18º Domingo Ordinario - A

martes, 29 de julio de 2008
3 Agosto 2008

Isaias: Venid y Comed.
Romanos: Ninguna criatura podrá apartarnos del amor de Dios, manifestando en Cristo.
Mateo: Comieron todos hasta quedar satisfechos.


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Juan García Muñoz.

1 comentarios:

Anónimo at: 29 julio, 2008 21:50 dijo...

SACIARSE Y SOBRAR (Mt 14,13-21)

En contraste con sus paisanos que le rechazaron, la multitud busca a Jesús incansablemente, ansiosa de escuchar sus enseñanzas y de beneficiarse de su poder para aliviar el dolor. Jesús, huyendo de Herodes, se retira a un lugar más seguro, pero la gente lo localiza y, al verlos, siente lástima de ellos. Es la reacción lógica de un corazón verdaderamente humano. Nadie permanece indiferente ante el sufrimiento ajeno, a no ser que su corazón se haya endurecido. Pero no queda ahí la cosa, sino que se dedica a curarlos de sus enfermedades. Y es que no basta sentir lástima o ser compasivo, si se puede remediar el mal que lo provoca. La compasión -desde el punto de vista cristiano- sólo es auténtica si va acompañada del esfuerzo por remediar los males. Lo otro es una manera sutil de acallar la conciencia.

A la luz de esto, se entiende mejor el milagro de los panes. Los discípulos ven el problema y creen que la solución es que cada uno se las apañe como pueda. Jesús les dice que pongan remedio, a lo que ellos responden que no tienen medios. Es el recurso a la incapacidad para no comprometerse. También podían haber dicho que era imposible, que el problema no tenía solución, que no era responsabilidad suya... Cualquier justificación vale a quien no quiere implicarse en los problemas de los demás ni complicarse la vida. Pero Jesús no acepta un no como respuesta. Con sus propuestas quiere hacer ver a los suyos que, cuando está en juego la compasión, no es cuestión de medios, sino de fe. Hace más el que cree que puede hacer algo que el que sólo ve que puede hacerse algo. Hay asuntos en los cuales no se pueden medir las posibilidades, sino que hay que ponerse manos a la obra.

La segunda enseñanza del relato viene del modo de actuar de Jesús: él da el pan a los discípulos para que éstos se lo den a la gente. Evidentemente el evangelista está hablando de bienes que no son pan y peces. Se refiere a que todo don recibido hay que darlo a los demás. San Pablo dirá que las gracias y dones que uno recibe son para ponerlos al servicio de la comunidad. No somos dueños, sino administradores.

El resultado final es sorprendente: todos quedan satisfechos y además sobra. Viene esto a significar que, al contrario de los bienes materiales que, cuando se dan, se achican, los bienes espirituales, cuando se dan, se agrandan. Son como un venero inagotable que nunca pierde caudal por muchos que calmen en él su sed. Me viene al pensamiento cómo sería el mundo si los hombres creyéramos de verdad en estas palabras de Jesús. Nadie necesitaría tener de más y, por ello, nadie tendría de menos. Si muchos de los males vienen de la avaricia de unos y de la penuria de otros, vivir con estos criterios sería una garantía de paz. Pero los hombres seguimos creyendo que esto es pura utopía. Estamos a las puertas del paraíso, pero no entramos porque pensamos que ni existe ni puede existir.