2º DOM-NAVIDAD-C

sábado, 28 de diciembre de 2024
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2 comentarios:

Paco Echevarría at: 28 diciembre, 2024 08:24 dijo...

EL OLVIDO DE DIOS (Jn 1,1-18)

Como una pausa entre la Navidad y la Epifanía, este domingo nos sumerge en la contemplación del misterio de la Palabra hecha carne. El prólogo de Juan sirve de guía. Según el evangelista, la Palabra -que es la vida y la luz- viene al mundo -como un don, como una bendición- y los hombres responden a ella con la aceptación o con el rechazo. Los primeros llegan a ser hijos de Dios. Los segundos permanecen en la oscuridad. A pesar de esta doble postura, la Palabra se hizo carne y vivió en medio de los hombres.

Al mirar nuestro mundo y contemplar el olvido de Dios y hasta su rechazo por parte de algunos, es inevitable preguntarse qué le ocurre al hombre de nuestro tiempo para que prefiera ponerse de espaldas a la luz; qué encuentra en el olvido de Dios más ventajoso para él que la fe en un Dios que es amor, vida y luz. Se responde a esto, con demasiada ligereza, que el hombre es pecador, que es materialista, que se ha dejado seducir por los filósofos ateos... Pero la pregunta sigue sin responder. Porque no hablamos de un dios terrible o caprichoso, injusto, amenazante y celoso de la felicidad humana como lo entendían las mitologías más antiguas. Hablamos de un dios amigo de la vida, creador, padre, salvador, que es puro amor.

Tal vez la parábola del hijo pródigo sea la respuesta más cercana a la realidad. El joven vive feliz en la casa paterna, pero se cansa de ser hijo y, seducido por un espejismo de libertad, piensa que es hora de vivir a su aire. Al final de su aventura comprende que no es ni más libre ni más feliz. Tal vez sea ese el trasfondo del olvido de Dios en nuestra sociedad y en nuestro mundo. Seducidos por nuestra capacidad -hemos llegado a las estrellas y estamos a punto de llegar a las fuentes de la vida-, pensamos que Dios es una suposición innecesaria. Lo que es cierto como opción metodológica en el campo de la ciencia -no podemos explicar el rayo como una manifestación de la ira de Dios-, es un terrible error como postura existencial porque deja sin contenido el sentido de la vida. Si vivir es una pausa entre la nada y la nada ¿para qué vivir? Si ello es así, hay que dar la razón al Enuma Elis -la cosmogonía babilónica- cuando afirma que el ser humano fue creado por los dioses para ser desdichado.

Cuando el no creyente dice “¡Dios, no te necesito!”, Dios responde “Tampoco yo a ti, pero te amo”. Volver el corazón a Dios viene a ser lo mismo que ponerse de cara al amor. En el alba del milenio que estamos viviendo, es necesario repensar la postura ante Dios. La aventura del alejamiento -que para muchos no ha terminado- no ha conducido a un mundo más feliz y más humano, sino al contrario. Necesitamos a Dios, aunque él no nos necesite a nosotros.

Paco Pérez at: 02 enero, 2025 14:26 dijo...

LA PALABRA ES DIOS Y SE ENCARNÓ EN JESÚS
Nuestro comportamiento con Dios cambia, unas veces nos acercamos y otras nos alejamos, pero Él no actúa así porque, al ser inmutable, siempre nos ama y espera confiado nuestro retorno al buen camino porque Él es la Sabiduría que existe desde el comienzo de los tiempos y se manifestó en Jesús como la Palabra hecha hombre, una forma de nombrarlo y reconocerle que estaba junto al Padre desde el comienzo de los tiempos y que es Dios.
Al Padre nadie lo ha visto pero sabemos que lo creó todo y que Jesús nos salvó. Partiendo de ahí podemos afirmar que todo es obra de la Sabiduría infinita de Dios aunque haya personas que busquen explicaciones contrarias para derrumbar esa realidad. La prueba innegable de lo que hizo, y hace, está en las diferentes manifestaciones que nos ofrece la naturaleza. Si no lo vemos ahí podemos explorar la Biblia y en ella encontraremos a Jesús mostrando el camino del Reino cuando les daba de comer, acogiéndolos, curándolos, perdonándolos... Pero, al no comprender el verdadero contenido de esos mensajes, se opusieron a Él.
El Eclesiástico comenta las inquietudes de las personas de otros tiempos y sus culturas, nosotros conocemos las nuestras, pero todos coincidimos en dejar en manos del Señor la solución de nuestros problemas pues sabemos que siempre está a nuestro lado.
Pablo se preocupaba del funcionamiento de las comunidades que fundó animándolos a seguir creciendo en la fe a Jesús, recordándoles que Dios los había elegido para que fueran santos e hijos suyos y que amaran a los hombres pues así el Padre les daría sabiduría y revelación para conocerlo y comprender cómo es la esperanza que propone y la gloria que da en herencia a los santos.