DOM-24A

domingo, 10 de septiembre de 2017
17 SEPTIEMBRE 2017        

DOM-24A

2 comentarios:

Maite at: 11 septiembre, 2017 21:19 dijo...

El salmista se explaya sobre el ser y el hacer de ese Dios para quien, según Pablo, vivimos y morimos. Es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. Nos colma de beneficios, perdona todas nuestras culpas y cura nuestras enfermedades. Nos saca de allí donde nos hundimos y nos regala su gracia y ternura. Dios no sabe de acusaciones, ni rencor, y su justicia no consiste en tratarnos como merecen nuestros pecados ni en pagarnos según nuestras culpas.

El salmista recurre a las imágenes más bellas para explicar cómo perdona Dios: si algo le caracteriza es su bondad, que es tan grande como la distancia que hay de la tierra al cielo. Dios no nos echa en cara nuestro pecado; lo aleja de nosotros a tanta distancia como está el oriente del ocaso, que es muchísima.

Para Jesús nuestro perdón ante las ofensas de los demás ha de ser como el del Padre: siempre y del todo, tan amplio y generoso como el suyo. Así, a fondo perdido, de corazón.

El señor de la parábola lleva muy mal que después de haber perdonado una deuda enorme a su empleado él muestre una dureza inusitada con un compañero que le debía mucho menos.

¿Dónde nos vemos retratados? ¿Qué experiencia tenemos del perdón de Dios? Porque va a determinar nuestra capacidad de perdonar.

¿Cómo me perdono a mí mismo/a? Porque muchas veces somos nuestro peor acreedor.

Necesitamos perdonar y el perdón de los demás para crecer, para vivir y morir en paz. Si nuestro perdón no se parece al de Dios, no es perdón.

Os invito a ver en internet el testimonio de una mujer que vive en Colombia y ha expuesto ante el Papa, en su último viaje a ese país, su experiencia de perdón. Se llama Pastora Mira.

Gente como ella hace carne el Evangelio allí donde vive. Te damos gracias, Padre.

juan antonio at: 12 septiembre, 2017 18:41 dijo...

PERDÓN Y VIDA
Hoy deberíamos empezar nuestra reflexión rezando el Padrenuestro, pues en él se contiene todo el Evangelio, pero hoy haciendo hincapié en “perdónanos nuestras ofensas (antes eran nuestras deudas), como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Hoy reflexionamos sobre el perdón de nuestras ofensas, de nuestras deudas, de esas ofensas de las que pedimos a Dios perdón pero que cuando nos toca perdonar, si lo hacemos, lo hacemos a regañadientes y no es que tengamos que olvidar, pues nuestro disco duro del cerebro no lo podemos manipular como un simple ordenador, sino porque no dejamos atrás la acción del ofensor, porque no dejamos de tener en cuenta dicha ofensa, en definitiva somos buenas personas pero a medias, no “”lo dejamos todo” en el seguimiento a Jesús” como Él nos pidió tantas veces, nos quedamos, entre otras cosas con el rencor al ofensor.
En el Padrenuestro no somos conscientes de lo que pedimos, pues al rezar “perdónanos nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, estamos autorizando a Dios a que nos trate como nosotros tratamos a los demás y como decía una compañera no sabemos lo que rezamos cuando rezamos el Padrenuestro, pues la ligereza nos hace olvidar la grandeza de lo que comprende y así la liturgia de hoy nos ofrece dos indicaciones:
“”--El sentido de la deuda
--El sentido del límite

---En el sentido de la deuda, tenemos que tener presente de todo aquello de que somos deudores, empezando porque Dios nos hace hijos suyos, nos hace deudores de la maravilla de la creación y en ella de nuestros propios cuerpos, deudores de todo aquellos que nos hace bien, la poesía, la música, el aroma…., deudores del testimonio de fe de los que nos precedieron, sobre todo los mártires, deudores del perdón de Dios que tantas veces nos ha puesto en pie, deudores de la amistad, del amor, como nos decía Pablo la semana pasada, “nuestra única deuda el amor” y ¿cómo pagamos esta deuda? Amando a aquellos de los que nos hacemos prójimo y a amar se aprende amando que, como ya decíamos, no es otra cosa que darse, entregarse y para ejemplo, miremos a Jesús Crucificado, que lo encierra todo, porque como nos dice S. Pablo, “”si vivimos, vivimos para el Señor y si morimos, morimos para el Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor””.

---El sentido del límite, nos lo enseña la primera lectura “piensa en tu fin, y cesa en tu enojo, en la muerte y corrupción y guarda los mandamientos”.

El salmo 90,12 nos dice “enséñanos a calcular nuestros días, para que adquiramos un corazón sabio” y así tendremos conciencia de nuestros propios límites que no es más que tener piedad de uno mismo, y como decía un autor, la mansedumbre del corazón nace del tiempo que se va, de la vida que es breve.””
Recemos el salmo de esta semana, reflexionemos, meditemos la oración que comprende, todo él es una exaltación del amor y misericordia de Dios sobre todos nosotros y vivamos y muramos en el Señor, con esa pregunta cada día, ¿cuál, Señor, es tu voluntad sobre mi?, busquemosla en lo pequeño, en lo ordinario, haciéndolo extraordinariamente bien y en todo lo que suceda encontraremos a Dios y nos dará la vida, vida que muchos no comprenderán, pero que es la vida del Reino de Dios desde ya, aquí en la tierra para seguirlo después de la llamada del Padre.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a saber, buscar y hacer la voluntad de Dios, como Tú lo hiciste, AMEN