DOM-15A

domingo, 9 de julio de 2017
16 JULIO 2017      

DOM-15A

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 09 julio, 2017 19:45 dijo...

EL ÉXITO Y EL FRACASO (Mt 13,1-23)

Durante tres domingos se leerán las parábolas sobre el Reino pronunciadas por Jesús. La primera de ellas -la de la semilla- va seguida de su explicación. Y, al margen del sentido de la misma, hay un hecho que sorprende tratándose de la obra de Dios, porque él es el sembrador. El hecho a que me refiero es que la siembra se pierde en tres ocasiones. Sólo una vez fructifica y con un resultado desigual. Este dato sólo se entiende desde el modo de sembrar de aquel tiempo. Abandonada la tierra tras la cosecha, era atravesada por los caminantes que la endurecían con sus pisadas, creando caminos temporales; en otros lugares crecían malas hiervas -ya se sabe lo persistentes que son-; y siempre había un sitio hacia el que el labrador arrojaba las piedras que encontraba. Cuando llegaba la época de la sementera, el campesino arrojaba la semilla sobre la tierra y luego la araba para así enterrarla. La que caía sobre el camino servía de alimento a los pájaros; el grano que caía entre las malas hierbas quedaba ahogado y el que caía en la parte pedregosa no llegaba a consolidarse. El resto fructificaba según la riqueza de la tierra.

Tal vez el sentido primero de la parábola no sean las diferentes actitudes ante el anuncio, ni siquiera las diversas respuestas. Tal vez sea cómo se dan juntos el fracaso y el éxito. Más aún: cómo el fracaso supera al éxito, porque tres veces se pierde la semilla y sólo una fructifica. Siendo así que hemos montado la vida sobre la necesidad del éxito en sus tres manifestaciones -dinero, prestigio y poder-, es bueno meditar sobre este asunto para reconducir las cosas y evitar así no pocas frustraciones y desengaños. Hace 24 siglos, un sabio israelita, meditando sobre la lucha del hombre por lograr todas sus aspiraciones, llegaba a esta conclusión: “¡Todo es vanidad!”.

Desde este punto de vista la parábola es iluminadora del momento presente. Hay quienes entienden la vida como una lucha sin tregua para lograr todas las metas y satisfacer todos los deseos. Son personas sin interior. Han endurecido sus sentimientos como la tierra del camino. Jamás llegan a acoger una palabra distinta de sus intereses. Otros conservan algo de interioridad, pero su corazón es demasiado débil e inconstante y se cansan. No soportan la dificultad ni entienden la exigencia. Luego están los que no tienen tiempo para ocuparse de su vacío interior porque viven absortos con lo que ocurre a su alrededor. Algunos incluso se han comprometido en la transformación del mundo, si bien, a veces, esa lucha responde más a la necesidad de escapar de sí mismos que de mejorar la realidad. Todo esto es vanidad. Los únicos que fructifican y dan grano para alimentar a los hombres son aquellos que tienen una gran riqueza interior -son buena tierra- y, con pocos medios, proporcionan a los demás grandes remedios. En otro lugar Jesús lo dice de esta manera: “El árbol bueno da buen fruto; el dañado, frutos malos”.

Maite at: 13 julio, 2017 17:41 dijo...

Jesús siembra su Palabra, al decir de Isaías, como bajan la lluvia y la nieve del cielo, con la esperanza de que empape los corazones, los fecunde y haga germinar. Su plan es que la Palabra haga su voluntad y cumpla su encargo.

Pero el maestro experimenta que hay oídos que no quieren oír y ojos que no quieren ver. Y están el maligno, la inconstancia por falta de raíces, los afanes de la vida y la seducción de las riquezas que ahogan y hacen estéril lo sembrado. El salmista, por su parte, experimenta que la Palabra cae en tierra buena y da fruto. Y se hace pregonero de un Dios que cuida de la tierra con mimo, al detalle, con generosidad desbordante. Por eso la tierra buena es un vergel lleno de vida. La acogida de la Palabra hará posible la plena manifestación de los hijos de Dios de que habla Pablo. Ellos son tierra buena que han descubierto que los trabajos de hoy no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá; los que esperan la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Los que poseen en su interior las primicias del Espíritu son los que escuchan la Palabra y la entienden, los que dan fruto. Suelen ser la gente sencilla.

Maite at: 13 julio, 2017 17:48 dijo...

Al compañero Juan Antonio:

Yo me leo los comentarios de este laico? (me parece) que no donnadie. Y creo que tiene mucho valor que se compartan los comentarios a la Palabra de cada domingo con tanta constancia y sinceridad; con el esfuerzo añadido de escribir.

Y sobre todo con la misma disposición del sembrador del evangelio: con la mejor de las intenciones, con generosidad y gratuitamente, dejando que cada cual se aproveche como le convenga o prefiera.

Un abrazo.

juan antonio at: 14 julio, 2017 13:07 dijo...

LA PALABRA DE DIOS
Un autor dice del Evangelio de esta semana que Jesús ese día no se preparó el sermón
Y así podemos pensarlo porque los versículos primeros nos dice que Jesús salió de casa y se sentó junto al lago y podemos preguntarnos a qué, a contemplar y admirar el paisaje matinal del lago, en hablar con el Padre en intima oración de gloria y alabanza y acción de gracias, el texto no dice nada, pero allí estaba sentado junto al lago y de pronto la gente empiezan a llegar de todas partes y se reúnen junto a Él.
Estamos en tiempo de ocio que algunos tenemos hace años y otros de asueto temporal, ambos por ley y qué bonito para el alma sentarse en una playa, campo, plaza, en un simple banco y ver y contemplar las maravillas de Dios en el mar, la montaña o en nuestros hermanos que transitan junto a nosotros en su diario devenir y empezar dando gracias a Dios por todo lo que nos da, desde el nuevo día hasta las alegrías y la fuerza para soportar las debilidades de nuestra fragilidad.
Hoy nos presenta las lecturas que la Palabra de Dios da su fruto por sí sola y depende de nosotros, de la tierra, del fruto que pueda dar, pero nunca vuelve de vacío, como la lluvia y la nieve que empapa los campos y los fructifica.
Y en la Palabra de Dios tenemos que contemplar, nos solo a Jesús que ante la gente improvisa su sermón, siguiendo la reflexión del autor referido, sino a la gente que lo escucha que tienen ansias de escucharlo, porque se reconocen en lo que le dicen que serían la buena tierra, sin perjuicio de que hayan otros que busquen otros intereses, sean otras tierras.
En esta escucha y en este hacer vida de lo que escuchamos, tenemos, entre los que hoy nos transmiten la Palabra de Dios y los que la escuchamos, un enemigo común que no es otro que la costumbre, la rutina, el pasotismo, la indiferencia en sembrar y en dar frutos y de esto el Papa Francisco nos habla en la E.G. con verdadera maestría, pues para hablar de Dios solo hay que tenerlo en el corazón pues de su abundancia habla la boca y la hacemos vida.
Para evitar esta rutina esta costumbre, debemos acercarnos a la Palabra de Dios como si fuera la primera vez que la escuchamos, haciendo de nuestro día a día una rutina creativa viendo la frescura de sus enseñanzas en su lectura y en su proclamación, observando que siempre sale algo nuevo pues nuestra vida no es siempre la misma pero para ello tenemos que ser buena tierra que está abierta de corazón a Corazón.
Y así daremos frutos de conversión y nos limpiaremos de todo aquello que nos impida implicarnos en la vida del Reino, del Amor de Dios a la humanidad.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, que escuchemos la Palabra de Dios, la observemos y guardemos en nuestro corazón siguiendo tu ejemplo, ayudándonos a decir AMEN.
P.D. Hermana esta semana llego tarde pues las ocupaciones de los mayores son más que el trabajo de una persona activa, gracias por sus palabras, tenemos que hacerlo pues somos sembradores con Dios de su Palabra y otros recolectarán. Gracias