29 SEPTIEMBRE 2019
DOM 26-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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LÁZAROS Y EPULONES (Lc 16,19-21)
La parábola de Lázaro y el rico viene a completar la enseñanza de Jesús sobre la riqueza, iniciada el domingo pasado. Varias cosas aparecen en este relato y todas ellas dignas de reflexión. La primera es que estamos ante una denuncia de las diferencias entre los hombres. Lázaro simboliza al hombre justo que, a pesar de las dificultades y el sufrimiento de la vida, confía en Dios. Se le premia por su capacidad para afrontar la dificultad y soportar en silencio la insolidaridad de quienes le rodean. El rico representa al hombre que vive como si Dios no existiera: lo tiene todo ¿para qué necesita a Dios? Se le castiga, no por su riqueza, sino por su falta de amor, no por su dinero, sino por su egoísmo, no por disfrutar de sus bienes, sino por negárselos al pobre. Es la insensibilidad ante el sufrimiento ajeno lo que pierde al rico.
Otro elemento del relato –tal vez el más inquietante– es que, tarde o temprano, las cosas se ponen en su sitio y cada uno recoge lo que sembró. La parábola habla de dos abismos: el que se da en la vida y el que se abre tras la muerte. Entre ellos hay una gran diferencia, pues, uno es franqueable; el otro, no. Para salvar el primero hubiera bastado que el rico se asomara a la puerta, saliera de su ensimismamiento y mirara a su alrededor: Habría descubierto el sufrimiento de Lázaro –el pobre siempre tiene un nombre– para ponerle remedio, al menos, en parte, según sus posibilidades. Pero vivía tan satisfecho de su propia vida que no podía ni imaginar que existieran vidas en la miseria. Ésta es la ceguera que provoca la riqueza. Quien come todos los días no imagina que haya gente que no lo hace. Pero la hay. El segundo abismo es la eternización del primero y resulta infranqueable. Llega un momento en el que ya es demasiado tarde para arreglar las cosas.
El tercer elemento del relato se refiere a la escucha de la Palabra de Dios. Lo que le ocurre al rico podría haberse evitado si hubiera escuchado a los profetas. La riqueza lo ha hecho ciego ante las necesidades ajenas y sordo a las advertencias de Dios. Cuando uno vive cómodamente instalado en una vida de dicha y disfrute, lo que menos necesita son voces inquietantes, profetas aguafiestas empeñados en turbar su paz. Puede que algunos piensen como el rico: Dios debe ser más claro, enviar a alguien del otro mundo para abrirles los ojos. Dios es demasiado claro. Es el corazón humano el que prefiere la oscuridad. Quien no escucha la verdad, tampoco cree en los milagros.
Con esta parábola Jesús completa su mensaje sobre la riqueza. El domingo pasado advertía que es una amenaza para el corazón humano porque tiende a ocupar el lugar de Dios. Ahora advierte que también pueden ocupar el lugar de los otros. Sin Dios y sin los hombres ¿qué nos queda? Sólo la soledad. Ése es el infierno del egoísta, cuando descubre que, en su vida, no ha hecho otra cosa que encerrarse en una cárcel y tirar la llave.
INDIFERENCIA, EL REINO, LA PALABRA
Hoy el Evangelio nos trae una parábola conocida como la del rico Epulón y Lázaro y no es así, porque en la parábola el rico es el rico, no tiene nombre y quisiera dejar constancia de lo escuchado en la homilía interactiva de una misa de niños, en la que el sacerdote preguntaba porque no tenía nombre el rico, y contestaron, con esa sabiduría de niños, que el rico éramos todos: ahí lo dejo.
Indiferencia que ejercitamos todos los que, como dice el autor de la hoja no nos damos cuenta o no queremos darnos cuenta de los que tenemos a nuestras puertas, en nuestras calles, plazas, iglesias…. que nos piden lo necesario y damos un rodeo mental y físico, para seguir con nuestra alegría.
Jesús nos dijo que los pobres los tendríamos siempre y no es más que por nuestra propia causa, porque quizás hayamos tenido las actitudes que el profeta Amos denunciaba la semana pasada y denuncia en esta, porque puede que olvidemos que lo que tenemos es de todos, porque olvidemos la dignidad de los hijos de Dios que tenemos que restablecer.
Como restablecerla?, pues construyendo el Reino, “”buscad primero el Reino de Dios y su JUSTICIA y lo demás….””
Seamos valiente, todos estamos llamados a construir ese Reino, todos debemos aportar nuestras fuerzas, fuertes o débiles, siempre habrá un hueco que sea apropiado para cada uno y siempre nos quedará el testimonio, fundamental para la misión.
Abraham en la parábola contesta al rico que no escucharán a un muerto, que ya tienen a Moisés y los profetas, la Palabra de Dios.
Cosa que olvidamos o mal interpretamos, pues escuchar, si que escuchamos, leer, si que leemos, pero hacerla vida y vida para los demás, ya es otra cosa, pues la rutina muchas veces nos atrapa y cumplimos, pero no vivimos, nuestra lectura y nuestra oración es pues, muchas veces, cumplir con un acto más de una mal llamada piedad.
Si el Evangelio no te lanza a construir el Reino, que puede ser una sonrisa en su momento, una palabra de aliento, una estar al lado del que tiene un día atravesado de…..todo, mejor sería que fueses sincero y lo dejara para ese momento en que de verdad te sientas convertido de una vez por siempre, pero no dejes de rezar por ello, al revés, siendo sincero, pide esa conversión.
“A los pobres los tendréis siempre””, tengamos valentía y mirémosle a la cara y por lo menos digámosle “buenos días o buenas tardes”, trátale, que a lo mejor eso lo desee más que tu calderilla.
Entiendo que nadie se condena por ser rico ni nadie se salva por ser pobre, pues puede haber ricos que cumplan con la función social del dinero y pobre que sean ricos por la envidia de tener lo que otros tienen.
Yo creo, al igual que lo dicho en el párrafo anterior, que Jesús cuando se refiere a los pobres, eran los que en el concepto judío de “anawin” se comprendían, esto es el pobre que no teniendo nada tenía su vida y esperanza puesta en Dios, en las manos de Dios, todo ponerlo en las manos de Dios, como gusta de decir a alguien cerca de mí.
El pobre de la parábola y todos los pobres que nos refieren los Evangelios, ninguno se rebelan por su situación social, van tras Jesús porque escuchan palabras sobre su dignidad, pues nadie hasta entonces y desde entonces les han llamado hijos de Dios.
Seamos valientes con todos y a todos, llevemos el Amor de Dios, su Reino.
Santa María, Madre de Dios y Madre mía, ayúdame a decir AMEN
La historia del rico y el mendigo Lázaro siempre nos golpea profundamente. Resultan tan hirientes la insensibilidad del rico y la pobreza de Lázaro… Cuando la actitud del rico nos parece fuera de todo atisbo de humanidad podíamos preguntarnos cuáles son nuestras riquezas personales, esos dones, grandes o pequeños de carácter, de cultura, de gestos de atención o cariño, que muchos mendigan a la mesa de nuestra compañía, y a los que no vemos porque no queremos mirar.
Una vez más Jesús se dirige a los fariseos al contar su historia, a ellos, que eran cumplidores y observantes de la Ley. Para el Maestro solo hay un mandamiento que cumplir, y con él todo está cumplido, el mandamiento del amor, ese que Pablo pide a Timoteo que guarde en presencia de Dios. Porque con eso lo guardará todo.
Podemos hacer bien muchas cosas pero al final de cada jornada lo más triste del mundo sería escuchar este reproche de labios de Jesús: No os doléis de los desastres de José.
Una vez más el Evangelio nos invita a elegir entre un camino donde todo es mío y para mí, donde vivo al margen de las necesidades de todos los demás, y otro donde el amor al que se muere de hambre junto a mi mesa es la prioridad, el leit motiv de mi existencia.
Hay una frase en el evangelio que siempre llama mi atención: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto. Y es que ningún acontecimiento extraordinario nos moverá a la conversión, pero escuchar la Palabra, con un corazón de tierra buena, con hambre y sed de seguir a Jesús, sí.
El Evangelio de este domingo nos habla del rico Epulón y el pobre Lázaro, un pasaje que, a fuer de conocido, ya nos pasan desapercibidos algunos detalles.
El rico es llamado Hijo por Abrahám y además, estando ya en el hades, sigue sintiendo amor por sus hermanos y le preocupa que puedan padecer su mismo destino.
¿Habrá algún consuelo en el infierno? ¿Tendrán buenos sentimientos los condenado aunque no sea más que porque ya han visto y sentido o que hay? ¿Les abandonará Dios para siempre, para siempre, para siempre, para siempre, para siempre, para siempre…?
No quiero meterme en disquisiciones filosóficas, pero esa condena irreversible para quienes aún tienen sentimientos caritativos, sería el gran triunfo del garras: tener como rehenes a hijos de Dios aunque hayan sido unos miserables…
No sé. No sé.
En una Eternidad y en el Corazón del Creador puede haber muchas sorpresas.
Quevedo habla de los jinetes de pescuezos.
Cuando, en su época, se colgaba de una cuerda por el cuello hasta que muriera a alguien, tardaba mucho en dejar la vida porque el fallecimiento por asfixia no es inmediato sino que dura toda una lenta agonía; si la cuerda le rompía las vértebras del cuello y la médula, entonces era instantánea; pero, normalmente, los verdugos eran unos chapuceros. Los jinetes de pescuezo eran amigos y familiares del reo que se montaban colocando la cabeza del patibulario entre sus piernas para que pesase más y otros le tiraban de las piernas hacia abajo con el propósito de acelerar así su muerte para, aumentando el peso, evitarles tanto dolor.
Tiene que ser terrible matar de esa manera a quien amas para que no sufra aún más en un trance del que no puede escapar
… y entre las risotadas del populacho.
… y estos jinetes cometen eutanasia, ¿pecan?
Aquellas ejecuciones eran públicas y servían de siniestro espectáculo. No nos vayamos a creer que han cambiado tanto los instintos: si las películas de gran éxito mundial como “ El silencio de los corderos” o “ Titanic” no tuvieran muertes crueles, no hubieran sido tan taquilleras.
La última vez que se condenó públicamente a la horca en Salamanca y en su Plaza Mayor, fue a finales del XlX, a dos hombres y una mujer. Había venido gente de todas partes para contemplar las ejecuciones: verles patalear en el aire y retorcerse abanicados por la angustia, el chorro de su orina, el olor de sus heces porque no podían sujetar los esfínteres y cómo a ellos se les hinchaba la bragueta ( por pudor no entro detalles fisiológicos; pero la bajada de la sangre provoca erecciones en los ahorcados) Es el caso que cuando ya estaban, cada uno con su soga, llegó el indulto para los tres y el gentío, indignado, gritó:
¡¡¡ Ya que hemos venido hasta aquí y con las penurias del viaje, hemos pagado balcones y sillas, al menos, colgad a uno !!!
Esto es real y está históricamente documentado.
Nuestra inteligencia ve en blanco y negro y piensa de una forma maniquea: buenos y malos; pero yo creo que hay matices aunque todavía los ignoramos, de hecho en cada orto y en cada crepúsculo hay un momento en que no se puede afirmar si es de día o de noche.
La Biblia habla del arrepentimiento de Dios tras el diluvio.
Estamos en lo de siempre: la Justicia frente a la Misericordia divina: algo que escapa a nuestras mentes.
para siempre, para siempre, para siempre, para siempre, para siempre
… o ¿todavía?
Vicente Barreras,
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