4º-CUARESMA-A

domingo, 19 de marzo de 2017
26 MARZO 2017

CUARESMA-4ºA

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 marzo, 2017 11:18 dijo...

DE CIEGOS Y CEGUERAS (Jn 9,1-41)

El relato del ciego de nacimiento nos ofrece la oportunidad de reflexionar, una vez más, sobre las cegueras que padecemos los humanos. La primera es la de los discípulos de Jesús: ven la realidad a través de prejuicios, la interpretan a partir de presupuestos equivocados. Al ver la desgracia ajena, se preguntan qué pecado la ha ocasionado. Es como si el sufrimiento y el infortunio fuera siempre un castigo. Dado que Dios es justo, la responsabilidad tiene que ser necesariamente humana. Jesús rechaza ese planteamiento y viene a decir que no se puede salvar el honor de Dios a costa del honor del hombre. La desgracia es consecuencia de la limitación humana y, si se mira con ojos de fe, puede verse en él una ocasión de misericordia.

Luego está la ceguera del ciego: está atrapado en sus propias tinieblas interiores. Es la ceguera de la víctima y consiste en que se le impone algún tipo de mal o de maldad y se le impide ver la realidad con objetividad. En estos casos es necesaria una ayuda adecuada que arranque la venda de los ojos, cosa que no es posible sin comprometerse, sin mancharse los dedos de barro.

La tercera ceguera es la de los fariseos. Es la más terrible porque quien la padece no es consciente de ella. Son videntes ciegos que niegan la realidad cuando las cosas no se adecuan a su mentalidad o a sus intereses. Si se encuentran con el milagro, buscarán un diablo al que atribuírselo con tal de no revisar sus planteamientos. Y es que la ceguera de la mente es muy difícil de reconocer y de curar. Y lo que es peor: para justificarse ante sí mismos pretenden imponerla a los demás. Es la postura del fanático que siempre trasluce una radical inseguridad. Los hombres verdaderamente convencidos proponen su pensamiento, mientras que los que dudan de sus propias convicciones tratan de imponerlo. Por eso es tan descorazonadora la figura de un hombre insultando, despreciando o atacando a quien piensa, siente o vive de otra manera.

La cuarta ceguera es la de los familiares. No quieren complicaciones y, por eso, ante la evidencia evitan tomar postura. Es la ceguera que brota del miedo e impide el compromiso. Para estos ciegos vale más la propia seguridad y los propios intereses que la verdad por muy clara que ésta sea. Prefieren vivir instalados en su mediocridad ignorando que sólo la verdad libera del miedo.

Frente a estas cuatro cegueras está la luz que viene de lo alto y disipa las tinieblas que bloquean al hombre. Como el agua de la samaritana, esa luz se instala en el interior y da brillo a todo el ser. No pierdo la esperanza de que pronto amanezca un mundo libre de cegueras, con hombres de mente abierta, tolerante y respetuosa, donde las diferencias sean riqueza y no peligro y la diversidad, el único modo de ver la realidad completa.

Maite at: 21 marzo, 2017 21:48 dijo...

La escena de la curación del ciego de nacimiento es una de las más conmovedoras y curiosas del evangelio de Juan. Jesús es el agua viva y la luz del mundo, y en este pasaje lo revela curando la ceguera de uno que ni siquiera consta que lo haya pedido. Un hombre que tiene la espontaneidad, la candidez e ingenuidad de quien vive en tinieblas exteriores pero no interiores.

Entre el ciego de nacimiento, sus padres y los fariseos interpelan nuestra fe en Jesús y nuestras cegueras: "Yo para esto he venido al mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos" Para ser la luz de los que no ven y poner de manifiesto la ceguera de los que creen ver.

En esta escena los que no ven son los incrédulos, los que juzgan, condenan y excluyen; los que creen conocer a Dios y lo manipulan a su antojo; los que tienen miedo. Todos los que no creen en las maravillas de Dios ni conocen sus obras.

Y el que recupera la luz de los ojos es aquel que nunca la perdió en su corazón y, obediente a la palabra de Jesús, fue a lavarse a la piscina de Siloé. Él sí creerá en Jesús y dará testimonio, y acabará afrontando las consecuencias: va a ser expulsado de la sinagoga, pero no dará la espalda a Jesús.

Ni viendo lo que ven tienen vista los fariseos, y su pregunta: "¿También nosotros estamos ciegos?", destila incredulidad.

No conocen al Dios de Samuel, que le dijo:"El hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón" Ni han experimentado su solicitud como el salmista: "El Señor es mi pastor, nada me falta"

Pero nosotros somos hijos de la luz que buscamos lo que agrada al Señor, sin tomar parte en las obras de las tinieblas; más bien las ponemos en evidencia. Nosotros escuchamos: "Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz"

juan antonio at: 22 marzo, 2017 10:22 dijo...

ENCUENTTRO Y DESENCUENTRO
La vida pública de Jesús está llena de enfrentamientos y diatribas con los fariseos y jefes de de los sacerdotes, y un poco menos con el pueblo llano e incluso sus discípulos, en definitiva con el entramado de la Iglesia oficial, no les caía bien ni su vida ni su doctrina; su vida porque era una vida en libertad y dedicada a salvar al hombre en su integridad, poniéndolo por delante de las practicas judías, incluso legales como el descanso sabático, anunciando el Reino de Dios, el Amor de Dios a los hombres, punto débil de Dios, y su doctrina porque enseña ese Reinado de Dios en todos los hombres, empezando por los pecadores, hasta la Cruz Jesús vivió en constante discusión con las interpelaciones de su pueblo, e incluso su familia, “decían que estaba loco”.
El pasaje del Evangelio de hoy nos narra un encuentro de Jesús con el ciego, uno primero <“al pasar” Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento”>: Jesús sale a nuestro encuentro, ve nuestra debilidad, pero enseguida sus discípulos le presenta la primera cuestión, “pecó éste o sus padres” y Jesús deshace este primer encarte a lo que los discípulos no hace más alusión.
Posteriormente viene la narración del milagro, y el cuestionamiento, los desencuentros, de parientes, vecinos y la clase dirigente, éstos con insistencia tal que hasta el propio ciego les replica “os lo he dicho ya”.
Cuantas veces cuestionamos la Palabra de Dios, la leemos, la escuchamos pero a los más, llegamos a decir “qué bonito" y la Palabra de Dios no es bonita, por muy bien que hable el sacerdote, la Palabra de Dios nos llena y nos interpela, nos consuela y nos desconcierta, pero nunca es bonita.
Hay un segundo encuentro, siempre por parte de Jesús, “¿crees en el hijo del Hombre? y el curado le pregunta quién es, y haciendo un acto de fe se postra al Él.
Vemos el paso de Jesús por nuestra vida?, esa es nuestra primera tarea, ver y vivir la presencia de Cristo en nuestro día a día, en nuestro quehacer, en nuestra relación, en nuestra presencia en medio del entorno en que vivimos y ver su luz, hacer las obras de la luz, que no es más que hacer el bien que va desde una sonrisa, un saludo, un acompañamiento, etc.
Jesús sale a nuestro encuentro cada instante, en nuestra debilidad y fragilidad, en nuestros momentos buenos y en los malos, siempre está presente, “vio a un ciego de nacimiento”, vio a Juan Antonio y éste ¡cuántas veces está ciego! Ni le veía ni le sentía, iba a su bola, ensimismado en sus cosas, accesorias, pero muy importantes pues no sabemos darles a las cosas el valor que tienen y así nos aparta de lo primero y principal, Dios que está a nuestro lado y más aún de nuestro hermano de camino.
María Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a ver y vivir la presencia de tu Hijo Dios en nosotros, AMEN