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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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4 comentarios:
EL SENTIDO DE LA VIDA (Jn 6,51-58)
El momento culminante del diálogo de Jesús con los judíos sobre el tema del pan de vida es cuando declara abiertamente que en él -en su humanidad, en su carne- Dios se está manifestando y que la aceptación de esto es la única garantía de una vida para siempre. El escándalo de aquellos hombres se torna en desconcierto: “¿Cómo puede darnos a comer su carne?”. Es decir: ¿cómo pretende que le aceptemos como Dios en forma humana? Pero Jesús, en lugar de suavizar el planteamiento, lo radicaliza aún más: "Si no coméis mi carne -si no aceptáis que soy la manifestación humana de Dios- y no bebéis mi sangre -beber la sangre es aceptar el proyecto de vida que él propone-, no tenéis vida en vosotros". La vida verdadera -en cualquiera de los mundos-sólo es posible si se acepta lo que Jesús es y lo que anuncia. Será en su muerte, en su entrega suprema, donde esto se manifestará plenamente.
El evangelista escribe para una comunidad que celebra frecuentemente la Eucaristía, es decir, el sacramento -el signo- en el que se realiza místicamente ese acto profundo de comunión con Jesús por la aceptación de su ser -carne/pan- y de su vida -sangre/vino-. La Eucaristía no es, por tanto, el recuerdo simbólico de un hecho ocurrido en el pasado -la muerte de Jesús-, sino un memorial, es decir: la celebración aquí y ahora de su entrega. Evidentemente estamos ante el misterio, es decir, ante una realidad oculta que sólo se puede percibir con la mirada interior.
La Eucaristía es el encuentro con el Señor de la Vida. El pan y el vino -la persona y la vida, el ser y el existir- también son un misterio de encarnación, pues en ellos, Dios se hace humano para que la humanidad tenga acceso a él. Pero, dado que Dios es amor y el amor se expresa en la entrega, la Eucaristía es la celebración del misterio del amor: de Dios a los hombres -"Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo"- y de los hombres entre sí -"Amáos los unos a los otros"-. Llegados a este punto vemos claro el discurso de Jesús: lo que salva, lo que da la vida verdadera es el amor que cristaliza en la entrega.
Una vida de desamor y de egoísmo no es vida, sino una muerte lenta porque genera tal cantidad de sufrimiento, frustración y dolor al que padece este mal y a quienes lo sufren a su alrededor que la vida pierde sentido y el vacío se instala en el corazón. Por el contrario, abrirse al amor es como arrojarse a un mar de plenitud y de sentido porque es sumergirse en Dios.
Hay quienes piensan que el cristianismo está contra la vida y uno se pregunta de qué cristianismo hablan, porque ¿hay algo más vital que el amor? Más cierto me parece que es el inmanentismo reinante el que genera una cultura de la muerte y narcotiza las mentes y los espíritus con sucedáneos de felicidad, dando lugar, a la larga, sobre todo en los más jóvenes, a la conciencia sentida de que la felicidad es imposible.
Francisco Echevarría
EL DOMINGO ASISTIMOS… ¿A EUCARISTÍA O MISA?
La sociedad no suele arriesgar y por eso elige personas expertas para ocupar los puestos de responsabilidad o para realizar cualquier trabajo, la historia del pueblo de Israel prueba que Dios sigue otra línea, elegía como cabezas visibles que les ayudara a personas sencillas y las animaba a que participaran en la divulgación de su mensaje con ilusión, espíritu de mejora y mucha prudencia.
Durante el Éxodo, el “maná” no fue el pan de salvación porque sus preocupaciones eran de supervivencia, comer para no morir, y porque a Dios no lo tenían en el centro de sus creencias.
Vino Jesús y todo cambió al invitarlos a seguirle para alcanzar la vida eterna, lo hizo en unos términos difíciles de comprender al guiarse por la literalidad de sus palabras, de ahí que quienes le acompañaban a diario hablaran en términos materiales, comer y beber… ¿Por qué?
Porque no comprendieron que les propusiera entregarse de manera total a la causa de Dios y que eso requería, y requiere, ayudar al prójimo en sus necesidades, materiales y espirituales, -lo que Él hacía- y que no tuvieran miedo a las consecuencias que se pudieran derivar de responderle como Jesús, morir por los demás… ¿Nos planteamos la Eucaristía en estos términos o asistimos a misa? ¿Cambiamos o seguimos con los mismos comportamientos?
Pablo les proponía estar vigilantes siempre pues los días de bonanza no son eternos y en un momento todo puede cambiar, por eso les aconsejaba estar prevenidos para salir victoriosos. También les dijo que para triunfar deberían vivir vigilantes, confiados en el Señor, no olvidarse de ser responsables y generosos con los demás, acudir a Él para ofrecerle nuestras obras buenas y pedirle su ayuda y protección.
TÚ EN MÍ Y YO EN TI
Jesús afirma: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Todas las palabras que pronuncia acerca de este alimentarse de él, hablan de vida, una vida que dura para siempre, que no se acaba. Pero no son, ciertamente, para el intimismo personal; son un compromiso ineludible de asimilarse a él y dejarnos asimilar por él. De entregar la vida, como él, en su mismo proyecto de darla a todos los demás. Sin eso, quedarse en la mera devoción eucarística, es vaciar de contenido sus palabras e intención.
¿Cómo ser, de verdad, hombres y mujeres eucarísticos? Haciéndonos pan partido y sangre derramada. Solo es posible permaneciendo en él como sarmientos en la vid. A lo largo de cada día son muchas las ocasiones que se presentan de hacer vida esta palabra. Pablo nos invita a llenarnos de Espíritu Santo, y a hacerlo con alegría, en fraternidad, que siempre conlleva un olvido de nosotros mismos para vivir y trabajar en comunión con los demás.
El salmista propone hacer de la propia vida alabanza y bendición, a obrar el bien y buscar siempre la paz; a no olvidar al pobre, a los más desfavorecidos, que son objeto de especial benevolencia por parte de Dios.
Para todo ayudará sentarse a la mesa de la sabiduría, como bien indica el Libro de los Proverbios. Ella nos ayudará a discernir caminos de entrega de la propia vida. Siempre con Jesús y desde él.
Dm. 20 TO. 18.08.24 EUCARISTÍA, CENA. COMUNIÓN
Estamos en el centro del capitulo seis de Juan y en el centro del discurso sobre el Pan de Vida, estamos en la Eucaristía, en la Cena y en la Comunión.
Ante este misterio no nos cabe más que decir “sí creo”, y postrarnos en adoración agradecida, contemplando su entrega que inició en la Encarnación y culminará, culminó, en la Cruz, pero ante de todo para no dejarnos solos, huérfanos hizo posible su permanencia entre nosotros en la celebración de la Cena, en la Eucaristía, pues “….tanto amó a los suyos que los amó hasta el extremo” y tomando el pan lo partió y compartió…..tomando la copa se la dio y hoy se nos presenta a la reflexión los dones que entraña el comer su carne y beber su sangre, su cuerpo y su vida:
”quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”
Nos da la Plenitud de su Vida, desde ya, como nos dice la hoja, en este mundo, en medio de nuestras debilidades y fragilidades, como fue y será, le abandonamos, le somos infiel, pero Él nos sigue esperando, el Padre Bueno que otea el horizonte, el que me dice que quiere comer conmigo, el que me perdona toda una vida de…., el que no condena…..ese me hace esa promesa de tener su Vida,ya, y la resurrección en el último día.
“quien come…. habita en mí y yo en él”
Somos sagrarios vivos de Dios en este mundo, estemos donde estemos, llevamos a Dios con nosotros, Jesús, el Señor habita en mi y yo en él, nos hacemos por ese misterio una sola realidad, no es cosa baladí y quizás lo hagamos por nuestra rutina que todo lo termina haciendo mero rito.
S. Pablo vendrá a repetirlo en 1Co,6,19 “….no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?
“Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”
Ante esta manifestación de Jesús para nosotros lo decisivo tendría que ser tener hambre del Señor, ser hambriento y sediento de su pan y de su vida, es a lo que nos está llamando el Señor, a tener hambre y sed de Él, para hacerlo vida con su Vida en los ambientes en que nos desarrollamos, impregnando a todos del Amor de Dios Padre Bueno, del Amor de Dios Hijo que nos lo revela y del Amor de Dios Espíritu, Aliento de ambos en nosotros.
Reflexionemos sobre nuestras Eucaristías, sobre nuestro comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo, QUÉ LLEVAMOS A LA CELEBRACIÓN EUCARISTICA, QUÉ NOS TRAEMOS, para nosotros pero ese nosotros es para los demás para dar felicidad a los que no la tienen, pan a los hambriento, agua a los sedientos…… y así cada cual piense donde invertir la Vida que se nos da.
Recemos y vivamos como nos dice el salmo de estos domingos,
“gustad y ved que bueno es el Señor”,
Cosa nunca mejor dicha, a que nos sabe la comunión?
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir ¿AMEN!
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