DOMINGO 28-A

viernes, 6 de octubre de 2023
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 octubre, 2023 21:38 dijo...

VESTIDOS DE FIESTA

Continúa la polémica con las autoridades del templo. Tras poner en entredicho el sistema religioso de su tiempo y denunciar la infidelidad del pueblo, en la parábola de los invitados, Jesús aborda el tema de la universalidad de la llamada y de la salvación. El Reino de Dios deja de ser un privilegio concedido al pueblo judío para ser un don del que pueden beneficiarse todos los hombres. No estamos ante un asunto de justicia -como en la parábola anterior-, sino ante una cuestión de honor, pues se trata del menosprecio de un don: un rey, que celebra las bodas de su hijo, invita a todos los nobles, pero estos prefieren dedicarse a otros asuntos menos significativos e ignorar la llamada. Algunos incluso llegan a maltratar a los mensajeros. La reacción del Rey fue la ira. Mateo posiblemente tiene en su mente la destrucción de Jerusalén ocurrida algunos años antes de que escribiera su evangelio. La enseñanza es clara: Israel ha despreciado el don de Dios y por eso ha sido barrido de la tierra.

Es en la segunda parte donde se apunta el tema de la universalidad: los criados salen a los caminos e invitan a todo el mundo, sin pararse a ver si son o no dignos de sentarse a la mesa de un rey. La sala se llena de buenos y malos. La discriminación consentida y apoyada por el judaísmo salta por los aires hecha añicos y se establece una igualdad esencial entre todos los hombres desde el punto y hora en que a todos se ofrece la salvación. Para la primera generación cristiana todos los seres humanos son esencialmente iguales. Las diferencias son meramente superficiales.

Pero no acaba ahí la cosa. El final resulta sorprendente porque, al acudir al salón, el rey manda expulsar, atado de pies y manos, a uno que no llevaba el vestido de fiesta. Y es que todos son llamados y todos pueden beneficiarse de la salvación, pero sólo lo conseguirán quienes muestren signos externos de la nueva justicia.

El evangelio es una buena noticia para todo el que la quiera escuchar. Son muchos los que viven enredados en sus asuntos y no valoran el ofrecimiento que se les hace. Para unos es más importante ocuparse de los negocios o disfrutar de los bienes; otros incluso atacan o ridiculizan a quienes se han dejado iluminar por Jesucristo. Entre quienes se dicen cristianos hay quienes lo son sólo de palabra, pues su vida no responde a ello. La parábola de los invitados es una llamada a considerar lo que es esencial y secundario en la vida. La fe es un don que se ofrece, no un deber que se impone. El hombre puede pensar que otros menesteres son más importantes y menospreciar semejante don. Puede incluso aceptarlo, pero no permitir que fructifique en su corazón. Al final lo que importa es ir vestido de fiesta cuando el rey entre en la sala del banquete.

juan antonio at: 09 octubre, 2023 09:47 dijo...

Las lecturas de esta semana nos habla de banquete, incluso S. Pablo nos habla de que Dios proveerá todas nuestras necesidades con magnificencia.
El relato del Evangelio, la parábola de las bodas del hijo del rey, se presta a muchas consideraciones y la primera de ella puede ser, creo, la llamada que Dios nos hace a participar en el Reino, a luchar por su implantación en este mundo, a vivirlo desde ya y a que todos lo vivan en dignidad y la pregunta que nos podemos hacer es si vivimos esta llamada, si la sentimos y, sobre todo, si la correspondemos, si cada uno, en nuestras circunstancias, hacemos y trabajamos, en definitiva si participamos de ese banquete al que somos llamados.
Los primeros invitados se excusaron, no participaron, ello en uso de esa libertad que Dios nos ha regalado y como tal sufrieron o sufren la lejanía del Padre.
En su lugar fueron llamados todos los que andaban por los caminos de esta vida y aceptaron las condiciones del Reino, disfrutaron del banquete, salvo aquel que indebidamente se atrevió a entrar, no estaba preparado, no llevaba la intención de participar sino cualquier otra – no abrió la boca- como el que nada hizo con el talento que recibió, -lo enterró- y cabe preguntarnos ¿cuantas cosas dejamos de hacer?, la omisión es tan pecado, tan falta como la acción, no solo es pecado hacer el mal, también dejar de hacer el bien si está en nuestras manos, si somos capaces de ser instrumento para ello.
No hay exclusión alguna, la llamada es universal
El pasaje evangélico termina con una sentencia que es tremenda:
“Muchos son los llamados y pocos los escogidos”
Puede que nos lleve a decepción o contradicción, quiero verla dentro del contexto de la parábola, de los que iban con traje y del no llevaba traje, pueden ser que muchos son llamados y pocos responden a esa llamada, como el que es rechazado – no abrió la boca - , - escondió el talento -, más que afirmar, Jesús advierte, Dios llama, pero nos pide una respuesta.
La damos? Ahí queda eso
Recemos con el salmista uno de los salmos, en mi opinión, que implica a Dios y a la humanidad, Dios nuestro pastor nos provee de todo y nosotros nos dejamos llevar hasta habitar en la casa del Señor por años sin términos, la Vida en Plenitud.
Gracias, Señor, por todo
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 13 octubre, 2023 21:18 dijo...

En las lecturas de este domingo resuenan, de nuevo, las palabras del Papa a los jóvenes en la última JMJ de Lisboa: “En la Iglesia caben todos, todos y todos”. Sí, desde Isaías, todos estamos invitados; y la invitación es generosa, amplia, magnánima. Una oferta de gozo desbordante, de liberación plena, apta para el deleite de todos los sentidos. Una oferta, sobre todo, de vida eterna que comienza ya aquí.

Jesús quiere recordar, a los dirigentes del pueblo, esta invitación, y hacerles ver que es universal. Ellos llevan demasiado tiempo restringiendo el círculo de invitados al banquete de Dios, y su mesa es muy reducida. Pero toda invitación, por muy generosa que sea, requiere una respuesta individual: hay que presentarse con el vestido adecuado en el banquete. Así, uno muestra su amistad con quien le invitó y hace suya la etiqueta de la casa que le acoge; se presenta con dignidad en la celebración y ofrece sus respetos al anfitrión.

El salmista es un buen modelo como invitado. Se deja guiar y conducir con docilidad a casa del anfitrión y, una vez allí, se sienta a la mesa preparada por él y se deja ungir y servir. Se identifica con quien le invita, se adentra en su intimidad y sigue sus pasos hasta el punto de quedarse a vivir con él.

Pablo, otro excelente invitado, da un paso más. Él sabe vivir, según su expresión, en pobreza y abundancia: a mesa copiosa y puesta, y a carecer hasta de lo suficiente. Pero no aparta los ojos de quien provee a las necesidades de todos y a todos puede confortar, más allá de la abundancia o la privación.

En un domingo como el de hoy, con invitaciones masivas a mesa puesta, una no puede evitar preguntarse cuántos, a nuestro alrededor, se sienten invitados al banquete de la misericordia, de la Buena Noticia de Dios. Y si los que nos sentamos habitualmente en él, damos testimonio de que somos todos hijos de un mismo Padre que nos quiere a todos sentados en un mismo banquete junto a él.