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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
PESCADORES DE HOMBRES (Lc 5,1–11)
En la Biblia, el mar no es sólo un lugar. Para una cultura de tierra adentro como aquella, estaba cargado de misterio y peligro. Por eso no es extraño que llegaran a considerarlo símbolo del caos y de la muerte y ámbito de los poderes demoníacos. Debido a ello, está muy presente en la vida de Jesús: camina sobre sus aguas, calma la tempestad y enseña al pueblo desde una barca, es decir, sobre sus aguas. El Mesías muestra así que los infiernos -los reinos inferiores, los demonios- no tienen poder sobre él. La escena de la pesca, que Lucas nos cuenta, muestra a los discípulos cuál ha de ser en adelante su tarea junto a él: sacar del mar -del dominio del mal- a quienes están atrapados en él. Hasta la llegada de Jesús, la lucha contra el mal había sido un bregar contra lo imposible sin obtener resultados -“Hemos pasado la noche bregando” le dicen-; a partir de él -“por tu palabra”- será un prodigio que sorprenderá a todos.
Estamos ante dos estrategias frente al mal y los males del mundo. Una está representada por los que acompañan a Jesús. Son pescadores y saben que los grandes peces suben a la superficie durante la noche y que es entonces la hora de la pesca mejor. Es la estrategia de lo humano basada en el saber, la astucia y la lucha personal en busca de triunfos. La otra es la estrategia de lo divino basada en la sabiduría de Dios, que no busca el éxito, sino el bien.
Frente a los problemas del mundo caben esas mismas dos posturas. Unos creen que es cuestión de habilidad y de técnica. La ciencia -vienen a decir- es poder y el poder es un dios al que se debe servir; todo lo que pueda hacerse debe hacerse, sin más límite que los propios límites; cuando logremos dominar todos los saberes y poseamos todas las técnicas, los males del mundo desaparecerán. La otra postura es la de los que creemos que el asunto es más complejo y que la erradicación del mal -en todas sus manifestacio¬nes- no es posible dejando a Dios de lado. El objetivo no es dominar al mundo, sino salvar a la humanidad. La lógica de lo divino puede parecer menos realista, pero, a la larga, resulta más eficaz.
No es que veamos con malos ojos el progreso técnico y científico. Pero nos dan miedo quienes hacen de ello un absoluto. No es el religioso el único fanatismo posible. También hay un fanatismo científico y un fanatismo político y cultural y... La planta del fanatismo y la intolerancia -con los extremos que conlleva- puede crecer en todos los campos. Tenemos, por desgracia, demasiadas pruebas de que lo que un fanático puede hacer a sus semejantes cuando pierde la conciencia del límite y justifica cualquier cosa que contribuya a sus intereses. La única manera de evitarlo es no perder de vista que el único objetivo justo es el bien del hombre y que, por ello, las exigencias éticas deben prevalecer sobre otros intereses. No puede hacerse todo lo posible, si ello atenta contra la dignidad del ser humano.
Francisco Echevarría
REMAR MAR ADENTRO
Jesús nos impulsa a remar mar adentro. Eso nos hace alejarnos de las orillas conocidas en que transcurre nuestra vida; donde encontramos la seguridad y la comodidad que tanto nos gustan. Donde se hallan nuestras anclas, esas que nos mantienen amarrados, bien sujetos y estables, lejos de los riesgos y las zozobras que conllevan.
Jesús siempre nos desinstala y nos insta a profundizar, a ahondar, a partir, a alejarnos de los caminos familiares, tantas veces recorridos; y nos llama a lanzarnos en alas del Espíritu, en busca de más peces, allende los mares. Solo así, en el despojo de todo lo adquirido con el paso del tiempo, nuestra mirada adquirirá un nuevo brillo. Nuestras manos anhelarán otra pesca. Nuestros corazones se abrirán a la novedad del reino y nuestros brazos podrán acoger, con pasión, ilusiones sin estrenar que apenas sabíamos que estaban ahí.
¿Cómo dejar nuestras orillas y remar mar adentro? Hace falta ser conscientes de la mirada de Jesús que busca la nuestra. Dejar que suba a nuestra barca, en vez de empeñarnos, contra viento y marea, en bregar solos, por nuestra cuenta, en los mares procelosos de la vida.
Hemos de abrirnos a su Palabra, la brújula que nos orienta e ilumina y abre caminos en el mar. Necesitamos confiar en él, con la certeza de que nunca nos dejará a la deriva ni a merced de olas más fuertes que nuestra barca, pobre y pequeña.
Hemos de adentrarnos en aguas desconocidas en tiempos intempestivos, sin miedo, con él a bordo, confiados en la abundancia de peces que aguardan que echemos las redes. Hemos de formar un buen equipo de pescadores, coordinados y seguros, los unos de los otros; haciéndonos espaldas, al decir de Santa Teresa, para arrastrar con fuerza las redes entre todos cuando sea necesario; para remendar las redes, heridas del trabajo, y reponer fuerzas en el calor de la amistad compartida. Todos unidos, todos remando a una, con la esperanza de lograr una pesca mejor.
Cuando Dios llamó a Isaías, este le contemplaba, majestuoso en el templo; temeroso y apocado ante tanta magnificencia. Jesús pasa, y nos mira. Nos llama en medio de nuestras tareas. Se hace uno de nosotros, en nuestra orilla. Con él a bordo de nuestra barca, se puede remar más adentro con la confianza de llenar las redes como nunca.
JESÚS NOS LLAMA
La grandeza del Señor está junto a nosotros a diario, se nos muestra en la Creación, pero, como vivimos muy ocupados en las minucias, no la percibimos y no trabajamos para que sus propuestas se implanten. Isaías la conoció en una visión y se declaró pecador, lo perdonó, le propuso comunicar su mensaje y aceptó.
Después, el Señor sigue manifestándose a las personas y lo hace adaptándose a los tiempos y al nivel cultural de quienes escuchan.
Jesús nos enseñó el camino definitivo con actos ejemplares y nosotros trabajaremos guiados por las enseñanzas que se desprenden de ellos, así el planeta podrá ser de nuevo el lugar idílico que Dios nos regaló al comienzo de los tiempos.
Jesús comenzó en el lago de Galilea con métodos diferentes y acciones bondadosas porque sabía que, para desarrollar su plan, necesitaría rodearse de personas que lo escucharan, conocieran y comprendieran, se convencieran de su verdad y le siguieran ilusionados. Para captar el seguimiento de los apóstoles combinó las palabras y las acciones extraordinarias, la “Pesca milagrosa” es un buen ejemplo. Lo fue porque comprendieron “qué había ocurrido”, en este caso “una pesca abundantísima”; “quién lo había hecho”, “un tal Jesús” y “por qué”, “para ayudar a los necesitados”.
Como la sociedad siempre necesita realidades y no promesas vanas pues es lógico que después de presenciar aquella escena los sencillos e incultos pescadores que le acompañaban reconocieran a Jesús como su autor, no dudaran más de Él y aceptaran su propuesta de seguimiento sin titubear.
Así mostró el camino del Reino a quienes vinieran detrás. Los apóstoles continuaron su labor predicando y organizando las primeras comunidades cristianas, Pablo lo hizo pues el Señor lo escogió… ¿Cómo se explica?
Supongo que encontró en él las cualidades adecuadas: Arrepentimiento; creencia ciega; cambió total, pasó de perseguir a los seguidores de Jesús a evangelizar, y, finalmente, murió por Él.
Aconsejaba a los corintios que trabajaran por la causa de Cristo pues murió por nuestros pecados y resucitó; que cometer errores no es una situación final sino transitoria pues el problema no está en caer sino en no levantarnos cuando se nos da la mano para hacerlo, Jesús se la dio a él, cambió y no le falló.
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