1º CUARESMA-B

domingo, 11 de febrero de 2018
18 FEBRERO 2018  

1CUA-B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 11 febrero, 2018 13:09 dijo...



LA CRISIS, EMERGENCIA DEL ESPÍRITU (Mc 1,12-15)

Estamos habituados a ver la tentación -en cualquiera de los campos que se plantee- como una situación de peligro que hay que evitar y, si ello no es posible, superar con fuerza de voluntad, responsabilidad y sentido moral. Creo que esta actitud responde a la idea de que la vida ha de ser fácil y de que debemos eludir todo lo que signifique esfuerzo, lucha, sacrificio...

Pero hay otra forma de ver las cosas. La tentación es una situación de crisis en la que la solidez del sistema de valores, de los principios que de él se derivan y de las normas de vida que los concretan es sometida a comprobación. Sin tentación y sin crisis no es posible el conocimiento de sí mismo y, sin éste, no hay crecimiento. La tentación, por tanto, además de ser un peligro, es una oportunidad que hay que agradecer. Por eso no sorprende que Jesús la sufriera y que, cuando enseña a los suyos a orar, no diga “líbranos de la tentación”, sino “no nos dejes caer en ella”.

Evidentemente la crisis tiene dos salidas: el hundimiento, con el retroceso o estancamiento que eso supone, y la superación, con los beneficios que ello comporta. Stanislav Grof, psiquiatra y uno de los pioneros de la psicología transpersonal, en su obra “La tormentosa búsqueda del ser” la llama emergencia espiritual y afirma que, si se comprende y trata bien (como momento crítico de un proceso natural de desarrollo), puede desembocar en fuertes sensaciones emocionales y psicosomáticas, provocar cambios profundos y positivos en la personalidad y llevar a la solución de muchos conflictos.

¿En qué está entonces nuestro problema? La respuesta nos la da B. Blin en el texto que prologa la edición española de la obra citada. El imperialismo científico nacido en el XVIII ha impregnado todos los ámbitos de la vida, modificando nuestra forma de pensar, convirtiéndola en una concepción lineal donde todo tiene una causa y un efecto. Esto ha permitido un desarrollo técnico e industrial sin precedentes, pero nos ha alejado del Misterio; ha potenciado nuestra capacidad de hacer y de tener, pero ha descuidado el ser.

Todo lo que no puede ser explicado desde los presupuestos científicos oficiales es o ridiculizado o negado o perseguido. No es extraño que, para esta mentalidad, la experiencia mística sea una paranoia, la crisis espiritual, una depresión, la religión, una neurosis, la fe en Dios, una proyección de las propias insatisfacciones... Las emergencias espirituales, que no son sino crisis del alma, no son patologías mentales, sino experiencias de tránsito, profundamente humanas y humanizadoras. Jesús de Nazaret, en el desierto de Judá, nos muestra la profundidad en la que se adentra el que sabe afrontar la crisis y bendecir la oportunidad que en ella se le ofrece.

Francisco Echevarría




Maite at: 13 febrero, 2018 17:48 dijo...

Como Jesús somos llamados, en este tiempo cuaresmal, a adentrarnos en el desierto empujados por el Espíritu. Él nos introducirá en este lugar privilegiado de silencio y soledad, del cara a cara con la tentación.

Las tentaciones que Jesús sufre a lo largo de su vida son las mismas que nosotros experimentamos en la nuestra de cada día. Ver y reconocer a Jesús en las batallas que libramos nos muestra el camino a seguir para vencer. Como él tendremos que elegir entre vivir como hijos de Dios, fieles al proyecto del Reino del Padre, o hijos del diablo, mentiroso y padre de la mentira. Tendremos que decidirnos entre dar la vida, gastada y desgastada por los demás, o conservarla para nosotros mismos, camino de muerte.

El ayuno, la oración y la limosna se nos ofrecen, como cada Cuaresma, a modo de instrumentos privilegiados para perseverar en el desierto de nuestro interior, orientar e iluminar, centrar y concentrar la búsqueda de nuestros objetivos y decisiones.

En nuestro corazón resuena la voz de Jesús: "Está cerca el Reino de Dios; convertíos y creed en el Evangelio". El Reino ya está aquí, pero hemos de acogerlo, responder a su llegada con un cambio fundamental de vida y actitudes, de prioridades. Necesitamos convertirnos, disponernos, abrirnos a él con un corazón de niño.

Jesús nos pide creer en el Evangelio como fuerza y motor de un mundo nuevo y una vida nueva, donde no cuenten el dinero y el poder sino el servicio a los hermanos y el cuidado de unos a otros.

Optar por el Reino de Dios con un corazón convertido implica renunciar a manipular a Dios en nuestro beneficio para recibir el don de su amor gratuito e incondicional, tierno y misericordioso.

juan antonio at: 14 febrero, 2018 10:16 dijo...

JESÚS, HOMBRE Y MESIAS
Hemos comenzado la Cuaresma, el tiempo de preparación para la gran fiesta de la Pascua, de la Resurrección, de la Vida, de la Verdad y del Camino, la gran fiesta de Dios Padre, Hijo y Espirito Santo
Hoy el Evangelio nos trae las tentaciones de Jesús y la misión propia del Mesías, la proclamación del Reino-
La tentación es la prueba de que Jesús fue uno más como nosotros, excepto en el pecado, y como nosotros sufrió la tentación en el desierto donde le llevó el Espíritu, y este relato de las tentaciones nos habla del realismo de la Encarnación, pues el Hijo de Dios no se ha hecho hombre e medias, sin pecado, sí, pero como hombre que sufrió, sintió compasión de aquella viuda, de su amigo Lázaro por el que lloró, de las gentes que le seguían………
A veces creemos que no debemos tener tentación que ya de por sí ser tentado es malo, cuando en realidad la tentación es la prueba, el crisol de nuestra fidelidad a Dios, de nuestra verdadera confianza en la persona de Jesús a la que hemos aceptado como tal, Hijo de Dios, muerto y resucitado, viviente entre nosotros, no solo en la realidad del Sagrario, sino entre nosotros, en los hermanos, en todo cuanto acontece, si lo buscamos en lo que hacemos……
Cuántas veces hemos escuchado que Jesús nos enseñó una doctrina religiosa para que los discípulos la aprendieran y difundieran, pero no es así, Jesús nos anuncia más bien un “acontecimiento” que pide ser acogido, pues lo puede cambiar todo, era un camino a seguir, como en un principio se llamaban los cristianos, “seguidores del camino”, esto es lo que nos enseñó Jesús, un estilo de vida, una forma de relacionarnos con Dios, como el Ángel les dice a los Apóstoles al liberarlos de la cárcel (Hc 5,20) “id y enseñad en el templo este estilo de vida”, el Reino de Dios, justicia, paz, compasión, dignidad de la persona humana, que seamos hijos de Dios que levanten sus manos y su mirada en esa oración, ese dialogo constante con su Padre.
Entiendo que en esta Cuaresma, nuestra oración preferida, debe ser el Padrenuestro, pero desde lo hondo de nuestras entrañas, sintiendo a Dios Padre en ese cielo cercano de nuestra existencia, así como nos sentimos hijo entre muchos hermanos, viviendo el Reino en nuestro actuar y aceptar su voluntad.
Pidamos el pan para todos, perdonémonos las debilidades, que nos mantenga en sus manos y nos libre del maligno.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos en nuestro caminar cuaresmal, AMEN