DOM-27B

viernes, 28 de septiembre de 2018

7 OCTUBRE 2018
DOM-27B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 28 septiembre, 2018 08:24 dijo...

EL MIEDO AL COMPROMISO (Mc 10,2-16)

La pregunta que formulan los fariseos a Jesús es la que muchos católicos se hacen hoy día ante el aumento de divorcios y separaciones matrimonia¬les, si bien en la actualidad el problema se plantea en un contexto social y cultural bien distinto. En la Ley de Moisés estaba previsto y consentido el divorcio (Dt 24,1-4). Pero la situación era injusta porque sólo el esposo tenía la iniciativa y los derechos. La mujer era un sujeto pasivo. Además, algunos interpretaban el texto del Dt en sentido tan amplio que bastaba que se le quemara a la mujer la comida para divorciarse de ella y dejarla en la calle -en la sociedad patriarcal a la mujer sólo se le reconocen tres funciones: satisfacer los deseos del varón, darle hijos y hacerle de criada-. Una mujer abandonada sólo podía sobrevivir si se unía a otro hombre. El divorcio evitaba que fuera acusada de adulterio ya que éste se castigaba con la lapidación.

Cuando aquellos hombres plantean a Jesús el problema, él ve inmediatamente la injusticia de la situación, contraria al designio de Dios que no creó un señor y una criada, sino dos seres humanos llamados a ser uno. En su pensamiento el gran valor de la existencia es la unidad que tiene como fundamento el amor. El matrimonio es la expresión más profunda y comprometida de la unidad entre dos seres humanos. Sólo desde aquí podemos conectar con su pensamiento.

Hoy la situación es bien distinta. La defensa de la ruptura matrimonial tiene como telón de fondo el miedo al compromiso y un concepto del amor en el que prevalece la sensación sobre la emoción. Creo que, en occidente, el problema no es tanto el divorcio cuanto la incapacidad para comprometerse. Muchos prefieren juntarse sin pasar ni por el juzgado ni por la iglesia porque -según dicen- para estar juntos no necesitan bendiciones ni aprobaciones de nadie y, si la cosa no funciona, es más fácil separarse. El problema -la pregunta- es si puede haber felicidad sin amor y amor sin compromiso.

Evitar el compromiso significa aceptar resignadamen¬te que no existe el amor auténtico -ese que encuentra la felicidad en el bien del otro y se manifiesta en la renuncia y la ternura-. Y dar eso por supuesto es claudicar ante la mediocridad y superficialidad de la cultura de la apariencia y de la provisionalidad. Sólo es feliz el que bebe de la fuente que mana en su interior -el agua de los pozos sólo quita la sed un instante-. No es la posesión de lo que está fuera, sino la expresión -la donación- de lo que hay en el interior lo que llena el corazón humano y nos hace felices. Si el matrimonio se entiende como posesión y dominio, no es extraño que tarde o temprano se deshaga -por cansancio-. Pero, si se entiende como encuentro, como plenitud de uno en el otro, la cosa dura para siempre porque perder al otro es perder algo de sí mismo.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 01 octubre, 2018 20:26 dijo...

MATRIMONIO
Hace años que damos cursillos prematrimoniales y vemos que cada tanda baja el número de participantes, son charlas muy cercanas, abiertas al dialogo y al debate si surge alguna cuestión que suelen ser frecuentes en la de maternidad/paternidad responsable, más que en otros temas que parecen que se aceptan, como la unidad - comunidad de vida y amor- fidelidad y para siempre, pero por lo general el interés es más de “hay que hacerlos” que por las enseñanzas y testimonios que le podamos dar, aunque siempre hay sus excepciones y las parejas nos muestran vía internet su sorpresa, pues se esperaban un tostón grande y se ha encontrado todo lo contrario, pero hay que esforzarse más para, como nos dice el Papa, le mostremos la alegría del amor, la estabilidad del Sacramento, la vida juntos hasta que la debilidad sea más fuerte y atendamos la llamada del Padre, es decir mostrar no los artículos ni códigos sino la Vida que surge de ese amor de unos a otros que en el matrimonio se estrecha en santa unión.
Hoy, como dice el maestro de página, hay miedo al compromiso, pero yo diría que no solo en el tema religioso de prepararse, contraer y vivir el Sacramento del Matrimonio, sino en general en la sociedad que en que nos ha tocado vivir.
Se trabaja sin responsabilidad, se tienen hijos sin responsabilidad y sin compromiso de moldear esa persona que la criaturita será pasados los años. Si hablamos de política, no sé si estamos cansados de tantas burradas, pero ya, como la cuestión de las guerras, abusos……., parecen que nos resbalan, es la sociedad de “pásatelo bien y no te embarques en nada”.
¡Qué pena! Pero es así, aunque como he dicho hay sus excepciones, como en la vida del pueblo de Israel, siempre quedaba el “resto” que hacía florecer de nuevo la fidelidad al Señor y espero que tras esta ola de secularización, de dar la espalda a todo lo que sea Dios, ese resto haga florecer y practicar el estilo de vida que el Señor nos dejó en los Evangelios y comprenderemos que ese sufrimiento que pasean por las calles en imágenes de Nuestro Señor y de Santa María, es sufrimiento que nos salvó como nos dice la carta a los Hebreos y nos hizo hermanos, al salvador y los salvados.
Hoy pediría de una forma especial que sepamos dar testimonio porque el testimonio enseña más que el mejor orador, que tengamos la confianza en el Señor y enseñemos y vivamos la alegría del matrimonio cristiano, uno como comunidad de vida y amor, por lo tanto fiel y para siempre, siendo fecundo en “ esos brotes de olivo alrededor de nuestra mesa”.

Santa María Madre de Dios y Madre nuestra enséñanos a decir AMEN

Maite at: 02 octubre, 2018 21:48 dijo...

Jesús defiende el proyecto original de Dios sobre el hombre y la mujer, en el que la palabra clave es complementariedad.

La realidad nos recuerda una y otra vez que esa complementariedad, la ayuda mutua del uno al otro, la armonía entre dos es, a menudo, muy difícil. Y que las relaciones matrimoniales acaban, muchas veces, en ruptura y búsqueda del amor junto a otra persona.

Dios no quiere que nadie viva un infierno de humillaciones, malos tratos o infelicidad.

Últimamente vivo de cerca el drama de dos mujeres de la parroquia, una jubilada y otra no, cuyos hijos están en trámites de divorcio. Otra acoge en casa a un hijo en la misma situación. Son mujeres que sufren intensamente con el dolor de sus hijos y sus vidas rotas, con una situación insostenible para nietos adolescentes que son víctimas de episodios absurdos al estar entre dos personas, las más importantes para ellos, que se odian y procuran hacerse el mayor daño posible.

En mi familia, en mi vecindario, hay pequeños en custodia compartida que cambian de casa y familia según ha determinado un juez, y afrontan circunstancias patéticas y rocambolescas con motivo de campamentos de verano, primeras comuniones, la llegada o salida del colegio, cuando sus padres no se ponen de acuerdo o sostienen posiciones encontradas para herir al otro utilizando a los niños.

Jesús pone a los niños precisamente como ejemplo de acogida del Reino. Sin embargo, en nuestro mundo, la infancia es a menudo, demasiado a menudo, una etapa dura, donde la fragilidad y vulnerabilidad a esta edad son caldo de cultivo para el abuso, la explotación, la violencia de todo tipo.

¿Cuál es la voluntad de Dios para todas estas personas, grandes y pequeñas, que sufren? ¿Qué papel quiere que desempeñes tú a su lado? A lo mejor que seas sembrador de paz y armonía, de consuelo y esperanza, entre tantos que se desangran por las heridas de la ruptura y el desamor.