DOM-4B

domingo, 21 de enero de 2018
28 ENERO 2018    
DOM-4º-B
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3 comentarios:

juan antonio at: 22 enero, 2018 17:29 dijo...

Hoy como titulo de las lecturas de esta semana cuarta podría ser, profeta, estado y autoridad.
En la primera lectura nos dice que Dios suscitara un profeta como Moisés, que como nos dice la Hoja la tradición judía identificó con el Mesías, pero que no debemos olvidar que al bautizarnos Dios nos hizo profeta, rey y sacerdote y como tal profeta tenemos un misión en nuestro mundo, en nuestra sociedad, en nuestro entorno, tenemos que anunciar a Dios, dar a conocer a Dios, de lo que parece que tenemos miedo y como otras veces he dicho, hay hermanos separados que tienen la valentía de hablar de Dios y que hoy, en muchas diócesis se está implantando la Nueva Evangelización en el puerta a puerta o en los encuentros callejeros sin miedo al ridículo ni al mal llamado respeto humano.
Y a la vez que tenemos que anunciar a Dios, tenemos que denunciar los vicios que hoy pululan en todos los ambientes y de los que decimos es así, ya no son las cosas como aran antes………, excusas para ir, decir y hacer lo que se quiera sin más normas que mi voluntad, sin tener en cuenta ningún pudor ni moral algunos, y todo es relativo, todo está permitido, todo es como yo quiero que sea y así nos va en la educación, comportamientos sociales, laborales…..
S. Pablo nos pone la elección de estado con preferencia en la dedicación a Dios en las preocupaciones, es decir la dedicación a Dios de nuestro tiempo, pero sin menospreciar el matrimonio: hoy las vocaciones a la vida consagrada, sea en la forma que sea, está devaluada, nos quedamos sin pastores y los monasterios y conventos se cierran o se venden, el compromiso, como en el mismo matrimonio, hoy da miedo, hoy ha dejado de ser atractivo, porque se ha dejado de lado a Dios, la sociedad se ha secularizado de tal manera que a lo más que llega en muchas de las ocasiones es a la devoción popular en los grandes eventos, hoy el compromiso, asusta y es así porque la formación ha dejado de tener un valor esencial y global de la persona, se ha retirado la formación religiosa o esta a penas se le concede el tiempo que es necesario y si no formamos a la persona en su integridad, crecerá disminuida y sin criterio de vida alguno.
“Le enseñaba como quien tiene autoridad, no como los letrados”, esto lo decían de Jesús y de sus maestros y nosotros admiramos esa autoridad de Jesús que le da seguir la voluntad del Padre, esa autoridad que viene de la Verdad, esa autoridad que viene de quien da testimonio, como dirá en otros pasajes, de lo que ha visto y oído, pero nosotros hablamos muchas, o todas, las veces como los Letrados, como quien sin convencimiento recita los contenidos de nuestra fe, de forma manida y cansina, sin la fuerza del Espíritu, somos meros recitadores, no creativos en nuestra palabra a la que estamos llamado y así el Papa nos ha dado un tirón de oreja en la Alegría del Evangelio, texto de reflexión diaria de todos los que se dicen creyentes y además comprometidos, para que vivamos la frescura del Evangelio.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra que siempre escuchemos la voz del Señor. AMEN

Maite at: 22 enero, 2018 21:57 dijo...

Jesús llamaba la atención de quienes le escuchaban porque enseñaba con autoridad. Los escribas eran expertos en la Ley, pero la gente percibía la diferencia entre ellos y Jesús.

Jesús habla con pasión, con fuego, con amor. Enseña desde su experiencia del Padre, desde la coherencia e identificación con el proyecto del Reino. Habla desde la ternura y la compasión por los últimos. Sus palabras y sus gestos son de liberación y sanación y asume las consecuencias.

Nosotros, como seguidores suyos, somos evangelizadores. ¿Cómo hablamos de él? ¿Tenemos autoridad suficiente para contagiar, para inflamar a otros?

Los demás no apreciarán nuestros conocimientos ni nuestra facilidad de palabra; tampoco nuestros encantos personales. Eso puede servir, pero por poco tiempo. Para llevar a Jesús basta con haber sido fascinados por él y compartir, sencillamente, de la abundancia del corazón.

Nada atrae tanto como contar un amor con el deseo de que abrase a todos, o un proyecto de vida que compromete a fondo y saca lo mejor de nosotros mismos.

Nada mueve y conmueve tanto como dar fe de una experiencia transformadora que reorienta la existencia, la colma de sentido y la hace don para los demás.

Nada resulta tan fascinante como ver en los ojos y en la sonrisa de alguien que respira habitado por una presencia viva, que vibra al calor de una amistad entrañable y que en los vaivenes y marejadas de la vida, en las noches oscuras del alma, se sabe sostenido y confortado en las manos amorosas del quien más le ama.

FRAPELO at: 27 enero, 2018 13:35 dijo...

EVANGELIZAR, LA MISIÓN INACABADA DE LOS HOMBRES
Nunca fue fácil para los hombres despertar al hecho religioso y por esa realidad Dios se lo fue presentando poco a poco y cambiando la manera de hacerlo hasta llegar a nuestros días. Lo hizo así para que sus mensajes fueran entendidos cada vez mejor por todos.
Hoy, en Deuteronomio 18, 18-20, se nos muestra un diálogo y en él Dios le comunica a Moisés que en el futuro les anunciaría lo que debían hacer mediante “la intermediación de los profetas”. También le expuso qué deberían respetar, qué no y qué consecuencias podrían sobrevenir a los futuros profetas que no hicieran lo correcto cuando desempeñaran su cometido.
Pasan los años, entramos en el tiempo de Jesús y con Él se inicia un modelo distinto al anterior.
Los judíos se reunían el sábado en la sinagoga para rezar, leer los textos sagrados y comentar sus lecturas. Él la visitaba, siguiendo las costumbres del judaísmo, participaba, opinaba sobre los textos y los impresionaba… ¿Por qué?
Porque había una gran diferencia entre su forma de enseñar los mensajes y la que empleaban los “doctores de la ley”. Éstos usaban un método memorista y repetitivo, Él no se ajustaba a ese formato porque les mostraba a Dios desde su experiencia de la vida y no desde la rigidez de los textos. El hombre siempre estuvo preocupado por sus problemas y Él se acercaba a ellos hablándoles de cómo vivir el día a día para darles solución.
Al morir Jesús la labor evangelizadora continuó pero tampoco era igual que en la etapa de Jesús. En ese tiempo nuevo, Pablo y sus seguidores se plantearon cuál debía ser el estado de las personas que decidieran servir al Señor, hacerlo desde el matrimonio o desde el celibato.
Para él, que era soltero, los casados tenían unas obligaciones que les harían distraerse del servicio al Señor porque tendrían que atender también las necesidades de la esposa, el esposo y los hijos. Por esa razón les recomendaba el “estado célibe” para poder atenderlo en plenitud pero su reflexión no iba encaminada a prohibirles casarse sino a que supieran valorar de antemano la realidades de “la vida matrimonial” y “el servicio a Dios”.