con los hermanos. Nos empuja y compromete a entregar la vida, como el Maestro, haciendo el bien, sanando, cuidando y consolando.
Es el día de Cáritas, la Iglesia que se organiza para ser las manos y los brazos de Jesús que pasa; su cuerpo entregado y repartido, porque es el día del Amor.
Adoremos el sacramento del altar y reconozcamos también el cuerpo del Señor roto en tantos hermanos que sufren el azote de la pobreza en todas sus formas, la enfermedad, la exclusión, el hambre o la guerra.
MISTERIO Y AMOR
El misterio es aquello que rozamos por la fe que el Espíritu Santo nos da, no sé si con ello estoy diciendo algo fuera de lugar, pero esa es mi reflexión sobre ello y en los Evangelios Jesús nos habla de los grandes misterios de su vida con el Padre y con nosotros y uno de ellos es el Pan de Vida, su Carne y su Sangre, que se nos relata en el capitulo sexto de S. Juan.
Ahora, después de veinte siglos de vida cristiana, nos parece que es fácil entender ese discurso, ello por la acción del Espíritu que alimenta nuestra fe, pero trasladémonos al momento en que los judíos, discípulos y apóstoles oían estas enseñanzas de Jesús y es comprensible entender, como nos relata el final del capítulo, que algunos se fueran por lo duro del lenguaje y que incluso los discípulos dudaran y es el mismo Jesús quien les dice que “es el Espíritu quien da vida” y así es y así ha sido y así será y nosotros lo tenemos que vivir intensa e internamente.
El misterio está ahí, tenemos que comer su carne y beber su sangre, será luego en la última cena cuando Jesús nos diga el cómo, y ese cómo no es más que la máxima expresión de amor al quedarse hecho Hostia viva y Cáliz de salvación, junto con los consagrados que nos lo harán posible.
Es misterio de Amor, es Amor hecho Amor en lo pequeño, es Amor presente en lo pobre de un pan y un vino, frutos (como reza el Ofertorio de la celebración eucarística) de la tierra, de la vid y del trabajo del hombre.
El Hombre y Dios, Dios y el Hombre, uno anonadado para que el otro sea elevado a lo alto, todo por puro Amor de Dios, para que el hombre no esté solo, para que su presencia física en el Pan de Vida, sea vida y vida en abundancia y ante ello no nos queda más que decir AMEN, ese amen que la semana pasada decíamos con el Aliento del Espíritu, que nos seguirá alentando siempre y nosotros seguiremos adorando a Cristo Sacramentado, en el silencio de la oración, de la acción de gracia, de la alabanza, con nuestra simple sencillez, como decía Santa Teresa “estabame yo allí” y nada más.
El jueves o domingo cuando presenciemos a Cristo en nuestras calles, adorémosle humildemente y pidámosle que vivamos siempre en su presencia en nuestro diario quehacer.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
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