34º Domingo Ordinario - B

jueves, 16 de noviembre de 2006
26 Noviembre 2006

Daniel: Su dominio es eterno y no pasa.
Apocalipsis: El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios.
Juan: Tú lo dices: soy rey.


Descargar Evangelio del 34º Domingo Ordinario - B:

3 comentarios:

Anónimo at: 16 noviembre, 2006 09:35 dijo...

UN REY CRUCIFICADO (Jn 18,33-37)


El Reino de Dios proclamado por Jesús ni es cosa de este mundo, ni se rige por sus leyes. Cuando Pilatos le pregunta si él es rey, no duda en contestar que sí, pero que no debe inquietarse porque no piensa disputarle el trono a ninguno de los reyes que él conoce. Y es que las cosas del mundo se ven distintas con los pies en el suelo o desde una cruz.

En el mundo, los pequeños sirven a los grandes y los grandes se sirven de los pequeños, los débiles se someten a los fuertes y los fuertes dominan a los débiles, el hombre de la calle acata la voluntad de los poderosos y los poderosos, con el voto que le da el ciudadano de a pié, impone a éste su voluntad. Este modo de hacer las cosas, con el tiempo, crea diferencias y éstas, también con el tiempo, se acrecientan de tal modo que terminan siendo muros de separación entre los hombres. Así surgen las clases sociales y las marginaciones. En el reino de Dios predicado por Jesús las cosas son de otro modo: los grandes sirven a los pequeños, los fuertes protegen a los débiles y los poderosos se ponen a disposición de pueblo. De esa manera se eliminan las vallas y se construye la unidad, la fraternidad, la comunión, la solidaridad...

El símbolo de esta contradicción es el trono desde el que gobierna el Rey de este reino: la cruz. Cuando el procurador romano puso sobre la cabeza del crucificado "Este es el Rey de los judíos" no sabía que estaba diciendo una gran verdad, porque el Rey de los Reyes gobierna no con poder sino con amor y la cruz es el momento de la plena manifestación del amor. Ya lo había dicho él: "Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por quienes ama".

La figura de Cristo como rey crucificado debe hacer pensar a quienes gobiernan, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. Es una tradición antigua en la Biblia que el rey no es mas que un hombre puesto al frente del pueblo para -en el nombre de Dios- administrar justicia y defender a los débiles -que los fuertes ya se defienden solos-. Este es fundamento de la autoridad y, por ello -en un sano sentido de la misma- no debería haber prepotencia, sino humildad; no debería haber sumisión, sino libertad; no debería haber fuerza, sino suavidad.

Cristo es el Rey y rey es cada ser humano ya que Dios todo lo ha sometido bajo sus pies. Cuando esto se olvida, quien detenta la autoridad llega a creerse dueño de la misma y pasa a convertirse en un dios, pero no en un dios de amor, sino en el dios de la guerra. Por eso los endiosados terminan sacrificando a sus pueblos en el altar de su propia ambición. Su error está en no ver que tienen los pies de barro y un día, por fortuna, un piedra insignificante los golpea y de derrumban. Así ha sido en el pasado, así es en el presente y -¡qué duda cabe!- así seguirá siendo en el futuro. En la pirámide del poder llegar arriba no es una suerte, sino una responsabilidad.

Anónimo at: 16 noviembre, 2006 09:37 dijo...

Durante el proceso Jesús ha roto con el secreto que había impuesto: Jesús se declara Mesías. Más tarde, en la cruz, también el centurión lo afirma de El.
En los momentos en que nuestro Jesús pobre es maltratado, marginado, acusado de hereje y subversivo y muerto como un malhechor, confirma sus propias palabras: "No he venido a ser servido sino a servir y a dar mi vida en rescate por todos.
Ahí está, en la debilidad de la pasión y la cruz la revelación del secreto: ya no habrá confusiones sobre el sentido mesiánico de su venida a nosotros. Y la Resurrección es la respuesta del Padre a esta fidelidad de Jesús.
Y quien quiera vivir la vida como Jesús vivió saldrá victorioso y vivirá para siempre aunque muera o lo maten. Esta es la Buena Noticia del Reino que nace de la cruz.

¿Es esta tu esperanza y tu fe?
Y si la fidelidad no llega a tanto ¿confía verdaderamente en su misericordia?

Aunque sea una realidad, Rey del Universo no es un título evangélico.
Al comienzo y al fin del evangelio de Marcos Jesús es llamado con varios nombres: Cristo, Señor, Hijo, Nazareno, Santo, Maestro, Profeta, hijo de David, Bendito, Pastor, Hijo del Hombre, Carpintero, hijo de María, Rey de los judíos. Y otros más.
De todos estos, ¿con qué nombres o títulos te identificas más? ¿Cuál expresa mejor tu fe y tu amor por El? ¿Por qué?

Anónimo at: 21 noviembre, 2006 21:12 dijo...

Entender a Jesús como Mesías se nos presenta como una tarea dificil en nuestro mundo, debido sobre todo a la pérdida de contenido simbólico que ha sufrido esta palabra. Para los judíos esto no es cualquier cosa. En el Mesías se condensan numerosas inquietudes del pueblo, como la relación entre la justicia y el amor de Dios. Si todos somos imperfectos y Dios se nos presenta como el Dios justo ¿quién puede sobrevivir? Pero, ¿y la misericordia de Dios? Otro tema intimamente relacionado con lo mesiánico es el fin de la historia para que llegue el Reino de Dios. Nuestra mentalidad en estos temas es harto diferente de la del pueblo judío, en cuyo seno surgieron los textos que hoy nos ocupan, pero no estaría de más que nos pusiéramos como Daniel en actitud de valorar en qué consiste el Juicio de Dios.