DOMINGO 18-B

lunes, 30 de julio de 2012
5 AGOSTO 2012
DOMINGO 18-B

JUAN 6,24-35. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed.


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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 30 julio, 2012 12:18 dijo...

EL AMOR COMO ALIMENTO (Jn 6, 24-35)

Seguimos leyendo -y seguiremos haciéndolo varios domingos más- el evangelio de san Juan. Ahora nos adentramos en el discurso de Cafarnaum. Jesús se había quitado de en medio al ver que la gente quería hacerlo rey -no había venido en busca de poderes terrenales-. Pero el pueblo insiste hasta que lo encuentra. Tiene lugar entonces un diálogo que -como todos los de Juan- nos desconcierta porque da la sensación de que van por un lado las preguntas y por otro las respuestas. Para entender en algo de qué va la cosa, hay que tener en cuenta algunas claves.

Hay en el ser humano un conjunto de necesidades materiales que miran a la supervivencia. Jesús lo sabe -por eso hizo el milagro de los panes y los peces-. Y hay necesidades profundas, del espíritu. El peligro es ignorar éstas o pensar que pueden ser satisfechas del mismo modo que las primeras. En el primer caso se cae en el materialismo; en el segundo, en el hedonismo. Jesús advierte: "¡Buscad lo que puede daros la vida verdadera!". En nuestro mundo y en nuestro tiempo resulta chocante hablar de estas cosas porque hemos creado una cultura y un sistema de vida centrado en la satisfacción de las necesidades materiales -la cultura del bienestar-. Pero ya va siendo hora de que revisemos el camino recorrido. ¿Realmente el progreso material nos ha hecho más felices? En otro lugar -hablando con la samaritana- Jesús viene a decirle: "Llevas la vida entera bebiendo en pozos sin calmar tu sed. ¿Por qué no buscas en tu interior?". Buscar la felicidad en las cosas materiales es como echar agua en un pozo: al poco tiempo se ha ido por las profundidades. Sólo el que descubre el manantial deja de buscar incansablemente y logra ser feliz él y los que le rodean.

Cuando se hace una propuesta de este tipo, surge la inquietud, la inseguridad -que es condición propia del ser humano-. Por eso la gente pregunta a Jesús: "¿Cómo sabremos que tienes razón?". Es la pregunta del miedo: ¿Y si renuncio al pozo y no encuentro la fuente? ¿Cómo puedo saber que seré realmente feliz de la manera que tú dices? La respuesta de Jesús es un reto: "¡Tendrás que creerme y arriesgar! De todas formas, mira hacia el pasado: Dios alimentó a tus padres en el desierto, pero aquello era nada en comparación con el alimento que yo te propongo". Luego hace abiertamente el anuncio: "¡Yo soy el pan que da la vida verdadera!". Está hablando de su entrega y hace -de esa forma- de la entrega el camino mejor para ser feliz. Una vez más el evangelio insiste: frente a la ambición, la generosidad; frente a la posesión, el amor. Hemos oído esto tantas veces que ya no nos dice nada. Pero es que -para el cuarto evangelista- Dios es amor y el hombre -hecho a su imagen- sólo encuentra su identidad y el sentido de su vida en el amor. Todo lo que no sea construir sobre él es error y produce vacío.

Francisco Echevarría

Maite at: 31 julio, 2012 15:33 dijo...

Recuerdo a veces el cuento de aquella águila que se crió en un corral de gallinas y creció convencida de ser una de ellas. Por eso no podía volar y elevarse hasta lo más alto del cielo como las de su especie. Las gallinas no vuelan.

Jesús intenta recordarnos una y otra vez que somos hijos de Dios y seguidores suyos, pero nosotros, al igual que los israelitas recién liberados de la opresión de Egipto, añoramos la olla de carne y el pan de nuestra esclavitud, más segura y menos comprometedora que la libertad, que plantea retos y desafíos inesperados y peligrosos, que descoloca,descentra y desinstala. Demasiados "des"...

Pablo nos dice que no podemos andar como si no hubiéramos aprendido ni escuchado nada de Cristo. Los suyos estamos llamados, por habernos encontrado con Él, a renovarnos en la mente y en el espíritu, a ser movidos por el Espíritu y vivir y testimoniar una condición humana nueva a imagen de Dios.

Jesús eleva nuestras expectativas, siempre a ras de suelo y mezquinas, y pone en nuestro corazón aspiraciones y deseos de vida eterna, de lo que dura y no pasa, de lo que realmente vale y permanece. Nos llama a la fe en Él, a creer y esperar, a confiar y abandonarnos en Él. Eso es lo que quiere de nosotros porque ahí están nuestra vida y nuestra paz.

Pero nosotros necesitamos signos, y pruebas y señales. Y nos fiamos más de enviados y mensajeros que de Aquel que los envió. Anhelamos un pan barato, fácil de conseguir, aunque sea incapaz de desarrollar en nosotros nuestras alas de águila. Jesús sigue encendiendo en nosotros el hambre y la sed de un pan y agua con los que no se vuelve a pasar hambre ni sed de todo lo caduco y superficial con que pretendemos saciarnos a diario cuando olvidamos nuestra verdadera condición: seguidores de Jesús.

J.A. at: 05 agosto, 2012 19:23 dijo...

Hoy vemos el descontento del pueblo de Israel y la añoranza del bienestar de la esclavitud (¡cosa inaudita!) y la queja ante Dios, en definitiva, no ante Moisés, cosa que ha sido una constante a lo largo del Éxodo y a lo largo del caminar del pueblo de Dios, pues el mismo Jesús no se vio libre de tales quejas e interrogantes, como veíamos hace unos días “¿no es este el hijo del carpintero …., de donde le viene esta sabiduría” O en el pasaje del templo cuando echa a los mercaderes “con que autoridad haces esto”, pregunta que se repite en otro cuando Jesús le replica con la procedencia del bautismo de Juan, y tantos y tantos otros.
Ahora que han visto los signos y a pesar de ellos, quieren ver más, y es que aun teniendo ojos no ven y teniendo oídos no escuchan, al igual que hoy, que no vemos ni escuchamos a Dios en lo que acontece, porque no lo buscamos en lo que hacemos, no lo vivimos sino que siguiendo esa constante histórica siempre nos quejamos a Dios ante las adversidades, ¿y a mi porqué?
Jesús nos da la respuesta en lo que hemos de hacer, creer en Él, seguirle y hacer nuestra su vida y su palabra, su cuerpo y su sangre para que acudiendo a Él no tengamos ni más hambre ni más sed, si no fe y confianza en Él, Cristo Jesús.