DOM-26B

sábado, 18 de septiembre de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 18 septiembre, 2021 09:04 dijo...

NO ES DE LOS NUESTROS (Mc 9,37-47)

La psicología de grupos dice que uno de los factores de cohesión interna es marcar diferencias con otros grupos, sobre todo con los afines. La reacción de los discípulos ante alguien que libera a los hombres en nombre de Jesús, sin ser uno de su grupo, es indicativa de este fenómeno. Lo que esta postura esconde es la pretensión de apropiarse de Jesús y hacer de su figura, de su mensaje o de su obra un patrimonio grupal. Él sale al frente y afirma que tiene otros muchos seguidores a los que no se debe entorpecer su tarea en favor de los hombres.

La cosa se complica cuando se trata de la Iglesia o la comunidad cristiana de un lugar. Es cierto que la unidad sólo se puede construir a partir de la diversidad, es decir, que sólo se puede unir lo diferente y que -según las enseñanzas de Pablo- el pluralismo de dones y tareas es una manifestación del Espíritu. El problema surge cuando alguien -sea persona o grupo- absolutiza lo que le es propio y desautoriza todo lo demás. Cuando esto ocurre, se está atacando uno de los rasgos de la Iglesia, aquel que engendra la fe en los extraños: la unidad. Es bueno reconocer lo que nos diferencia, pero no es menos bueno valorar lo que nos iguala y une.

El verdadero enemigo no es el otro o los otros, sino el escándalo -seducir al débil para que se entregue al mal-. Ése es el verdadero enemigo al que hay que temer y contra el que hay que luchar. Si una persona tiene buen corazón y sus obras son buenas -aunque parezcan insignificantes, como dar un vaso de agua-, ¿qué importa lo que piensen los hombres? El cristiano sabe que, cuando llegue la hora de la verdad, muchos se sorprenderán al ser recompensados porque ayudaron al juez del mundo sin saberlo.

Y este enemigo no es ajeno a cada uno. Es tan propio como la mano, el pie o el ojo. La verdadera lucha del creyente -y de cada ser humano- no es contra los demás, sino contra sí mismo. La maldad es una semilla que alguien, en algún momento de la existencia, sembró en nuestro corazón. La mejor tarea es arrancarla para que la semilla de la bondad -que nació con nosotros- brote, se desarrolle y madure. Dios -que es amor- nos ha creado a su imagen, pero la serpiente nos ha mordido y su veneno amenaza con destruirnos. El antídoto es el perdón. Pero éste sólo es posible cuando uno está dispuesto a la renuncia del amor propio y del orgullo. Y eso duele porque está muy dentro de nosotros. Pero así es la cosa. Quien no se adentre por este camino de vida, se sumergirá en el abismo donde la destrucción es completa -el fuego no se apaga- y la putrefacción, total -el gusano no muere-. Se trata por tanto de ser uno mismo, unido a los demás y luchando contra el enemigo interior que pretende convertirnos en apóstoles de nuestra propia maldad.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 21 septiembre, 2021 18:22 dijo...

Dm 26 TO 26.9.2021
Esta semana sigue la lectura continua del Evangelio en relación con la semana pasada, nos trae el planteamiento de Juan sobre el bien de los extraños a la comunidad y unas sentencias de Jesús sobre nuestro actuar como seguidor suyo.
Jesús al reprender a Juan sobre la prohibición de hacer el bien a los que no están en la comunidad, nos está llevando a la universalidad del Reino de Dios como universal es el Amor del Padre Bueno y no podemos quitar a nadie el que haga el bien en su vida, en aras de una falsa o no falsa pertenencia a grupo alguno.
Dios se da a todo el mundo por medio de diferentes caminos y uno de ellos puede ser una persona extraña a la comunidad, buena por naturaleza y corazón, al que quizás en vez de reprender tenemos que hablar de Jesús y dárselo a conocer, no para que esté en nuestro grupo sino para que tenga la posibilidad de elegir y seguir a Jesús en libertad.
Para Jesús nada es inútil, ni siquiera un vaso de agua dado con amor, ni los pequeños y débiles a los que no hemos de hacer el mal con nuestro ejemplo, llevándole, quizás apartándole del seguimiento de Jesús porque nuestra vida no es la que predicamos, somos fariseos, a veces, en nuestra vida.
Como colofón, Jesús nos trae la radicalidad, mejor dicho como entiende la fidelidad, de la que debemos apartar todo aquello que nos aleje del nuestro camino, todo aquello que obstaculice nuestro vivir en plenitud la Vida.
Vamos esta semana, desde la universalidad del Amor del Padre Bueno, que premia lo pequeño y castiga al que al pequeño haga daño faltando a esa entrega y fidelidad de la que decimos presumir.
El salmo nos dice que “”los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón””, simplemente porque son pinceladas del Amor de Dios y nuestro cumplimiento respuestas a ese Amor, si tomamos otro camino, tendremos la carga pesada y el yugo duro sobre nuestras espaldas, si por el contrario amamos por Amor, nuestra confianza en Dios será infinita, porque es nuestro Padre.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Madre del Amor Hermoso, ayúdanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 23 septiembre, 2021 18:12 dijo...

Se ve que esta pregunta, frecuente entre nosotros, es muy muy vieja: ¿es de los nuestros o no?

Moisés ya había demostrado su grandeza de alma ante Josué, celoso de la autoridad de su líder: “¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizara!”. Han pasado tantos años desde entonces y no son muchos, aquellos de nuestros líderes, políticos, sociales o religiosos, los que hacen gala de esta actitud abierta y generosa, libre, al fin y al cabo.

Incluso nosotros, en nuestra pequeña parcela de poder e influencia cotidiana, no solemos estar dispuestos a ceder un ápice de nuestro supuesto o pretendido liderazgo, misión o encargo.

Jesús, como Maestro del grupo de discípulos, sigue la estela de Moisés e instruye a estos con una mentalidad universal y positiva, ajena a todo provincianismo y mezquindad.

En estos tiempos de crisis y dificultades, y todos lo son, qué duda cabe, la tentación de capillismo y de hacernos espaldas unos a otros, juntándonos quienes vemos la realidad de la misma forma, es muy fuerte. Así como la de ver amenazas en todos aquellos que buscan lo mismo pero por otras vías, con otras compañías o desde otras laderas.

Pero esta mentalidad cerrada es un escándalo para nuestros hermanos cristianos separados, para esos otros hermanos nuestros que no comparten nuestra fe, pero sí buscan el bien y la verdad, la justicia y la paz. Porque nos lleva a la condena, al juicio, a más separación. Actitudes, todas ellas, contrarias radicalmente al Espíritu de Jesús y sus enseñanzas.

Viene bien hacer nuestra la oración del salmista: “Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine; así quedaré libre e inocente del gran pecado”.