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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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¡NO TENGÁIS MIEDO! (Jn 14,1-12)
Jesús, tras anunciar la traición que se cierne sobre él, las negaciones de Pedro y su partida, intenta calmar el ánimo de los suyos por la lógica turbación del momento. Sus palabras nos recuerdan las de Isaías a Acaz, cuando “tembló su corazón y el corazón de su pueblo como se estremecen los árboles del bosque sacudidos por el viento... ¡Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón!”. En aquella ocasión el motivo del estremecimiento fue el cerco de la ciudad; en el caso de Jesús es la traición de los falsos discípulos, la cobardía de los seguidores y la ausencia del Maestro lo que provoca el desconcierto y el miedo. La comunidad cristiana -entonces como ahora- estaba amenazada por la persecución de los adversarios, por la debilidad interna de sus miembros y por la sensación de olvido y abandono. Las dificultades se multiplican dentro y fuera de ella y, en los más comprometidos, aparece el miedo y la turbación con el riesgo de perder la fe.
El problema no es ya que el mundo se haya situado de espaldas a la luz, sino que los creyentes están dejando que se apague. La barca se agita en medio de la noche, sacudida por el viento y las olas, y la voz del maestro vuelve a sonar con un reproche: “¡Hombres de poca fe! ¿Por qué tenéis miedo?”. Sabe bien que el miedo es la mayor amenaza para la fe, porque es cierto que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
Para ratificar sus palabras, Jesús se presenta como camino. No caminar con él es andar errante, perdido, sin meta y sin futuro. Conecta así con los sentimientos más profundos del hombre y ofrece una respuesta a su búsqueda. Pero hoy muchos han cesado en la búsqueda, se han instalado en el ahora de espaldas al después. El problema es que sin metas ni ideales ¿qué sentido tiene el vivir? La felicidad consiste en la dicha de saber que la vida tiene sentido y, sin metas, no hay sentido.
Tal vez por eso al camino une la verdad, entendida desde la mentalidad semita, según la cual no es la mentira absoluta lo que más daña al hombre, sino la ignorancia y las medias verdades. Porque, de la mentira abierta y clara podemos defendernos, pero estamos indefensos si nos atrapa la ignorancia o la verdad a medias -mezcla de lo verdadero y lo falso-. Y con la verdad, la vida, que es el complemento necesario y el principal valor, ya que todo es en función de la misma. Jesús es el camino verdadero hacia la vida o, si se prefiere, el camino a la vida verdadera. En estos tiempos de confusión y violencia, mentira y muerte, con el terrorismo y la guerra en tantos lugares, el corazón está amenazado por el desaliento y el miedo. Es necesario y consolador oír las palabras de Jesús para no perder la fe en Dios y en el hombre.
JESÚS ENSEÑÓ EL CAMINO
Jesús se reunía con los discípulos, ellos le preguntaban y así descubrió que aún no habían comprendido quién era. Les habló de cómo era la casa del Padre y del viaje que haría para prepararles un sitio donde serían acogidos. Les pidió que creyeran en Dios y en Él, que tuvieran fe y que realizaran obras buenas con los demás como Él hacía cada día. También les dijo que el Padre estaba en Él y que sus obras las realizaba con su ayuda. Así les demostró que no habían entendido el ejemplo de vida que les dio cuando presenciaron cómo curaba a los enfermos, consolaba a los afligidos, escuchaba los problemas ajenos, daba de comer a quienes tenían hambre o les habló del Padre con palabras sencillas… ¡El “CAMINO” que Jesús nos pide que recorramos!
Las dudas que le plantearon Tomás y Felipe nos confirman que el hombre también necesitaba entonces ver para creer, ese problema siempre está relacionado con la fe debido a que no sabemos cuidarla o porque caminamos por el hecho religioso de puntillas.
Al morir Jesús sus seguidores comenzaron a dar pasos para consolidar la primitiva comunidad cristiana, formaron grupos de trabajo, nombraron discípulos para que ayudaran a los apóstoles en las responsabilidades, servir la comida en la mesa comunitaria y predicar la Palabra. Esteban, Felipe y otros lo fueron y, aunque seguían el ejemplo de los apóstoles, ellos predicaron con un estilo diferente pues abordaban los temas con suma claridad, asumían el mensaje de Jesús con rigor y, como hizo Él en su momento, criticaron las prácticas del Templo y la interpretación errónea que hacían los judíos de la Ley. Los fariseos, por sus formas de predicar y practicar se opusieran a ellos.
Es evidente que la Palabra, siendo una y clara, siempre fue, y es, motivo de discrepancias entre los seguidores de Jesús por las diferentes formas que hubo, y hay, de interpretar qué se debe hacer y qué no. Ahí está, para mí, la causa por la que seguimos estancados en la cáscara del mensaje porque no somos capaces de profundizar hasta la pulpa de él, donde está lo esencial… ¡El prójimo!
La línea que seguían Esteban, Felipe y los otros iba por ese camino pues atendían a los necesitados, entre los que estaban las viudas y los huérfanos, lo que Jesús enseñó.
Las palabras de Pedro confirman que ese camino era válido y nos recuerdan que Jesús es el sostén de la Iglesia, que fue rechazado y matado y que nosotros tenemos que participar en el proceso evangelizador sin miedo pues quienes intentan hacer daño a la Iglesia tropiezan en Él y fracasan.
Dm 5º Pascua ---A-- 7.5.23
En el final del capitulo anterior al evangelio de esta semana, se nos narra la predicción de la traición de Judas y la negación de Pedro, hay un cierto desconcierto en los discípulos y ello dentro de los grandes discursos de Jesús en la Última cena, en la intimidad de su alma y de su manifestación más grande de Amor y de su único mandamiento, AMAR.
El anuncio de su marcha y el tono de los discursos los tiene un poco sobrecogidos, de ahí que Jesús les manifieste:
“No perdáis la calma”:
Serenidad, tranquilidad, paz, paciencia, misericordia,…….. amor, amor
“Creed en Dios y creed en mi”
Aquí tenemos la fuente de nuestra Vida, en nuestra confianza, nuestra fe en Dios, Padre de todos, en el Hijo hecho uno de tantos para darnos la Vida, con la fuerza del Espíritu.
Dejémonos en sus manos, como Jesús en la Cruz, Padre a tus manos encomiendo mi Espíritu, dejate llevar, dejate estar, mira la vida como Vida, mira al hermano como lo que es, igual que tu,lo más grande de la creación “qué es el hombre para que te acuerdes de él” rezamos en el salmo numero mocho, porque Dios se acuerda de lo que ha hecho, todo era bueno, incluso Cain al que expulsó con una señal para nadie de hiciera daño:
No perdáis la calma, creed en Dios y creed en mí, disipad vuestro temores, vuestras angustias, vuestras decepciones de cada día, no te mires, mira a Dios y a los demás y todo, todo, ponlo en las manos del Padre y adora y confía, como nos dice el Padre. T. de Chardin, en esa admirable oración que el autor de la hoja nos ha dado tantas veces.
La segunda parte del evangelio nos trae como enseñanza la desconfianza de los discípulos, a pesar del tiempo, a pesar de las enseñanzas, a pesar de sus obras, uno desconfía sobre el Camino, y otro necesita revelaciones del Padre: estaban ciegos o estaban tan aturdidos que no coordinaban o queremos ver lo de hace tantos siglos con las lentes de hoy: tenemos que comprender que Jesús les reprende, pero les enseña, no lo deja a su soledad:
Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida,
Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre en mi
La identidad y la identificación de Jesús
En los días aciagos de nuestra existencia y ¡tenemos tantos!, pues hay tanto ruido por todos lados, tanta traición, tanta muerte, tanta negación de todo lo que atañe al Hombre/Mujer, a la humanidad, que podemos incluso llegar a preguntarnos ¿Dónde está Dios? Y todas esa serie de preguntas que pueden seguir a ésta, desde una guerra, una enfermedad, una muerte porque sí, cojo un arma y ........
No perdáis la calma, creed en Dios y creed en mí
Escuchemos las palabras de Jesús, miremos sus manos que nos acaricias, nos atiende, nos consuela y oigamos el susurro de su Amor que nos llena el alma de Vida.
No perdáis la calma…… yo estoy con vosotros hasta el fin de los tiempos
Podíamos preguntarnos como Jesús a Marta y María, ¿Crees esto?
Ahí lo dejo.
Señor, gracias por todo.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a confiar plenamente en el Padre del que te fiaste, en el Hijo que engendraste y en el Espíritu que te lleno de Vida, ¡AMEN! ¡ALELUYA!
Para todo cristiano Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Aceptarle como camino es emprender un itinerario que lleva al conocimiento del Padre, con quien Jesús se identifica y a quien reconoce presente en sí mismo. Jesús es la Verdad y la Vida precisamente porque está en el Padre y el Padre en él, como demuestran sus obras: obras de verdad y de vida.
Tomás y Felipe, a pesar de su convivencia con Jesús, andaban bastante despistados; pero no mucho más que nosotros, que seguimos preguntando muchas veces, todavía, por el camino a seguir y todavía pretendemos, o necesitamos, que se nos muestren certezas y seguridades a las que poder agarrarnos.
Ante las crisis, las incertidumbres, los retos y desafíos, el importantísimo cambio de época en que estamos inmersos y que tanto afecta y afectará a las sociedades e individuos, a la misma Iglesia, la respuesta a nuestras preguntas por el camino a seguir, la verdad y la vida sigue siendo la misma: Santa Teresa diría que hay que fijar los ojos en él. Y creer en él, sin miedo, como él mismo pide a sus discípulos de todos los tiempos.
Por eso, Pedro nos recuerda que somos un pueblo de sacerdotes, elegidos para salir de las tinieblas y entrar en la luz maravillosa de Dios: como quienes siguen a Jesús Camino, Verdad y Vida. Como quienes experimentan, a lo largo de cada día, con el salmista, la mirada amorosa del Señor. Como los primeros seguidores del Camino, cuando intentaban resolver las dificultades que salían al paso buscando el consenso en el diálogo, la armonía entre todos y la oración.
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