DOM 30-C

sábado, 19 de octubre de 2019

27 OCTUBRE 2019

DOM 30-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 19 octubre, 2019 08:51 dijo...

FARISEOS Y PUBLICANOS

En tiempos de Jesús, las figuras del fariseo y el publicano eran emblemáticas de dos posturas religiosas. El primero era un hombre respetuoso con las leyes religiosas y morales, cumplidor, piadoso, y, por tanto, con prestigio social. En definitiva: un hombre de bien, con buena imagen ante los hombres y –según creían– también ante Dios. Sostenían éstos que el Mesías vendría a restablecer el reino de Israel cuando surgiera un pueblo de hombres justos. Para estimular a la gente a emprender el camino recto procuraban dar ejemplo y por eso realizaban sus buenas obras donde pudieran ser vistos por todos. Con el tiempo esta intención se pervirtió y cayeron en la trampa del prestigio social y de la vanidad que lo acompaña. Jesús los acusa de ser hipócritas, pues cuidan mucho lo externo, pero tienen podrido el corazón.

El publicano, por el contrario, era un mal bicho. Su oficio era cobrar impuestos en nombre de los dominadores. Era, por tanto, un colaborador del enemigo del pueblo. Además, en asunto de impuestos –ayer como hoy– es frecuente que el cobrador se vaya la mano y sólo piense en el dinero, sin tener en cuenta la situación o necesidades de los contribuyentes. Según las enseñanzas fariseas, los publicanos sólo podían alcanzar el perdón si devolvían lo que habían cobrado injustamente y un quinto de su propiedad, además de dejar el oficio. La gente de bien evita el contacto con ello y no frecuentaba sus casas.

En la parábola Jesús los sitúa a los dos en el templo orando. Su oración es reflejo de su vida. El primero es un hombre justo que da gracias a Dios y enumera todas sus glorias. Acude al templo para ser reconocido y premiado por su justicia.. El segundo está hundido. Es consciente de ser un pecador necesitado de perdón. El primero es un hombre rico ante Dios. El segundo es un pobre en méritos personales.

Estamos ante dos estilos religiosos y ante dos enfoques de la vida. El primero busca el reconocimiento –religioso o social–; el segundo, la regeneración –espiritual o pública–. Estas dos posturas pueden ser también indicativas de dos enfoques de la vida: el de aquellos que buscan fama, reconocimiento, prestigio o presencia de modo que toda su energía se proyecta hacia lo externo, la apariencia, la imagen... y el de aquellos que cuyo interés se centra en el desarrollo interior, que consiste en lograr que la verdad reine en la mente, la bondad en el corazón y la rectitud en la acción. Mucho le queda por andar al mundo en que vivimos donde los intereses personales y colectivos nublan la mente, los apegos pervierten el corazón y el capricho esclaviza la conducta. Quiero pensar que la fuerza de la humanidad terminará imponiéndose a los depredadores del alma humana y que, muy pronto, un hombre nuevo se abrirá camino en el valle de las sombras.

Maite at: 21 octubre, 2019 15:13 dijo...

A lo mejor todos llevamos dentro un pequeño publicano y un pequeño fariseo. También hay modelos híbridos que, de tanto llamarse pecadores ante los demás, acaban presumiendo y alardeando de ello como si de méritos o medallas se tratara. A esto se le suele llamar “falsa humildad”. Y es falsa porque anda muy lejos de la verdad, y quien adolece de ella, de falsa humildad, suele creerse mucho mejores que los demás y los menosprecia sin piedad. Tampoco andan sobrados de compasión, comprensión o misericordia.

Entre estos dos orantes, fariseo y publicano, es curioso observar la figura de Pablo. Su fuerte personalidad y su carácter, su verbo fácil y apasionado, le hacen acreedor, a primera vista, de una imagen que no se corresponde con la más trillada de alguien humilde: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe… me aguarda la corona merecida… Pero sabe bien que el Señor estuvo a su lado y le dio fuerzas, le libró, le librará y le salvará. Pablo sabe que la gracia de Dios no se ha frustrado en él, que esa gracia y él trabajan siempre de la mano. Sencillamente él responde al don de Dios y da fruto abundante.

La mejor oración es la que sale de un corazón quebrantado y humillado, donde el yo está donde debe: debajo de los pies; la del huérfano y la viuda, la del pobre, la de los atribulados y afligidos, la de los pequeños.

La mejor oración es la de aquellos que no menosprecian a los demás ni se creen superiores a nadie.

juan antonio at: 23 octubre, 2019 10:06 dijo...

El Evangelio de esta semana nos propone dos modos de orar, o dos actitudes en nuestra relación con Dios, la del que va de sobrado por la vida y la del que no levanta cabeza en sus angustias, como las situaciones que nos propone la lectura del Eclesiástico, los gritos de los desvalidos son escuchados, al igual que el salmo que nos propone la alabanza permanente en nuestra boca y “”que los humildes lo escuchen y se alegren”.
Nos está ofreciendo la primera lectura y el salmo tanto la oración de petición como la de contemplación, escuchar a Dios y me alegre, escuchar a Dios y repartir esa alegría que me da esa escucha, escuchar a Dios y darme, pero con alegría, quintando las caras largas, el rostro adusto e indiferente.
Las dos maneras de orar que nos propone el Evangelio la del que se considera bueno y la del que reconoce sus pecados, nos está diciendo que en la oración no podemos ir, como antes he dicho, de sobrado, yo y más yo y no como ese….. y resulta que ese, es el que hace la verdadera oración, la del primero es nada, como dice el autor de la hoja, salió como entró porque no se acercó a Dios sino que no salió de él, no vio nada oscuro en su vida cuando era la pura oscuridad.
Se enalteció tanto, que no pudo contemplar la gloria de Dios en la tierra ni en los hermanos, más que para despreciar al otro.
Y el otro oraba desde la humildad, que no es más que reconocer la verdad y estaba reconociendo la verdad de su pecado, la infidelidad hecha carne en su vida.
Y hoy tenemos que alabar a nuestra Madre porque ella desde su humildad supo ver la grandeza de Dios, las proezas realizadas en ella, y por ello cantaba al Señor ese cantico de alabanza, desde su pequeñez y aceptando el papel en la obra salvadora de Dios “”hágase en mí según tu palabra”, que posteriormente se nos dirá, “hágase tu voluntad así en la tierra como en cielo” que de prisa y con rutina decimos al rezar el Padre Nuestro.
La Virgen María es maestra de oración, “todo lo guardaba en su corazón”, desde la infancia hasta la Cruz, desde la oscuridad de esa vida oculta a la salida a proclamar el reino de Dios, a enseñarnos el rostro de Dios en su vida, a demostrarnos el Amor de Dios y después de ascendido al cielo, se retira con los once y otras mujeres a orar, esperando el envío del Espíritu.
Cuidemos nuestra oración, hagamos oración nuestra vida y pidamos a María, Madre de Dios y Madre nuestra, que nos enseñe a decir AMEN

Vicente at: 24 octubre, 2019 21:01 dijo...

Señor:

Sabes que no soy digno de comentar el evangelio de esta semana porque soy un pecador: el pecador de la parábola, el que se queda sin habla ante Ti, también ante mi prójimo y no se atreve, no me atrevo, a levantar la cabeza.

Sólo te suplico dos cosas:

Que tengas Misericordia de mí: realmente no tengo miedo al castigo, pero sí a tu alejamiento y la segunda es que mis hermanos vean en mí un ejemplo de, justamente, lo que no hay que hacer.

No tengo más palabras y sí mucho dolor.