3º CUARESMA-B

sábado, 24 de febrero de 2018

4 MARZO 2018     
3CUA-B

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 24 febrero, 2018 22:52 dijo...

LIMPIAR EL TEMPLO (Jn 2,13-25)

En la mentalidad judía del momento en que vivió Jesús, el templo de Jerusalén -en cuanto morada de Dios en medio de su pueblo- era el símbolo sagrado por antonomasia, hasta el punto de que cualquier pronunciamiento contra el mismo era considerado una blasfemia. Pero el templo, a la vez que un símbolo religioso, era un centro de poder político y económico. Una de las veces que Jesús entró en él, hizo un gesto de rechazo de estos dos últimos aspectos y acusó a los responsables de haber convertido en cueva de ladrones lo que era casa de oración. Este enfrentamiento debió ser tan fuerte que se le considera una de las razones históricas de su muerte.

Pero Jesús no hacía gestos inútiles ni se dejaba llevar por impulsos incontrolables. La naturaleza y el significado de este enfrentamiento sólo los podemos entender si se enmarca en el contexto de su enseñanza sobre el templo. Es san Juan el que nos da la clave cuando, en el discurso de la cena, pone en su boca estas palabras: “Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él”. Aunque el tema es abordado directamente cuando, a la pregunta de la samaritana sobre el verdadero lugar para dar culto a Dios, responde que “los que dan culto auténtico darán culto al Padre en espíritu y en verdad”. Es también Juan el que dice que, en alguna ocasión, habló de sí mismo como templo. Y San Pablo, hablando a los de Corinto, les dice que son templos del Espíritu.

Todo esto significa que, para el cristianismo, el verdadero templo en el que Dios habita gustosamente es el corazón humano. Quiere decir esto que, para encontrarse con Dios, hacia donde hay que caminar es hacia el interior de uno mismo y hacia el corazón del otro. Es de aquí de donde arranca la visión cristiana del cuerpo humano al que se reconoce la máxima dignidad y respeto, aunque históricamente haya habido espiritualidades que veían en él un enemigo al que había que destruir. Se entiende así que Jesús, contra la mentalidad de su tiempo, no tenga inconveniente en acariciar y dejarse acariciar y en tocar a las personas, sobre todo a los enfermos.

A la luz de su enseñanza, los templos para nosotros no son sino lugares de reunión, necesariamente amplios para albergar grandes grupos y, en la medida de lo posible, dignos. Pero no podemos tener una visión del templo ya superada que nos lleve a engrandecer un lugar pensando que, por ello, damos gloria a Dios. Tal vez alguno responda utilizando las palabras de Jesús, cuando Judas criticó el despilfarro de aquella mujer que derramó un caro perfume en sus pies: “Los pobres siempre estarán con vosotros. Ahora convenía que ella preparara mi cuerpo para la muerte”. Pero esas palabras tiene otra lectura: “Los pobres siempre estarán con vosotros y vosotros tendréis que emplear vuestra riqueza en ayudar a aquellos en los que yo sigo muriendo”.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 26 febrero, 2018 18:59 dijo...

En la escena que hoy contemplamos vemos a Jesús consumido por el celo por el templo, y cómo él mismo se identifica con el templo de Dios. Desde nuestro bautismo también nosotros somos templos del Dios vivo y este evangelio cuestiona el uso que hacemos de él.

Nos llama la atención la violencia ejercida por Jesús en esta ocasión, y no podemos evitar recordar la tentación sufrida en el desierto, cuando el diablo le exhortaba a manipular a Dios y servirse de él en su beneficio. Una perversa y sutil tentación que probablemente sufrimos quienes más tratamos con Dios y las cosas relativas a él. Tenemos el peligro de usar mal lo más santo y sagrado, y convertirnos en mercaderes viles y sin escrúpulos, en verdugos de los demás, traficando con ello.

Para Jesús Dios es su Padre, merecedor de todo amor y respeto. El rostro del Padre bueno y misericordioso, compasivo y santo, se ha desvirtuado en el templo de Jerusalén hasta la náusea, y en su nombre las autoridades religiosas expolian al rebaño que tienen encomendado para guardarlo y protegerlo con su vida.

Pidamos a Dios que haga de nosotros templos donde adorarle en espíritu y verdad, y que nos dé la capacidad de ver en los demás templos donde también mora. Hagamos de nuestras parroquias templos de puertas abiertas, donde Dios espera con los brazos abiertos a sus hijos más necesitados de amor y perdón, ternura y compasión.

juan antonio at: 27 febrero, 2018 13:20 dijo...

otro lugar próximo o no al templo, pero NO EN EL TEMPLO MISMO, lo que hacía a esos negocios no agradables a Jesús, pero si estaban en el mismo templo era porque la clase sacerdotal algo sacaría de todo ello.
Esta primera parte del Evangelio de esta semana me interpela sobre qué tenemos en nuestros templos y qué tengo yo en mi templo.
En los templos se siguen mercadeando como en tiempo de Jesús y aquí me quedo y cada uno vea en qué se negocia en los templos, que si el tesoro, que si….., negocio, pero dejémoslo ahí, cada cual vea con que se negocia, con qué se trapichea y si podemos hacer algo porque la casa de Dios sea solo la casa de Dios y de reunión de aquellos que creemos y la necesitamos para el culto y las celebraciones, mejor.
Es más importante que veamos cómo es nuestra casa, mi cuerpo, mi alma, porque Jesús nos dice él y el Padre vendrán y habitarán en nosotros si guardamos su Palabra, si cumplimos sus mandamientos que es tan solo uno y ¡cuánto nos cuesta¡ después viene S. Pablo y nos dice que somos templo del Espíritu Santo, es decir cómo debe ser nuestro trato con aquellos de que somos próximos y con nosotros mismos, cómo cuidamos nuestros propios cuerpos, casa de Dios: esto es lo importante.
Otra parte del Evangelio es que los discípulos no se dieron cuenta de nada, nos parecemos a ellos cuando vamos a la celebración Eucarística y salimos peor que entramos, pues a veces despotricamos del tiempo, del sacerdote, del tiempo que ha tardado y no vemos a Dios encarnado y sacrificado en el altar, nos quedamos pasmado, pues no hemos vivido nada. Cuidemos nuestras celebraciones, cuidemos nuestra participación y hagamos vida la Palabra y el Pan que se nos da, Cristo en Cuerpo y Alma.
Tenemos una última parte en que los judíos piden signos, señales, que acredite lo que Jesús hace y ante esto, unos aceptan a Jesús y otros insisten y la señal no es otra que la que nos la da S. Pablo, los judíos piden signos, los griego sabiduría pero nosotros predicamos a Cristo Crucificado, esta es la razón de todo en la vida del cristiano, en la vida de la humanidad, en Cristo Crucificado encontraremos la razón de nuestro vivir, de nuestro ser creyente, como dice alguno autores, tenemos que volver a Cristo, hacerlo centro de nuestra vida, de nuestro ser, de nuestro vivir, con Él lo podemos todo, si con Él vivimos, es decir si vivimos como Él, haciendo la voluntad del Padre.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vernos como templos de Dios y así cuidemos nuestras personas y la de nuestros hermanos, AMEN

juan antonio at: 27 febrero, 2018 13:24 dijo...

NUESTRO TEMPLO
Hoy nos presenta el Evangelio, creo, que la única vez que Jesús se muestra violento, hasta el punto de hacer un látigo y a latigazos echar a los que mercadeaban en el templo con monedas, animales y todo aquello que pudiera ser objeto de negocio, en el culto judío.
El Evangelio podemos verlo en varias partes, la expulsión de los judíos y el dialogo con ellos, la sorpresa de los discípulos y la estancia en Jerusalén.
Muchas veces me he preguntado por qué Jesús echa a los vendedores de animales y cambistas del templo, si todo ello era necesario, tanto las monedas para el tesoro del templo, como los animales para el sacrificio y la razón de esa violencia es que todo eso se podía tener en otro lugar próximo o no al templo, pero NO EN EL TEMPLO MISMO, lo que hacía a esos negocios no agradables a Jesús, pero si estaban en el mismo templo era porque la clase sacerdotal algo sacaría de todo ello.
Esta primera parte del Evangelio de esta semana me interpela sobre qué tenemos en nuestros templos y qué tengo yo en mi templo.
En los templos se siguen mercadeando como en tiempo de Jesús y aquí me quedo y cada uno vea en qué se negocia en los templos, que si el tesoro, que si….., negocio, pero dejémoslo ahí, cada cual vea con que se negocia, con qué se trapichea y si podemos hacer algo porque la casa de Dios sea solo la casa de Dios y de reunión de aquellos que creemos y la necesitamos para el culto y las celebraciones, mejor.
Es más importante que veamos cómo es nuestra casa, mi cuerpo, mi alma, porque Jesús nos dice él y el Padre vendrán y habitarán en nosotros si guardamos su Palabra, si cumplimos sus mandamientos que es tan solo uno y ¡cuánto nos cuesta¡ después viene S. Pablo y nos dice que somos templo del Espíritu Santo, es decir cómo debe ser nuestro trato con aquellos de que somos próximos y con nosotros mismos, cómo cuidamos nuestros propios cuerpos, casa de Dios: esto es lo importante.
Otra parte del Evangelio es que los discípulos no se dieron cuenta de nada, nos parecemos a ellos cuando vamos a la celebración Eucarística y salimos peor que entramos, pues a veces despotricamos del tiempo, del sacerdote, del tiempo que ha tardado y no vemos a Dios encarnado y sacrificado en el altar, nos quedamos pasmado, pues no hemos vivido nada. Cuidemos nuestras celebraciones, cuidemos nuestra participación y hagamos vida la Palabra y el Pan que se nos da, Cristo en Cuerpo y Alma.
Tenemos una última parte en que los judíos piden signos, señales, que acredite lo que Jesús hace y ante esto, unos aceptan a Jesús y otros insisten y la señal no es otra que la que nos la da S. Pablo, los judíos piden signos, los griego sabiduría pero nosotros predicamos a Cristo Crucificado, esta es la razón de todo en la vida del cristiano, en la vida de la humanidad, en Cristo Crucificado encontraremos la razón de nuestro vivir, de nuestro ser creyente, como dice alguno autores, tenemos que volver a Cristo, hacerlo centro de nuestra vida, de nuestro ser, de nuestro vivir, con Él lo podemos todo, si con Él vivimos, es decir si vivimos como Él, haciendo la voluntad del Padre.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vernos como templos de Dios y así cuidemos nuestras personas y la de nuestros hermanos, AMEN


P.D. Se repite pues no ha sido copiada la reflexión en su totalidad