DOM-25B

sábado, 11 de septiembre de 2021
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3 comentarios:

Maite at: 14 septiembre, 2021 20:46 dijo...


El pasaje evangélico de este domingo pone de relieve, una vez más, cuán diferentes son los pensamientos de Jesús de los nuestros; sus actitudes, sentimientos, prioridades y opciones de las nuestras.

A pesar de la claridad de su mensaje y sus palabras, nos sigue costando asimilarlas y entenderlas. Tanto como a los discípulos y por las mismas razones. Creemos que encontramos nuestro verdadero ser y el afecto que necesitamos siendo importantes, los más importantes: craso error. Aunque sea en el marco de un entorno minúsculo o a un nivel muy pequeño. Cuando lo cierto es que, apostando por ocupar el último lugar y servir a los demás, alcanzamos la plenitud de nuestra humanidad y nuestro ser cristiano.

El libro de la Sabiduría y la Carta de Santiago dibujan con precisión qué hay en el corazón de quienes ansían el poder y situarse por encima de los demás. Algo común a las personas de todos los tiempos y lugares de la tierra. Así como el salmista describe la angustia del inocente perseguido injustamente.

Para cada uno de nosotros, es cuestión de elegir. Y habrá muchas circunstancias propicias para ello. Serán familiares, laborales, en el entorno de nuestras relaciones, en nuestra vecindad…

Hay una frase preciosa en la hojilla que retrata con precisión el proceso del cristiano, del que sigue a Jesús: “El discípulo que ha seguido por el “camino” a Jesús, se ha ido despojando de sus vanidades y sus prestigios para caminar tras los pasos del hermano universal, del mejor de todos, del que nada tiene, del crucificado”.

Y Santa Teresa anima a sus hijas con esta otra, muy parecida, que también podemos hacer nuestra: “Poned los ojos en el crucificado y se os hará todo poco”.


Paco Echevarría at: 15 septiembre, 2021 13:37 dijo...

AL SERVICIO DE LOS DÉBILES (Mc 9,29-36)

Por segunda vez anuncia Jesús su destino: caer en manos de los hombres, morir y resucitar; y por segunda vez los discípulos prefieren no enterarse del asunto. No estaban allí para seguir a un fracasado, sino a un triunfador. Caminaban con él, pero, interiormente, estaban muy lejos de seguirle. Para ser discípulo, hay que seguir al maestro consciente y voluntariamente. Tal vez sea éste el problema de muchos cristianos de hoy día. Son los cristianos por inercia: están ahí porque alguien los colocó allí un día pero nunca se han preguntado lo que eso significa.

El tema de la conversación que mantenían durante el camino indica lo lejos que estaban de las intenciones de Jesús. Mientras él hablaba de sufrimiento, humillación y muerte, ellos discutían sobre el reparto del poder. Jesús aprovechó la ocasión para aclarar las cosas una vez más: en la comunidad cristiana el primer puesto -el más importante- lo ocupan quienes en la sociedad están menos considerados y el primer deber de la autoridad es servir a éstos. Ya lo había dicho María: Dios destrona a los poderosos y aupa a los humildes. Para ilustrar su pensamiento puso en el centro del grupo a un niño y lo abrazó con cariño. El signo adquiere un relieve especial si se tiene en cuenta que, en aquel tiempo, los niños pertenecían al grupo de los desfavorecidos.

Es cierto que él hablaba de cómo deben ser las cosas en la comunidad de sus discípulos, pero sería bueno que los poderosos y los grandes del mundo meditaran sobre estas palabras de Jesús y se pregunten sobre la legitimidad de su poder. En verdad ¿cuál es la razón de ser -la justificación- de la autoridad y del poder humano? Es decir: ¿qué razón hay para que unos hombres tengan poder sobre otros y puedan decidir sobre sus vidas, siendo así que todos somos iguales? No me sirve decir que han sido elegidos democráticamente. Eso sólo evita que no sean considerados unos usurpadores. Yo encuentro que la única justificación de la autoridad es defender y apoyar a los débiles para que no sufran el abuso de los fuertes, defender a quienes no pueden defenderse o no tienen quien les defienda. La autoridad tiene, por tanto, la misión de equilibrar. Así debe ser en la comunidad cristiana y ojalá que así fuera en la comunidad humana. Si éste fuera el caso, el mundo sería más justo y más cómodo y fácil el vivir, sobre todo para algunos que lo tienen muy difícil.

El dicho final de Jesús es una advertencia: sólo acogiendo a los despreciados se puede encontrar a Dios. Sus discípulos, en vez de buscar egoístamen¬te el provecho personal, deben olvidarse de sí mismos y ayudar a los desposeídos, a los desheredados, a los olvidados. Y esto no hay que hacerlo desde arriba -desde posiciones de poder-, sino abrazando, es decir, por amor y con amor.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 16 septiembre, 2021 18:31 dijo...

El Evangelio de esta semana nos trae el segundo anuncio sobre su pasión, muerte y resurrección y unas enseñanzas sobre la primacía en la comunidad y cuáles son los principales.
No entendieron nada hasta Pentecostés y nosotros, a pesar de Pentecostés, seguimos casi sin entender nada.
El evangelio narra escuetamente que Jesús les iba enseñando por Galilea acerca de lo que había de sucederle y como llegar a la gloria de la Resurrección, pero ellos y nosotros estamos en otra onda, seguimos buscando nuestro liderazgo, la pompa y lo contrario de lo que Jesús y el evangelio enseña.
En este tiempo de dolor y aún a su pesar, se intentan procesiones, misas de estado, es decir donde se va por el cargo que ocupamos en la sociedad no porque creo y quiero vivir la cena del Señor con los hermanos, ocupamos los primeros puestos y aún dejamos de acudir, quitándole a los verdaderos interesados su asistencia, ¡Qué pena!, pero así es: seguimos sin entender la sencillez del misterio de la Cruz, ante el cual no nos queda más que la “”adoración, la veneración y el respeto, reconocer nuestra identidad y por supuesto la de Jesús y la solidaridad con los hermanos””.
Seguimos acaparando cargos, seguimos ocupando puestos de importancia, no faltaba más y seguimos sin acercarnos a las verdaderas enseñanzas de Jesús: que no estamos falto de sufrimiento, como no lo estuvo Él y que nuestra meta es el servicio a todos y sobre todo a los más frágiles, pues a través de ellos nos identificamos con Jesús y con el Padre en la fuerza del Espíritu.
En todo, amar y servir, nos dice S. Ignacio en los ejercicios y ¡cuántos ejercicios hemos hecho en nuestra vida!
Si quieres ser el primero, sé el último y servidor de todos, porque si eres el último, decía un articulito que leí, no quiero alardear de lo que no es mío, tiene la visión de lo que necesitan los demás, pues si eres el primero no ves las necesidades, vas ciego, de prisa y hacia dónde? a la nada.
Ponte en tu lugar, ese que te corresponde en el servicio y entrega tu vida, ofreciéndote “en sacrificios de todo corazón” como canta el salmista.
Pensemos, cuando veamos a los débiles y frágiles, pensemos que Dios nos da la suerte de verle, nos regala su compañía, su presencia y busquémoslo, por supuesto en nuestro servir.
Hace tres años, transcribía un poema de Gabriela Mistral, (seudónimo de Lucila Godoy Alcayaga, chilena y premio nobel) que termina así:
“”Servir no es faena de seres inferiores,
Dios que es el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamarse ¡el que sirve!
Y tiene sus ojos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
¿SERVISTE HOY? ¿A QUIÉN?””

¡Respónde!

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra enséñanos a servir, enséñanos a pedirle a tu Hijo vino para tantos necesitados de nuestra sociedad, ¡AMEN!