DOM-28B

viernes, 5 de octubre de 2018

14 OCTUBRE 2018  
DOM-28B


3 comentarios:

Paco Echevarría at: 05 octubre, 2018 08:53 dijo...

RIQUEZA Y MÉRITO (Mc 10,17-30)

Uno de los pilares del Judaísmo era la ley del mérito, según la cual el bien futuro del hombre y su salvación eterna dependen de cómo sea su vida en el presente. La salvación venía a ser el salario merecido del esfuerzo. La pregunta que un desconocido le hizo un día a Jesús - “¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?”- responde a esa mentalidad y la respuesta que él le dio sigue la lógica del momento: "Cumple los deberes con el prójimo". La contestación del interesado -"Es lo que he hecho hasta ahora"- indica que estamos ante alguien que aspira a más.

A partir de ese momento, el encuentro con Jesús adquiere un valor especial. El maestro de Nazaret le hace la propuesta del seguimiento: "Deja todo aquello en lo que has puesto tu corazón, sé generoso con los necesitados y sígueme". Renuncia, generosidad y seguimiento. Dejar los apegos, abrirse a los demás y aceptar el ideal de Jesucristo. Son los tres elementos que configuran la identidad del discípulo.

No era eso lo que esperaba aquel hombre y se marchó desoyendo la invitación de Jesús. Éste aprovechó entonces la ocasión para dejar las cosas claras a sus seguidores en este punto. Debió desconcertarles su enseñanza porque la mentalidad del momento era que las riquezas son un don de Dios, una bendición, y, por tanto, un signo de su predilección. Él, tomando un dicho de la época, dice que es imposible aceptar el Reino de Dios cuando el corazón está atrapado por la riqueza. La opción del cristiano -la fe- supone una escala de valores diferente de la que domina en el mundo. La riqueza en cualquiera de sus formas -económica, política, social, cultural...- es siempre un bien perecedero y emplear la vida en aumentarla sólo es una forma de desperdiciar la existencia. La única riqueza que merece la pena y que dura para siempre es la generosidad. A algunos esto puede parecerle un ideal imposible, pero Dios puede cambiar radicalmente el corazón y hacer ver que la riqueza no es meta, sino medio. Quien no comprende la verdadera naturaleza de las cosas materiales está condenado a ser esclavo de ellas.

En este punto interviene Pedro en nombre de los Doce para recordarle que ellos sí le han seguido. Jesús le responde completando su enseñanza: no se refiere sólo a la riqueza material -al dinero-, sino a todo aquello que da seguridad en este mundo: familia y patrimonio. La seguridad del discípulo sólo se encuentra en Dios y el bien supremo no es cosa humana ni de este mundo. Sólo quien comprende esto es capaz de la renuncia, de la generosidad y del seguimiento. Una vez más centra la atención en lo esencial y sus palabras nos recuerdan la pregunta que hizo en otro momento: “¿De qué le sirve a un hombre ser el dueño del mundo si pierde la vida?” (Mt 16,26). En lo tocante a la vida, lo que verdaderamente importa es el resultado final porque de él depende el valor y el sentido de cada cosa. En definitiva: la gran pregunta sobre el vivir es "Y todo esto ¿para qué?". Según sea la respuesta así será la existencia, y conviene atinar en la respuesta, pues quien ignora la meta es muy probable que equivoque el camino.

Francisco Echevarría

juan antonio at: 07 octubre, 2018 18:25 dijo...

QUÉ NOS SOBRA Y QUÉ NOS FALTA
Si miramos nuestra vida en el entorno en que vivimos, nuestra casa, nuestro vivir, nuestro vestir, qué coche tenemos o cual ansiamos tener, teníamos que encontrarnos con una realidad y es que tenemos y ansiamos muchas cosas, pues en nuestro vestir cuantos trajes…, cuantos zapatos…., chaquetones…. De invierno o ligeros de verano, cuantos y cuantos.
Si de lo social nos vamos a lo eclesial, cuantas cosas tenemos que no nos lleva al Reino de Dios, que no nos hace llevar el Reino de Dios a los que no conocen a Jesús ni sus ansias redentoras de aquellos a los que vino a salvar “no he venido a salvar a los justos, sino a los pecadores”.
Cuantas cosas nos alejan, nos llenamos de acción y no reparamos en lo poco, en lo pequeño, en lo cotidiano, por ejemplo cuantos buenos días damos, cuantas sonrisas con los que nos cruzamos, o nos acordamos de los que no salen de casa, de los que no tienen movilidad, que acompañamiento hacemos, esto es el Reino de Dios, esto es estar con el hombre, lo más grande de la creación “poco inferior a los ángeles lo hiciste (Salm 8) y al hombre se le machaca, se le humilla, se le vende, hoy ¿eh?.
No hablemos de las riquezas, que de estas bien nos sobra, pero estamos encantados con los fastos y todo aquello que lo hace tal y encima en nombre de Dios ¡qué pena! Pero es así, no nos desprendemos de nada, cuanto más, mejor y cobramos por exhibirla (ya lo he dicho, ¿no?) pues repitámoslo, todo eso no lleva a Dios ni a éste a los hermanos los hombres, nos alejan.
Tenemos que preguntarnos que nos falta, pues eso, sencillez, austeridad, humanidad, solidaridad, en una palabra AMOR y hablando de la solidaridad os recuerdo aquella entrevista, hace tiempo, cerca del día del Domund, a un misionero y éste pedía que se rezara por el sueño de Dios y le preguntaron cuál era ese sueño, y contestó “la solidaridad humana”.
Pues que sepamos seguir a Jesús, dejando lo que nos sobra en todos los sentidos y tomando lo que nos falta, y con la sencillez del niño que se nos ha mostrado en los domingos anteriores, aceptemos a Jesús en nuestra fe, con una confianza plena, llevemos el Reinado de Dios a todo el mundo si nada más que hablar de Jesús, ahí tenemos los Evangelios.
¿Nos avergonzamos? Creo que bastante y si no es así, pues a la calle que ya lo hacen otros y, según dicen, no están con nosotros.
Recemos con el salmista, “sácianos de tu misericordia, Señor, y toda nuestra vida será alegría”
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN

Maite at: 10 octubre, 2018 18:10 dijo...

Pide tú también sabiduría al Señor para saber qué quiere de ti. Lee, medita y ora la Palabra de Dios que juzga los deseos e intenciones de tu corazón. Si no escuchas su voz te expones a oír solo la tuya y confundir tu voluntad con la suya.

No te servirá de nada la mejor de tus intenciones si no te olvidas de ti para buscarle a Él. Tendrás que desprenderte de eso tan molesto que llamamos yo, que quiere hacerte creer que sabe lo que es mejor para ti y te equivoca.

Si quieres seguir a Jesús la renuncia a todo lo tuyo ha de ser total. Él siempre pide todo y del todo. Si no aceptas esto también tú te marcharás triste.

Apúntate, como el salmista, a una vida de júbilo y alegría, de experiencia de la misericordia del Señor. Así tu renuncia no será tal, sino afirmación gozosa del estilo de vida que quieres llevar en pos de Jesús.