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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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LA TENTACIÓN (Lc 4,1-13)
La tradición decía que Israel, en el desierto, había sufrido tres grandes tentaciones: el hambre, la idolatría y la desconfianza en Dios. En los tres casos sucumbió. El Mesías, en el desierto, sufre las mismas tentaciones, pero sale airoso de ellas. Así comienza el tiempo de Cuaresma. Se nos recuerda que la tentación es parte de la vida, que ningún nacido de mujer se libra de ella y que no es humillante la experiencia de sentir la propia debilidad, si bien es importante estar alerta para no dejarse engañar con buenos argumentos -el tentador utiliza incluso la Palabra de Dios para seducir-.
La primera tentación es la de convertir las piedras en pan. La dureza del camino, las necesidades legítimas, la conveniencia puede ser un buen argumento para olvidar que la Palabra de Dios es el primer alimento. Jesús es tentado de ignorar la Palabra -el mensaje que tenía que anunciar- y acomodarla a sus intereses y conveniencia. Sucumbe el hombre a esta tentación cuando sacrifica la verdad para satisfacer intereses personales. Es la tentación de quienes sacrifican la verdad en el altar de la riqueza.
La segunda tentación es un espejismo: se le promete todo el poder mundo. El tentador reconoce que ese poder le ha sido dado y miente cuando afirma que puede disponer de él a su antojo. Engañado y engañando reclama ser tratado como un Dios. Es el espejismo de los poderosos. Sucumbe a esta tentación todo el que gasta su vida en escalar el primer sitio -el que le sitúa por encima de todos los demás-. Es un espejismo estúpido y ya Daniel puso de relieve su inutilidad con la imagen del ídolo con pies de barro. Es la tentación de quienes lo sacrifican todo al dios-poder.
La tercera tentación tiene lugar en el templo. Jesús siente la necesidad de pedir una prueba del favor del Padre. Es la tentación que brota de la desconfianza, de la duda. Israel, en desierto, llegó a preguntarse: ¿Está o no está Dios con nosotros? Es la tentación más peligrosa y afecta de modo especial a los que sacrifican su vida por los demás. La sufren quienes dudan de la eficacia o utilidad de su entrega. Es la tentación de sacrificarlo todo en bien del éxito.
Las tres tentaciones reflejan tres situaciones genuinamente humanas y reflejan tres modos de entender la existencia: el de aquellos que ven en la riqueza el sentido de la vida y no dudan en sacrificar a ella todos los valores; el de quienes lo centran todo en el poder -del tipo que sea- y viven permanentemente en el espejismo de creerse dioses; y el de quienes no soportan la idea de haberse equivocado y viven en la ansiedad de alcanzar el reconocimiento y el éxito. Riqueza, poder y prestigio. El Mesías, guiado por el Espíritu, tenía que soportar la prueba para mostrar el error que supone sucumbir ante el ídolo del poder económico, político o social que, como Saturno, es un dios cruel que termina devorando a sus propios siervos.
Francisco Echevarría
LA ELECCIÓN: TÚ O YO
Se cuenta que en un convento de frailes había uno, extremadamente comilón, que robaba las viandas de la despensa. El superior, agotadas todas las vías, decidió, para impedirlo, cerrar con llave la puerta. Sin saber cómo el fraile se hizo con un huevo y una sartén, pero carecía de aceite para freírlo. Después de mucho discurrir decidió coger el aceite de la lamparita del sagrario. El superior, que lo vigilaba, lo siguió hasta la capilla y adivinó sus intenciones. Pero su sorpresa fue grande al encontrar allí, sentado en el primer banco y observándolo todo, al diablo. Se dirigió a él con toda una sarta de insultos culpándole de ser la causa de la perdición del fraile glotón. Pero el diablo contestó con desenfado: ¿Yo? Pasmado estoy de lo que se le ocurre sin mí.
Recuerdo a menudo este cuentecillo y su mensaje. No, no hace falta que nos tiente el diablo. Nos bastamos solitos para caer en las tentaciones de nuestro ego, glotón impenitente, que solo busca, con denuedo y extraordinarios recursos, engordar a costa de lo que sea. Sin embargo, el camino hacia la plenitud de nuestro ser, humano y compasivo, nos exige dejar el yo en el tintero para que deje de escribir sus propias líneas de autoafirmación e individualismo.
Y aquí se impone la elección: Dios o yo. Seguir sus caminos o los míos. Dejarme llevar por el Espíritu o por mi yo, manipulador y mentiroso. Dar de lado al poder y el tener, a la utilización de Dios, al individualismo feroz, o elegir una vida de entrega cotidiana hasta el final; de servicio a los demás, de buen samaritano.
Necesitamos el despojo, el silencio y la soledad del desierto para salir de nosotros mismos y poder escuchar la voz de Dios, escondido, al decir de San Juan de la Cruz, en lo más hondo de nuestro interior. Para que su voz resuene y su palabra deje poso; para percibir el susurro del Espíritu que alienta y transfigura lo más recóndito del alma. Son momentos privilegiados de profundización personal, de situarnos, cara a cara, con nuestra propia verdad y nuestros sueños más hondos. De descubrir al que camina a nuestro lado y elegir, entonces, qué hacer: mirar por nosotros mismos o por él. Servir o ser servidos. Optar por un camino de anonimato y ocultamiento o por uno de victoria y reconocimientos.
El Espíritu está con nosotros y nos guía. Una excelente manera de conectar con él es la escucha atenta y frecuente, en un clima orante, de la Palabra. ¿Pero, cómo evitar que el ego, irritantemente persistente, no se sirva de ella para sus propios fines? Un buen método es practicar una escucha desde el silencio de nuestra mente, siempre empeñada en dar lustre a nuestros miedos y ansiedades, nuestras ambiciones y metas más superficiales. Y buscar la luz y la fuerza en la verdad desnuda y la realidad, por pura y dura que pueda resultar.
Luego, todo se jugará a la carta de la elección: o tú, Dios y otro que comparte conmigo el camino de la vida, o yo; mi yo más descarnado y desleal.
LA CUARESMA. TIEMPO DE REFLEXIÓN Y CAMBIO
Siempre hubo quienes, al no poder vivir con dignidad, tuvieron que emigrar a otros lugares y no fueron bien recibidos. El Señor escuchó sus lamentos, los liberó y les regaló un lugar donde vivir y crecer como pueblo; les reguló el culto y les puso unas normas justas para que se ayudaran y vivieran en paz, pero… ¿Lo hicieron, o hacemos, correctamente?
Han pasado muchos años, no reflexionamos sus propuestas y le respondemos mal en nuestras prácticas religiosas pues las diseñamos a nuestra medida y, de vez en cuando, afirmamos convencidos que tenemos mucha FE… ¿Sabemos que por ser un regalo de Dios debemos cuidarla para que sea el motor de nuestras prácticas?
La fe ayuda a vencer las “tentaciones” que a diario recibimos para que fallemos a Dios. Jesús, como hombre, también las tuvo pero las venció.
La variedad de éstas es grande y, como llegan a diario camufladas, nos familiarizamos con ellas, las abrazamos, les damos acomodo en nuestras vidas y participamos en la carrera desenfrenada que proponen. Las venceremos siguiendo el ejemplo Jesús y estando vigilantes porque son apetitosas y visitan cuando más problemas tenemos y debilitado está el espíritu.
La “tentación de acumular” está imponiéndose al deseo del Señor, que haya igualdad, y está ocasionando que unos cada vez sean más ricos y otros más pobres.
Ahora se está visibilizando esta práctica en España, con las propuestas desiguales para el reparto del dinero a las Comunidades y con el lamentable final que unos países están cocinando para el pueblo ucraniano.
Ha llegado la degradación institucional y personal a este punto sin retorno porque algunos, para alcanzar sus objetivos terrenales, han ido alejando a Dios de sus vidas y los demás, incluidos quienes decimos que somos cristianos, permanecemos pasivos para evitar que nos crucifiquen.
¡Es injusto crucificar al pueblo ucraniano imponiéndole acuerdos ignominiosos de usurpación territorial y explotación de recursos naturales!
Jesús nos enseñó el camino correcto pero, durante el año, transitamos por el nuestro y en Cuaresma nos blanqueamos la fachada confesando, ayunando, comiendo mariscos y no carne, acompañando a las imágenes con mantilla y luciendo valiosos sallares y alhajas, llorando cuando la lluvia cae o sufriendo cuando el paso nos recuerda la Pasión de Cristo.
Reflexionar sobre lo que hacemos es aconsejable porque ayuda a reconocer los errores, invita a cambiar el comportamiento y propone diseñar planes de mejora que sean reales, sencillos y realizables… ¿Lo hacemos?
Pablo nos habla de fe, evangelización, igualdad y salvación cuando afirma que, al no venir encasillados, todos podemos lograrla teniéndola y creyendo que Jesús es el Señor que fue resucitado por Dios.
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