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sábado, 13 de febrero de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 13 febrero, 2021 09:23 dijo...



LA CRISIS, EMERGENCIA DEL ESPÍRITU (Mc 1,12-15)

Estamos habituados a ver la tentación -en cualquiera de los campos que se plantee- como una situación de peligro que hay que evitar y, si ello no es posible, superar con fuerza de voluntad, responsabilidad y sentido moral. Creo que esta actitud responde a la idea de que la vida ha de ser fácil y de que debemos eludir todo lo que signifique esfuerzo, lucha, sacrificio...

Pero hay otra forma de ver las cosas. La tentación es una situación de crisis en la que la solidez del sistema de valores, de los principios que de él se derivan y de las normas de vida que los concretan es sometida a comprobación. Sin tentación y sin crisis no es posible el conocimiento de sí mismo y, sin éste, no hay crecimiento. La tentación, por tanto, además de ser un peligro, es una oportunidad que hay que agradecer. Por eso no sorprende que Jesús la sufriera y que, cuando enseña a los suyos a orar, no diga “líbranos de la tentación”, sino “no nos dejes caer en ella”.

Evidentemente la crisis tiene dos salidas: el hundimiento, con el retroceso o estancamiento que eso supone, y la superación, con los beneficios que ello comporta. Stanislav Grof, psiquiatra y uno de los pioneros de la psicología transpersonal, en su obra “La tormentosa búsqueda del ser” la llama emergencia espiritual y afirma que, si se comprende y trata bien (como momento crítico de un proceso natural de desarrollo), puede desembocar en fuertes sensaciones emocionales y psicosomáticas, provocar cambios profundos y positivos en la personalidad y llevar a la solución de muchos conflictos.

¿En qué está entonces nuestro problema? La respuesta nos la da B. Blin en el texto que prologa la edición española de la obra citada. El imperialismo científico nacido en el XVIII ha impregnado todos los ámbitos de la vida, modificando nuestra forma de pensar, convirtiéndola en una concepción lineal donde todo tiene una causa y un efecto. Esto ha permitido un desarrollo técnico e industrial sin precedentes, pero nos ha alejado del Misterio; ha potenciado nuestra capacidad de hacer y de tener, pero ha descuidado el ser.

Todo lo que no puede ser explicado desde los presupuestos científicos oficiales es o ridiculizado o negado o perseguido. No es extraño que, para esta mentalidad, la experiencia mística sea una paranoia, la crisis espiritual, una depresión, la religión, una neurosis, la fe en Dios, una proyección de las propias insatisfacciones... Las emergencias espirituales, que no son sino crisis del alma, no son patologías mentales, sino experiencias de tránsito, profundamente humanas y humanizadoras. Jesús de Nazaret, en el desierto de Judá, nos muestra la profundidad en la que se adentra el que sabe afrontar la crisis y bendecir la oportunidad que en ella se le ofrece.

Francisco Echevarría





Maite at: 16 febrero, 2021 15:54 dijo...

Una Cuaresma más en tiempo de pandemia. Un año más sin procesiones ni tantas cosas que nos hacían vibrar y movían nuestra devoción. Pero la llamada a la conversión, a creer en el Evangelio sigue intacta, nueva, esperanzadora.

Esta Cuaresma a palo seco ayuda a centrarse en lo esencial: la conversión a la misericordia. Porque es característica del Padre, de Jesús, y quien cree en el Evangelio se siente con fuerza llamado a vivir en ella y actuar desde ella. A mirar a las personas, a todas, y todas las circunstancias desde ahí. Si los que nos llamamos cristianos no somos conocidos por nuestra misericordia nunca reflejaremos el rostro y la mirada de Dios. Nuestros sentimientos han de estar transidos de misericordia y compasión para identificarse con los de Jesús.

Pablo habla de la paciencia de Dios. El que nunca se cansa de esperarnos ni de esperar que demos frutos de misericordia. Sería lo más propio de una buena conciencia.

Misericordia, ternura y bondad espera de Dios el salmista, reconociendo que es la humildad, o el conocimiento propio en verdad, la que abre la puerta a estos dones.

En el libro del Génesis Dios establece una alianza con su pueblo y pone su arco en el cielo como señal. Ese hermoso arco iris brilla hoy en nuestros corazones porque somos hijos de Dios. Porque seguimos siendo invitados a la conversión para vivir más y mejor nuestra filiación. Para llevar a todos un poco de luz y color, de belleza y alegría, de esperanza y de paz en estos tiempos de enfermedad y muerte, tan necesitados de que cuidemos unos de otros. Porque todos somos hermanos, somos familia.

juan antonio at: 18 febrero, 2021 14:36 dijo...

El miércoles de Ceniza hemos comenzado la Cuaresma, tiempo de ver, revisar, discernir sobre nuestra vida, como seguidor de Jesús, sus luces y sus sombras, y para ello tenemos la oración, el ayuno y la limosna, con un denominador común, todo se ha de hacer en la intimidad, en lo secreto con el Padre y con los hermanos, nada de vocear, ni mi oración, ni mi ayuno ni la limosna.
Hoy el Evangelio nos lleva a considerar las tentaciones de Jesús en el desierto, lugar al que “”inmediatamente lo empujó el Espíritu”” después del Bautismo.
El desierto tiene una relevancia especial en el pueblo de Dios desde siempre, desde Abrahán hasta nuestros días, es lugar de silencio y soledad, lugar para la intimidad con Dios y lugar de la prueba a que estamos llamados cada uno de nosotros, pues no en vano Jesús al enseñarnos el Padre Nuestro, lo termina diciendo “no nos deje caer en la tentación y líbranos del mal””.
Es decir nosotros, como Jesús, tenemos que afrontar una lucha interior contra todo aquello que nos aparte de ser hijos de Dios, tenemos que pasar nuestro desierto en la experiencia de Dios, en el encuentro con Él a pesar de las pruebas que se nos presenta en este mundo.
Y como ya decíamos hace unos domingos atrás, en el que se leía los versículos catorce y quince, tenemos nuestra acción misionera, proclamar el evangelio de Dios pues el plazo se ha cumplido, ya ha pasado lo antiguo, aparece lo nuevo, la Buena Noticia del amor de Dios revelado por Jesús, trayéndonos un nuevo modo de vida, que tenemos que llevar a toda la humanidad con nuestra palabra y nuestro testimonio.
Hoy, refiriéndonos al Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma, hablar de tentaciones en un mundo descreído y lejos de todo aquello que roce el misterio, la trascendencia, el más allá, la presencia viva de Dios en nuestras vidas en un Reino que tenemos que construir aquí, es para que nos pongan de loco, pero a pesar de ello tenemos que hacerlo, tenemos que llevarlo a cabo, sin miedo ni prejuicios, pues el Señor está con nosotros.
Hay una cancioncilla con la que abre Radio María su programación a las siete de la mañana y que dice así:
Buenos días Señor, buenos días,
esta noche has cuidado de mí,
por eso quisiera que toda mi vida
sea gloria y alabanza hacía Ti.
En tu nombre comienzo este día
y en tu nombre lo quiero acabar.
Me regalas el tiempo, la gracia,
el trabajo, el descanso y la fe
y me dices, construye mi Reino
y no temas, contigo estaré.

Recemos con el salmista: “”Señor enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador””,
Como actuación a seguir por mí, por todos, es que sintamos el Espíritu y nos dejémonos conducir por Él al silencio y soledad, a nuestro desierto, para vivir desde allí nuestro encuentro con Dios nuestro Padre y con nuestros hermanos.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN