DOM 22-C

sábado, 24 de agosto de 2019

1 SEPTIEMBRE 2019

DOM 22-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 24 agosto, 2019 08:51 dijo...

EL PRIMER PUESTO (Lc 14,7-14)

Eran sus adversarios desde el punto de vista religioso, pero como lo cortés no quita lo valiente, Jesús comía con los fariseos, como lo hacía con los pecadores y gente de mal vivir, por aquello de que las diferencias en los planteamientos no restan importancia a la educación y los buenos modales. Pero no era hombre de perder el tiempo en cumplidos y, por eso, aprovecha para decir lo que piensa sobre eso de buscar los primeros puestos en la sociedad.

A muchos les ocurre como a los fariseos: que van por la vida con su importancia colgada de la cara y no consienten que nada ni nadie venga a rebajar lo que consideran signos de reconocimiento. Creen ingenuamente que una mejor posición social redunda en mayor dignidad y grandeza. Y puede que así sea en asuntos del mundo, pero no a los ojos del profeta de Nazaret que lo considera un gran error y grave engaño. Por eso da consejos de prudencia y sentido común: “No corras demasiado –viene a decir– buscando honores, que puedes terminar haciendo el ridículo. Ve despacio y lograrás ocupar el sitio que te corresponde”. En otro lugar, otro personaje –su madre– viene a decir lo mismo: Dios derriba a los grandes y exalta a los sencillos.

Eso de buscar la gloria de este mundo es asunto de todos los días y muchos parecen vivir para eso. Son esclavos de la imagen que se han creado y se pasan la vida alimentándola y retocándola para que no se deteriore. Se han identificado de tal manera con esa imagen que terminan siendo personajes, pero no personas. Son como esos actores cuyo arte les permite interpretar cualquier papel. Pero eso –que está muy bien en el teatro– es una forma de engañarse a sí mismo en la vida y, a la larga, cuando el telón baja, sólo deja vacío e insatisfacción. Más vale ser persona que ser importante. Lo otro son añadiduras.

Se debe esto a que todo lo humano termina envejeciendo y los grandes hombres, como los pequeños, terminan olvidados. Todo pasa, incluso la apariencia. Sólo Dios permanece para siempre. Por eso Jesús insistía tanto en que había que buscar antes que nada el reino de Dios y su justicia. Y a Pablo le traía sin cuidado la gloria que dan los hombres. Según él, la única gloria que merece la pena es la que viene de Dios porque ésa sí es eterna.

Las últimas palabras de Jesús vienen a completar su pensamiento: “Cuando hagas el bien, hazlo generosamente”, es decir, sin buscar reciprocidad ni agradecimientos. Esto también es gloria vana que no lleva a nada. Haz el bien a quienes realmente lo necesiten, aunque no puedan compensar tu generosidad. Esa es la verdadera gloria del corazón humano. Todo se reduce a una cosa: si buscas la verdadera grandeza, sé humilde y generoso. No corras tras la fama ni anheles la gratitud, si quieres vivir en paz. Una y otra son como la huella de un pie en la arena.

juan antonio at: 26 agosto, 2019 19:41 dijo...

LA HUMILDAD Y SOLIDARIDAD
En ese banquete del fariseo al que Jesús es convidado, además de la curación, que no se proclama en el pasaje, está dos enseñanzas, la de la humildad y la de la solidaridad o mejor sería el desinterés en nuestras actitudes sociales.
La humildad, no es más que como decía Santa Teresa, la verdad, humildad es andar en la verdad.
Y es así porque no podemos ser más que nadie pero tampoco menos, somos lo que realmente somos y de ahí debe de salir mi consideración social y nuestra responsabilidad, pues si valgo para algo no me puedo esconder y no hacerlo por falsa humildad pensando que ya habrán otros que lo hagan mejor que yo, que si los hay, mejor que mejor, pero no ocupes un último lugar por comodidad o, porque no, pensando que todos te estimarán mejor si te suben de puestos.
Entiendo, en mi opinión, que Jesús vino a enseñarnos que nuestra actitud en la consideración social, debe ser la que nos corresponde por nuestra valía, por los que somos, no por lo que tenemos en el ansia de poder o estatus social o por lo que dejamos de hacer por nuestra falsa humildad al no hacer nada: la verdad y a dar el callo en aquello que podemos hacer por los demás, en definitiva por el Reino de Dios, por llevar el Amor de Dios a todos.
Como dice la hoja, Lucas introduce el último discurso, sobre a quienes debemos de convidar a nuestra mesa, y como siempre podemos sacar una consideración no acertada de la actitud que Jesús nos propone, pues no es que Él rechace las relaciones familiares y de amistad, sino que nunca debemos de olvidar a los preferidos de Dios con los que debemos compartir, en nuestra medida, sus necesidades materiales, y sin medida alguna sus necesidades personales, como de escucha y vida, pues entonces seremos DICHOS, BIENAVENTURADOS, pese ello a que nuestra actitud, muchas veces, sea raquítica, corta y sin plena entrega generosa.
Reflexionemos cobre la primera lectura “hijo mío, en tus asuntos procede con humildad….hazte pequeño en las grandezas humanas”
Dios siempre está pensando en lo poco, en los que no tienen, en los sencillos, en los marginados, al contrario que nosotros que ansiamos la amistad del rico, del poderoso, del influyente, del……..
¿Cuándo vamos a hacer vida el Evangelio? Dejando todo lo superfluo, de lo que tenemos mucho, como tenemos mucho de código y de normas, pero qué poco de amor.
Dichoso tú porque no pueden pagarte: Señor enséñanos a reconocerte, como nos dice el Salmo “Padre de huérfanos, protector de viudas” y aquí viene nuestra aportación, enumerando qué debemos añadir al salmo porque ello es de nuestra tarea, pues, si no lo entiendo mal, somos los pies y las manos de Dios con nuestros hermanos.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN

Maite at: 27 agosto, 2019 16:55 dijo...

Os cuento lo que Santa Teresita intentaba vivir cuando quería seguir la enseñanza del evangelio de este domingo. Cómo procuraba concretarlo en su día a día, en su rutina diaria.

Escribe:

He notado, y es muy natural, que las más santas las son las más amadas; se busca su conversación, se les prestan servicios sin que ellas los pidan. En fin, estas que son capaces de soportar faltas de atención y de delicadeza, se ven rodeadas del afecto de todas. A las imperfectas, por el contrario, no se las busca. Se las trata conforme a la educación, pero ante el temor de decirles, tal vez, alguna palabra menos amable, se evita su compañía. Al decir imperfectas me refiero a las faltas de discreción, de educación, susceptibilidad de ciertos caracteres, cosas todas que no hacen la vida muy agradable.

Sé muy bien que tales enfermedades morales son crónicas, no hay esperanza de curación. Pero sé también que si yo hubiese de estar enferma durante toda mi vida, mi Madre (se refiere a su superiora) no cesaría de cuidarme, de procurar aliviarme.

Pues ved la conclusión que saco de todo esto: debo buscar la compañía de quienes me son menos agradables, cumplir para con estas almas heridas el oficio del buen samaritano. Una palabra, una sonrisa amable bastan muchas veces para alegrar a un alma triste.

Mas no debo, en absoluto, practicar la caridad con este fin, pues sé que pronto sería víctima del desaliento: podría suceder que una palabra dicha por mí con la mejor intención fuese interpretada al revés. Por eso deseo ser amable con todos (y particularmente con los menos amables) por alegrar a Jesús y seguir el consejo que él nos da en el Evangelio: Cuando deis un banquete… invitad a los pobres, a los cojos…

¿ Qué banquete puedo ofrecer sino el banquete espiritual de una caridad amable y gozosa? Por mi parte no conozco otro, y deseo imitar a San Pablo, que se alegraba con los que estaban alegres. Es verdad que también lloraba con los afligidos, y que las lágrimas han de aparecer alguna vez en el banquete que quiero ofrecer, pero siempre trataré de que, al final, esas lágrimas se cambien en alegría, pues el Señor ama a los que dan con alegría.

Vicente at: 29 agosto, 2019 16:59 dijo...

Hay muchas veces en las que impresiona la inteligencia de Jesucristo:

“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”

El alegato de perdón para la humanidad que hace al Padre desde la Cruz “ Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. No sólo nos perdona sino que pide perdón para nosotros y lo argumenta no sólo en la Misericordia, sino en nuestra torpeza: lo que en Derecho se llama un eximente, que es más que un suplicatorio y, además, hecho por la parte ofendida.

En el Evangelio de hoy, nos conoce tan bien, que nos presenta la humildad como si nos conviniera socialmente y ya al final lo dice a las claras: sabe que nos movemos por intereses y concluye: “… los pobres no pueden pagarte… te pagarán cuando resuciten los justos”

Le mueve el Amor y utiliza su inteligencia para ayudarnos. Nos lo ha dicho tantas veces:

¡Hombres de poca fe!

¡Qué importante es la Caridad, nada menos que la primera de las Virtudes teologales!

Jesús, no nos dejes de tu mano porque sin ti nada podemos hacer.

Vicente Barreras,