1ºADV-C

viernes, 23 de noviembre de 2018

2 DICIEMBRE 2018  
1ºADV-C

3 comentarios:

juan antoniio at: 25 noviembre, 2018 19:16 dijo...

Ven, ven Señor, no tardes,
Ven, ven que te esperamos,
Ven, ven Señor, no tardes,
Ven pronto, Señor,

Con la letra de esta canción, propia del tiempo litúrgico que iniciamos, quiero empezar esta reflexión, en el dulce tiempo de Adviento, en el dulce tiempo de la espera y de la esperanza nuestra, en el tiempo de no temblar ante nada, porque Dios viene a salvarnos, en el tiempo en que Dios Encarnado está a nuestro lado para quitarnos los temores, las angustias y las dudas que llenan nuestra alma.

“Levantad vuestras cabezas”, Dios no nos quiere, ni indiferentes, ni asustados, ni apenados, al contrario, “despiertos, ante la indiferencia de la marcha del mundo, sin criticas, quejas ni condenas, despiertos para no dejarnos arrastrar por la insensatez de nuestro entorno, despiertos viviendo las pequeñas aventuras de cada día, despiertos en nuestra fe, abriendo nuestro corazón y buscando a Dios en la vida y desde la vida, pues está muy cerca de cada uno de nosotros.

Podríamos decir que empezamos por el final, pero empezamos sabiendo lo que nos aguarda ahora y después, con esas actitudes que Benedicto XVI nos decía en una catequesis (12.11.2008) sobre la Parusía en S. Pablo: certeza de que Jesús ha resucitado, certeza de su cercanía y certeza en el cumplimiento de la tarea que se nos ha encomendado, convirtiendo ese después en un antes para hacer evidente el estado de realización incipiente en que vivimos.

Recemos estos días, esa oración surgida en las primeras comunidades cristianas y que Pablo pone en boca de los corintios al final de su primera carta MARANA, THÁ, “Señor Nuestro, Ven”, como hemos expresado () con la letra de la canción inicial.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a esperar con tu Esperanza, con tu silenciosa Esperanza, AMEN.



Paco Echevarría at: 26 noviembre, 2018 18:29 dijo...

DEL FUTURO DE LAS COSAS

No sólo la pregunta sobre la muerte personal, sino también aquella que se refiere al fin del universo ha inquietado e inquieta al ser humano: ¿Qué será de este mundo? ¿Cuándo será el final? ¿Cómo será? Es la natural curiosidad del hombre lo que le lleva a hacerse estas preguntas, pero también es la necesidad de respuestas sólidas sobre el sentido de la existencia propia o del mundo. La astrofísica está dando pasos de gigante y cada día explica mejor el qué y el cómo del mismo. Pero escapa de las posibilidades de la ciencia explicar el por qué y el para qué, es decir, aclarar su sentido. Éste es espiritual y no depende de la constitución de la materia.

A Jesús también le plantearon el problema y él se limitó a responder con el lenguaje de su tiempo –el apocalíptico– de modo que se le pudiera entender. Es propio de este lenguaje mezclar los tiempos –los planos de la historia– y crear con ello confusión. Así en el diálogo de Jesús con los discípulos habla de la destrucción del templo de Jerusalén –que tuvo lugar el año 70– y del fin del mundo. La superposición de planos da la sensación de que ambas cosas son simultáneas. La razón de esto es que, para aquella mentalidad, el fin de algo es siempre signo del fin de todo y cualquier acabamiento es anticipo del acabamiento definitivo. Piensan así porque creen que lo importante es cómo se vive el tiempo intermedio, es decir, el tiempo presente.

Para este tiempo hace tres advertencias y da tres consejos. Les advierte que las grandezas del mundo acaban y, por ello, se engañan quienes viven como si fueran eternas; que es inevitable la aparición de embaucadores que, con mentiras y falsas doctrinas, arrastran tras de sí a las gentes; y que la tribulación acompaña siempre a la existencia. Aconseja no perder la calma en la confusión, perseverar en la persecución y confiar en la ayuda de lo alto cuando llegue la dificultad.

Son sabios consejos que pueden venir muy bien en el caminar de cada día. Porque no es malo preguntarse sobre el destino del mundo; pero es mejor preguntarse sobre el compromiso de cada día mientras estamos en él, pues, puede ocurrir que estemos tan preocupados con el futuro que dejemos de ocuparnos del presente y no es bueno eludir las responsabilidades de hoy con el pretexto de los sucesos de mañana. A veces se ha acusado a la religión de esto y no sin razón. Pero creo que no se puede formular esta acusación contra el Evangelio donde las cosas están de sobra claras.

Cuando Jesús hablaba del Reino de Dios y decía que ya estaba aquí, no se refería a una utopía inalcanzable, sino a una meta hacia la que caminar. El Reino de Dios es el reinado de su voluntad en los corazones y esa voluntad es siempre el bien y lo mejor para la humanidad. Esto no es sólo asunto de futuro. Es exigencia del presente.

Maite at: 26 noviembre, 2018 21:37 dijo...

Con el tiempo de Adviento comienza nuestra preparación para la Navidad. Celebraremos entonces la primera venida de Jesús. El evangelio de este domingo nos recuerda, además, que esperamos la última: la definitiva y gloriosa.

No sabemos cómo será, ni cuándo, pero conocemos al que vendrá: el que nos ama y a quien amamos. ¿Cómo tener miedo? Se acerca nuestra liberación y podemos levantarnos, alzar la cabeza con dignidad y mantenernos en pie ante el que llega.

Esta esperanza merece una actitud de acogida por nuestra parte permaneciendo despiertos y en vela.

Merece la pena estar atentos, sin dejar que se embote nuestro corazón con todo lo que pasa y no permanece, que embriaga sin quitar la sed y llena sin alimentar; todo lo que embrutece nuestros sentidos, nuestra mente y ciega la capacidad de elegir, en nuestra vida, la verdad y el amor.

Eso es lo que el Señor espera encontrar entre nosotros cuando venga: el amor mutuo y a todos, que es lo que nos asemeja a él y nos hace hijos del Padre, como él.

Lo más probable es que ninguno de nosotros veamos esta última venida del Señor. Para nosotros tendrá lugar el día en que acabe nuestra vida mortal y nos durmamos para la vida eterna. Nos encontraremos entonces con quien nos eligió desde toda la eternidad. Con quien me amó y se entregó por mí.