3º CUARESMA-C

viernes, 15 de marzo de 2019

24 MARZO 2019
3ºDOM-CUARESMA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 marzo, 2019 20:37 dijo...

LA CARA OCULTA DEL MAL (Lc 13,1-9)

Tomando pretexto de dos hechos históricos -la matanza de devotos en el templo y el derrumbamiento de la torre de Siloé-, quienes siguen a Jesús analizan la catástrofe a partir del principio teológico que decía no haber castigo sin culpa previa. Toda desgracia era vista como el justo castigo de pecados ocultos o manifiestos. Jesús no entra en ese debate, sino que analiza los hechos desde la mentalidad apocalíptica de su época.

Según ésta, toda catástrofe es anuncio del fin. Jesús aprovecha dos grandes desgracias -un acto de crueldad y un accidente- para invitar a la conversión. Para él, la desgracia es una llamada a entrar dentro de nosotros mismos y una oportunidad para volver el corazón a Dios. No es cuestión de ver quiénes son culpables y quienes inocentes, sino de comprender el alcance del momento presente como una oportunidad para rectificar el curso de la vida mientras hay tiempo.

Al ser humano le resulta insoportable el absurdo. Por eso, ante el sufrimiento -sobre todo de los inocentes-, mira al cielo y pregunta: ¿por qué? Para unos la respuesta es descorazonadora: choca contra un Dios todopoderoso que permanece insensible ante el dolor de sus criaturas. No es nuevo este planteamiento. Ya Homero decía que los dioses tejen el destino de los mortales para que sufran, mientras que ellos permanecen impasibles. Otros -como los contemporáneos de Jesús- creen que siempre hay un pecado detrás. Creen, por tanto, en un Dios justo que no consiente que nadie viole sus normas. También están quienes dan al sufrimiento un sentido purificador y ven en la desgracia un signo del amor divino hasta el punto de afirmar que la gloria de Dios reposa sobre el que sufre y que el camino que conduce al futuro es el dolor. Creen éstos en un Dios que educa con la vara. Ninguno de ellos conoce al Dios predicado por Jesús que es padre misericordioso y sufre el sufrimiento de sus hijos.

Pero no olvidemos que el verdadero drama no es el mal físico y la desgracia, sino el pecado. Él es el rostro oculto de mal. Jesús -con la parábola de la higuera- sitúa el debate en otro nivel. La verdadera muerte -el verdadero mal- es dejar que la maldad se instale en el corazón. Es falso que el dolor convierta la vida en algo miserable y sin sentido. La mayor de las desgracias no es el sufrimiento -como pensaba Buda-, sino la perversión. Es esto lo que hace a los hombres verdaderamente desgracia¬dos al privarlos de Reino de Dios. Por eso Jesús, ante un enfermo primero sana el espíritu y luego el cuerpo. Una de las contradicciones de nuestro mundo es que, mientras diseñamos una vida exenta de dolor y confundimos placer y felicidad, abandonamos los valores morales y dejamos que el corazón quede como un desierto en el que la anomía -la ausencia de principios y normas- sea la norma.


Francisco Echevarría

juan antonio at: 18 marzo, 2019 10:51 dijo...

SIEMPRE LA TERNURA
Esta semana el Evangelio de Lucas nos trae dos hechos y una parábola que complementa aquellos.
El primero de los hechos, fue fruto de una reyerta provocada por una posible sublevación, muy corriente contra los romanos, y el segundo un hecho natural, o de mala construcción o conservación de edificios, que pasó entonces y ahora no hay días que los medios nos traiga una noticia parecida al derrumbamiento de la torre.
Jesús rebate el sentir de aquella época que podemos resumir en el dicho de “”quien la hace la paga””, tú has pecado eres digno de un castigo y aprovecha ambos episodios para llamarnos a la conversión y a la vigilancia, como dueños de nuestros propios actos en virtud de la santa libertad de los hijos de Dios y deja ese modo de pensar de los judíos fuera de toda consideración, haciéndonos ver además nuestra propia debilidad.
En la parábola, que parece que enlaza con la de todo árbol bueno…., pero no, aquí nos presenta Jesús un árbol que además de no dar frutos estropea la viña donde está plantado y año tras año busca frutos el dueño y aquí viene la ternura del viñador, Jesús, que vela por el árbol, por nosotros, esperando a nuestra puerta para que le dejemos entrar (Apl. 3,20) y cenemos juntos y así dar de lo que recibimos teniendo esa intimidad con Jesús, lo demás “platillos que aturden”, pues no nos compromete, y así decimos, que es bonito el sermón de un sacerdote, un acto de cultol………, pura forma, sin fondo alguno.
Cabríamos preguntarnos cuantas veces hemos sentido esa ternura, una y otra vez, ese intento, esa llamada de Jesús, sus cuidados que no es otro que su seguimiento total, vivir su Evangelio, provocado por una homilía, posiblemente desfasada pero en un punto me ha iluminado, ha sido un amigo, una lectura religiosa o no pero que entraña un pensamiento profundo que nos rasca el estomago y el corazón o la acción de aquel compañero, vecino con los demás que pueden ser su familia o aquellos de los que se ha hecho prójimo, de aquellos que hay ido buscando, no que ha esperado que vengan, sino que ha salido al encuentro de la oveja perdida, dolorida, sufriente y ¡cuántas por nuestras calle!, pero somos o queremos ser ciegos para muchas cosas, pues es más cómodo, “ojo que no ven, …”.
Recemos esta semana el salmo, (102) canto de acción de gracias, de perdón, misericordia, salmo que nos trae a Dios a nuestro corazón.
Virgen Santa y Bendita, Madre de Dios y Madre nuestra, tú que diste y recibiste las ternuras de tu Hijo, enséñanos a dar ternura y compasión a todos los que tratamos, AMEN

Maite at: 19 marzo, 2019 18:09 dijo...

No desesperes nunca de la paciencia del Señor, de su bondad y misericordia. Te invita a la conversión y a dar fruto en tu vida de discípulo, pero comprende y disculpa tu esterilidad; sabe esperar. Hasta Santa Teresa decía de Jesús que “nunca se cansaba de esperarla” y eso a pesar de que la santa, en su largo camino hacia esa santidad, tropezaba una y otra vez en las mismas piedras.

En este tiempo privilegiado de Cuaresma prioriza el encuentro personal y frecuente con el Maestro a diario. Su llamada a la conversión irá calando en ti y, si le dejas, su Espíritu te irá transformando poco a poco de modo que el Evangelio, el Reino y tus hermanos, todos los hombres y mujeres, centren tu vida, y la entrega y el servicio a todos los que lo necesitan te sean connaturales.

Experimentar la paciencia del Señor hasta la médula te impedirá juzgar con dureza a los demás, que hacen el mismo camino en la vida, y gustar los cuidados y la solicitud de Jesús te enseñará y empujará a cuidar de los más pequeños y débiles en la fe. A leer los acontecimientos desgraciados desde otra perspectiva.