DOM-31A

sábado, 24 de octubre de 2020
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 25 octubre, 2020 17:52 dijo...

TÍTULOS Y DIGNIDADES

Moisés fue el primer legislador de Israel. Después de él, vino la tradición. En tiempos de Jesús era incumbencia de los escribas y fariseos conservar, defender e interpretar tanto la una como la otra. Ocupaban la cátedra de Moisés o, lo que es igual, eran los encargados de explicar al pueblo la voluntad de Dios. El problema era que no siempre respaldaban con su vida lo que predicaban con su palabra y es que entonces como ahora, una cosa es predicar y otra dar trigo. Jesús denuncia la incoherencia entre la doctrina y las obras y la tacha de hipocresía. Y aduce como razón de este modo de actuar que quienes así obran lo hacen porque quieren ganar fama y honor entre los hombres, sin que les importe el honor de Dios. Por eso les gusta ofrecer signos externos de su importancia, ocupar puestos de relieve y ser reconocidos públicamente.

Jesús está en completo desacuerdo con este modo de ser y de actuar y advierte a sus discípulos que ellos han de ser de otra manera. Para explicar su pensamiento pone tres casos relativos al tratamiento que solía darse a los rabinos: maestro, padre y consejero. A nadie hay que llamar maestro porque el único maestro es Jesús; ni padre, puesto que el único padre es el del cielo; ni consejero ya que el único consejero es el mesías. Todo esto está en consonancia con la letra y el espíritu del evangelio donde queda claro que entre los cristianos el mayor, el más importante, es el más pequeño y es a él a quien todos -de modo especial los grandes- deben servir.

Pero hay otra razón detrás de esta doctrina: el único maestro y consejero, es decir, el único que tiene autoridad en sí y por sí es el Mesías. En la comunidad cristiana nadie tiene autoridad para exponer doctrinas propias de modo que pueda reunir en torno a sí discípulos como solían hacer los rabinos. La función de enseñar no es autoridad propia sino misión recibida de aquel que tiene esa autoridad. Por eso puede decir en otro lugar: “Quien a vosotros escucha a mí me escucha”,expresión que es más un aviso a los maestros que una advertencia a los discípulos.

El espíritu y la letra a veces se nos olvida a quienes decimos seguir a Jesús y, de la mano de la historia, vamos dejando que las cosas sean de otra manera con pretextos y justificaciones que no siempre convencen. Nos encariñamos con títulos y dignidades y dejamos que la gloria de Dios ceda ante la gloria de un hombre -aunque éste sea su representante-. La verdad es que las palabras de Jesús nos deben inquietar. Es verdad que no se trata de suprimir títulos, sino de erradicar del corazón la ambición de poseerlos. Pero reconocer que lo importante es el fondo no significa desmerecer el valor de la forma. Al fin y al cabo la única dignidad que cuenta es la que confiere a un hombre su espíritu de servicio y la humildad que muestra cuando se pone a los pies de los pequeños

Maite at: 27 octubre, 2020 23:09 dijo...

Juan pone de relieve en la hojilla que las bienaventuranzas son “una manera de vivir”, que quienes las viven son “levadura para una transformación de la historia”, y que “los discípulos de Jesús tienen que ser en el mundo y en la sociedad la comunidad de personas que enseñan con su manera de vivir que se puede y se debe ser feliz por un camino distinto del que propone el mundo”.

Estos tiempos de pandemia, de crisis sanitaria, económica, política, social, son los mejores para discernir y optar por esa manera de vivir, de estar, tan contraria a la que ha alumbrado un mundo tan hostil para todos, y de modo especial para los más vulnerables y frágiles.

Este es el mejor momento para darse cuenta de la urgencia de transformar nuestra historia, la de todos los pueblos; y ser testimonio vivo de que Dios quiere, más que nada, la felicidad, aquí y ahora, de todos sus hijos.

También nosotros somos “los que vienen de la gran tribulación”, “la generación que busca el rostro del Señor”, los que desean subir a su monte santo y recibir su bendición. Somos hijos de Dios, llamados a serlo en plenitud y a verlo tal cual es.

Por eso encontramos en las bienaventuranzas el camino más seguro, no el más fácil, para alcanzar la meta de nuestra fe. Para ser felices de verdad.

juan antonio at: 28 octubre, 2020 13:12 dijo...

Hoy las lecturas nos trae la alegría, alegría que nace de la bondad del Padre, del Hijo Encarnado y de la Fuerza del Espíritu.
Celebramos esa gran muchedumbre que no tiene día ni biografía conocida, pero que han estado con nosotros y supieron pasar la gran tribulación y lavar sus vestiduras, su alma, en la sangre del Cordero Redentor, hecho Amor para darnos el Amor del Padre, el Reino, el Reinado para siempre y ¿cómo?
Pues en la carta magna, como dice un autor en la Hoja, carta magna del cristiano, los grandes principios que debe conformar nuestra vida a la Vida.
Dicen que de la primera declaración, los bienaventurados porque han elegido ser pobres, derivan todas las demás y así lo entendemos, pues si no tenemos el corazón despegado de toda adherencia mundana, no podríamos luchar por los que lloran, sufren, padecen hambre y sed de dignidad, ni llegaríamos a alcanzar la misericordia, limpieza de corazón, la paz ni fuerza en la persecución y menos cuando personalmente nos insulten.
La fuerza viene de Dios, del Hijo que nos lo revela a cada instante en su Palabra y del la Fuerza del Espíritu que nos dio y para ello tenemos que estar vacio de todo y tener esa sintonía con el Señor, sintonía que nos dará esa felicidad que Él nos promete y que sin ella cómo pensar que feliz es el que no tiene, el que sufre y llora, el hambriento, sería una ironía de mal gusto, como igualmente lo sería el ser misericordioso, limpio de corazón, pacifico y perseguido e insultado, todo eso en una sociedad que pregona todo lo contrario, ten y serás feliz, podrás hacer lo que quieras, sin que te obligue a nada más que a subir en la escala, sin escalones, de este mundo ciego y perdido que todo lo cifra en el dinero y que se pone de manifiesto en esta pandemia, no queremos medidas paliativas que comporten pérdidas económicas, es como si estuviéramos cambiando vidas por euros.
En la antigüedad había un grupo de personas, los anawin, que desde su pobreza miraban a Dios y se ponían en sus manos, no tenían más que a Dios, pero la Providencia no le faltó, pero tampoco le sobró, gozaban con lo necesario y como dice nuestro refranero, en la casa del pobre siempre sobra y come uno más.
Recemos con Pablo que nos habla del Amor tan grande que nos ha tenido Dios para llamarnos y ser hijos suyos. Sintamos esta filiación en el silencio de cada día al rezar un Padrenuestro o encarnar la lectura del Evangelio, y esperar como nos dice el apóstol, ese cara a cara, felicidad eterna, pero que sin duda alguna, la tenemos ya en nuestra vida terrena, si la buscamos en las actitudes de felicidad que nos propone el Señor y en plena sintonía con su modo de ser y vivir. ¿Qué grandeza!
¿Quién puede subir al monte del Señor, quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que confía en Dios.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos el camino de la felicidad, siendo feliz contigo en tu agradecido cantar: ”Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava”, ¡Salve María¡ y ayúdanos a decir AMEN