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sábado, 1 de octubre de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 octubre, 2022 08:58 dijo...

SOBRE LA GRATITUD

Según cuentan los evangelios, lo de no ser agradecido es cosa antigua. De diez leprosos curados sólo uno vuelva a dar las gracias. Este hecho nos hace caer en la cuenta de que, como entonces, la gratitud es hoy un valor en baja –como otros muchos valores–. Y no es cosa buena para la felicidad de un pueblo que sus gentes olviden la sana costumbre de agradecer los favores recibidos. Buscando la razón de este desuso, encuentro posibles causas y ninguna de ellas me gusta.

Tal vez se deba a que, para algunos, la gratitud es un sentimiento de débiles porque indica una cierta inferioridad de quien recibe el favor. Se olvida en este caso que la autosuficiencia de quien pretende no necesitar a nadie es una forma de autoengaño. El ser humano es limitado y, por tanto, necesitado. La ayuda, el favor, es una forma de ser solidarios en la necesidad. Quien se cree un dios no pasa de ser un ridículo engreído.

Puede que la razón de la falta de gratitud sea que no valoramos debidamente los dones recibidos. El vacío, la insatisfacción, es el sentimiento de quienes están acostumbrados a tenerlo todo y a no valorar, por consiguiente, nada. El vacío existencial suele ser un sentimiento propio de las sociedades que tienen sobresatisfechas las necesidades de orden material.

Y puede que la razón sea más profunda. Hoy está en crisis el valor de la vida. Las campañas a favor del aborto –que limita la vida en sus comienzos– y de la eutanasia –que la limita en su final– dan como resultado una mentalidad en la cual la vida humana es un valor relativo (sé que este discurso no es hoy políticamente correcto, pero ¡me trae sin cuidao!). Y ¿qué puede tener valor cuando la vida no vale? De esa forma, perdido el aprecio de la vida, se pierde también el aprecio de aquello que la hace posible o feliz.

Aunque yo más bien me inclino a pensar que la crisis de la gratitud es consecuencia de la crisis del amor. El amor nos empuja a entregar a la persona amada todo lo que somos, podemos o tenemos, sin esperar nada a cambio, sólo por la dicha que conlleva la entrega. En esta dinámica, el amado o la amada saben valorar en su justa medida la grandeza del don y surge la gratitud como respuesta. Si esto es así, la falta de gratitud en un pueblo es signo de que falta el amor. Y sin amor ¿hacia dónde caminamos? ¿qué sentido tiene la vida?

Este sentimiento, que pierde brillo cuando se trata de seres humanos, se apaga completamente cuando se refiere a Dios. El término gracia es clave en el pensamiento cristiano. Para nosotros –en palabras de Pablo– todo es gracia y don, pues, fuera de Dios, nada es necesario. El mundo y lo que contiene podría no haber existido. La vida, por tanto, es un acto de gratuidad, un don inmerecido, una gracia, y el sentimiento cristiano más importante, después del amor, es sin duda la gratitud y la alabanza a Dios. Y, dado que la gratitud se manifiesta en la gratuidad, en la generosidad, tal vez esto explique el mucho egoísmo que nos sobra.

juan antonio at: 04 octubre, 2022 17:58 dijo...

Las lecturas nos trae dos milagros y la recomendación de Pablo a Timoteo, la Palabra de Dios no está encadenada.
Dos milagros que debemos ver con la sencillez que se producen, el primero, el del magnate sirio, porque hace caso de la palabra de Elíseo y el segundo porque hacen caso de la Palabra de Jesús.
Dos milagros que conllevan algo más que la curación, conllevan un encuentro con el Señor, de forma un tanto especial, pues tanto el uno como los otros hacen caso de la palabra que se le da y en la confianza prestada, en la distancia, reciben lo que piden uno la sanación y otros la sanación en la compasión de Jesús.
Cuantas veces pedimos, cuantas veces rezamos, rogamos por cosas y por personas, pero ¿donde tenemos la confianza, la fe de que ello, imposible, será posible?
A la luz de las lecturas veamos nuestra fe, nuestra confianza en Dios, en Jesús que nos lo reveló y el Espíritu que nos lo hace posible, ¿donde estamos?
La semana pasada contemplábamos la petición de los apóstoles respecto de la poca fe que tenían, ésta nos trae la alabanza de la fe que tienen, un pagano y unos enfermos, en su ansia de curación y como consecuencia de esa entrega total, experimentan ese encuentro y la curación de sus dolencias: hacen posible lo imposible.
Curados, la gratitud se demuestra por los paganos, el sirio y el samaritano, los menos llamados a recibir esa gracia, lo cual nos dice que Dios no hace acepción de personas pero las personas olvidamos a Dios, es como en el proverbio “cuando un sabio apunta a la luna, el necio se queda mirando el dedo”, nos quedamos con la liturgia del milagro y nos perdemos el amor del encuentro.

Pablo encadenado en prisión, escribe a Timoteo sobre el Evangelio que ha predicado y por el que sufre, “”pero la Palabra de Dios no está encadenada””.
El mensaje de Pablo es una llamada de atención respecto de nuestra actitud con la Palabra de Dios, ¿como la leemos, cómo la meditamos, qué consecuencias sacamos, qué nos dice y qué le decimos al Señor?
En definitiva, es lo que es o la manipulamos a nuestro antojo e interés, pues su radicalidad, como es el seguimiento, no puede ser otro que lo que fue, es y será por siempre.

La Palabra de Dios no está encadenada, es libre y nos hará libre si la hacemos Vida en nuestra vida.

El salmista nos dice que “cantemos al Señor un cántico nuevo” ese que proviene de nuestra conversión, de nuestra renovación total y radical, ese que nos exige el evangelio, de la alegría que Jesús nos irradia y tenemos que hacerla completa.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir ¡AMEN!

Maite at: 06 octubre, 2022 23:03 dijo...

Este domingo se ve con facilidad la conexión entre los dos personajes protagonistas de la primera lectura y el evangelio: Naamán y el leproso agradecido. Ambos son extranjeros y leprosos, y los dos son curados. Naamán, después de muchas reticencias por su parte, es cierto; pero, al igual que el leproso del evangelio, es curado por fuera y por dentro. Ambos experimentan una curación integral que les hace crecer como creyentes, como hombres nuevos. Y muestran, no pueden no hacerlo, su profundo agradecimiento a Dios.

Ambos reconocen que el don recibido los supera; trasciende su propio yo, es más grande que ellos mismos. Por eso lo refieren a Dios como su origen y meta. Son conscientes de que sus vidas han cambiado para siempre. Buscaban quedar limpios, recobrar la salud: han encontrado mucho más. Naamán, al Dios verdadero; nuestro anónimo samaritano agradecido, a Jesús, el Señor. Por eso, ambos vuelven sobre sus pasos para dar gracias.

Naamán vuelve humilde, después de haber dejado en las aguas del Jordán su lepra, su orgullo y altivez. Y el leproso samaritano vuelve loco de alegría, henchida la boca de alabanzas, porque ha quedado limpio no solo por fuera.

El salmista es un orante que sabe agradecer y alabar la misericordia y la fidelidad de Dios; que contempla sus maravillas en Israel y en los confines de la tierra y se goza en ellas.

Y Pablo, otro salvado, trasciende las propias cadenas al constatar que la Palabra de Dios, en cambio, no está encadenada.