3º Domingo Ordinario - C

sábado, 16 de enero de 2010
24 Enero 2010

Nehemias: Leyeron el libro de la ley, explicando el sentido.
1 Corintios: Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es un miembro.
Lucas: Hoy se cumple esta escritura.


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Juan García Muñoz.

1 comentarios:

{ Francisco Echevarría } at: 16 enero, 2010 17:29 dijo...

LA BUENA NOTICIA (Lc 1,1-4; 4,14-21)


El prólogo de Lucas recoge la intención de este evangelista al escribir sobre Jesús: quiere que Teófilo -posiblemente una forma de referirse a la comunidad cristiana más que a un individuo- conozca la solidez de la enseñanza que ha recibido. Lucas es un historiador y un catequista. Escribe tras comprobar los hechos personalmente y lo hace de un modo sistemático: rigor en la investigación, orden en la exposición y celo apostólico en la intención, tres exigencias de un buen transmisor que cobran gran actualidad en estos tiempos en que proliferan los maestros de todo, expertos en nada. Sorprende presenciar en el entretenimiento de moda -las tertulias y debates- la falta de rigor, el “cacao mental” y la acidez de muchos de los participan­tes. Vivimos en una cultura que confunde la libertad de expresión con la expresión del pensamiento -aunque éste sea débil- y la verdad, con su difusión. Olvidamos que el sabio -a diferencia del necio- habla poco y piensa mucho. Porque ciertamente es un derecho decir lo que se piensa, pero se olvida que le va parejo el deber de pensar lo que se dice.

La segunda parte del evangelio narra lo ocurrido en la sinagoga de Nazaret. Jesús se aplica la profecía de Isaías 61,1-2, pero lo hace silenciando un elemento importante. El profeta había anunciado que la llegada del Mesías sería “un año de gracia” para el pueblo y “un día de desquite” para sus enemigos. Gracia y bendición para Israel, castigo y venganza para sus opresores. Es el juicio de Dios. Jesús, al silenciar lo segundo, predica la gracia y la paz para todos. Por eso sus paisanos se levantan contra él. La obra del Mesías es una obra de reconciliación. No se trata de convertir en víctimas a los opresores y a los oprimidos, en verdugos. El Reino -el mundo nuevo-, no puede construirse sobre la venganza y el sufrimiento, sino sobre el perdón. Por eso, en otro lugar, hablará del amor a los enemigos y del perdón sin límites. Es la única manera de romper el círculo de la muerte -injusticia, sufrimiento, venganza, injusticia- para abrirse al océano de la vida.

En esta dinámica toda la profecía tiene sentido. El ungido -el Mesías- ha venido para anunciar a los pobres que se han acabado las estructuras injustas que les tienen atrapados en la pobreza; a devolver la dignidad de la libertad a los que han sido privados de ella; a iluminar a los que viven en la confusión; a destruir lo que impide la felicidad del ser humano y, sobre todo, a comunicar a los pecadores que han sido perdonados por el Padre de la misericordia. La era del Mesías no es tiempo de castigo, sino de bon­dad.

En estos tiempos de violencia, agresividad y secesionismos, es necesario fomentar mecanismos de reconciliación y de acercamiento entre los hombres. ¡Ojalá que, seamos capaces de ver nuestras diferencias como algo que, lejos de enfrentarnos, nos complementa! Sería como encender la fragua en la que fundir las espadas y las lanzas para construir, con ellas, arados del progreso y de la paz.

Francisco Echevarría